La
"Guerra de los Carteles": Un enfrentamiento que
descubre la realidad cubana
La "Guerra de los Carteles":
Un enfrentamiento que descubre la realidad cubana
Wenceslao
Cruz Blanco, 27 de enero de 2006.
Si la sede diplomática norteamericana
en Madrid pusiese un cartel lumínico similar
al que puso en la planta quinta de su oficina
de intereses en la Habana, nadie se sentiría
molesto, más bien extrañado por
poner algo tan obvio y respetado. Lo mismo pasaría
en cualquier país democrático, donde
las palabras de un Martín Luther King o
la declaración universal de derechos humanos
de las Naciones Unidas, sean divulgados.
El último artículo de Alejandro
Armengol describe a los funcionarios de la oficina
norteamericana como miembros de un equipo de agit-prop,
una abreviatura rusa de "agitación
y propaganda", concebida en los primeros
días de la revolución rusa para
representar toda actividad artística militante
(teatro, cine, música, etc.). Es evidente
que el término no encaja, ni por respeto,
ni por origen, ni por lo que persigue, a los diplomáticos
norteamericanos, aún cuando puedan haber
semejanzas en lo que se pretende, o al menos pretendía,
el agit-prop ruso: provocar una acción
psicológica e intelectual inmediata.
Si catalogamos de "pura propaganda"
a la divulgación de los derechos universales
que deben asistir a todos los ciudadanos y cometemos
el error de igualarlo a las mentiras que esparce
por toda la isla y hacia el exterior - en carteles,
mediante la radio, la televisión, el satélite
o de periodistas adoctrinados- el dictador cubano,
estaremos cometiendo, al menos, una injusticia.
Tampoco creo que resulte lógico plantear
que eso entorpece la actividad opositora a Castro,
pues el haber tomado la iniciativa la sede diplomática
norteamericana, no responsabiliza a la disidencia
interna de nada, más bien la alienta a
no desmayar en su empeño de luchar para
que en Cuba algún día no sea un
delito poseer el texto de la declaración
de los derechos humanos de la ONU, lamentablemente
incumplido ininterrumpidamente por medio siglo
en Cuba.
Y si bien es cierto lo que plantea el columnista
de que Estados Unidos no hace lo mismo en otros
lugares que igualmente se violan esos derechos,
no es razón convincente para desvirtuar
una iniciativa que seguro complacerá a
los cubanos condenados a años de cárcel
por ejercer los derechos recogidos en la "peligrosa"
declaración de la ONU. No hay que enfadarse
con el gobierno norteamericano por eso, por algún
país hay que empezar y deberíamos
sentirnos afortunados en que el nuestro haya sido
al menos elegido ¿o no?
En el afán de ver a un gobierno norteamericano
hipócrita, que sólo busca réditos
electorales, el periodista parece no darse cuenta
del enorme enfado que tiene el dictador cubano.
Ese enfado se manifiesta en una respuesta que
descubre la realidad cubana, una realidad que
muchos se niegan a ver, pero que Castro con su
ira la muestra.
La premura del dictador por levantar ese muro
o esa "cosa misteriosa", para impedir
que se lean las frases "peligrosas"
y "provocadoras", lo que desenmascara
realmente es el miedo a perder una pequeñísima
parcela del férreo control de la información,
confirma la carencia de elementales normas democráticas
en Cuba, y eso, por muy anti Bush que se sea,
es un hecho.
Asegurar como objetivo de Estados Unidos el cierre
de la oficina de intereses, coincidiendo con la
apreciación del dictador, no se sostiene.
Está bastante claro que Castro teme a la
libre información, y para los que aún
no se habían percatado, la reacción
de la dictadura debería despejarles las
dudas.
Pero la recomendación del Sr. Armengol
al final de su escrito seguro resultará
hiriente para todos los que se han sacrificado
y aún se sacrifican por llevar a Cuba hacia
el cause democrático, tanto del exterior
como desde el interior de la isla. El expresar
que es un error del exilio "dedicar tanta
energía y pensamiento al futuro y a la
posible transición" aparte de parecer
una simple despreocupación de un periodista
cubano exiliado, hace que nos preguntemos ¿Para
qué escribe Alejandro Armengol? Si no gasta
él energía escribiendo para el futuro
de Cuba ¿para qué o con qué
objetivo la gasta?
La libertad y la democracia en Cuba es deseable
que esté cerca, y si la muerte del dictador
es la única posibilidad que ve el escritor
para un cambio futuro, es respetable. Lo que no
es, medianamente digno, menospreciar la "energía"
gastada por miles de prisioneros políticos,
de miles de muertos, de disidentes y opositores.
El filósofo italiano Vincenzo Gioberti
alertó que "los mayores enemigos de
la libertad no son aquellos que la oprimen, sino
los que la ensucian" uno va aprendiendo la
realidad y actualidad de este pensamiento, y de
coincidir al igual que Abraham Lincoln en que
"los que niegan la libertad a los demás
no se la merecen ellos mismos".
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