Presos
por la misma barbarie
Víctor Llano. Libertad
Digital, España, 18 de enero de 2006.
La Comisión Cubana de Derechos Humanos
y Reconciliación Nacional confirma en su
último informe que son 333 los disidentes
encarcelados por la tiranía castrista,
39 más que en enero de 2004. Es lo que
tienen que agradecer las víctimas de Castro
a los burgueses que desde Europa -asumiendo la
iniciativa del Gobierno español- ofrecen
esperanza y diálogo a los herederos de
la barbarie.
En cualquier caso, para condenar la crueldad
comunista no necesitamos detenernos en el número
de presos políticos. Aunque no torturara
a un solo disidente, el régimen de Castro
seguiría siendo igual de aborrecible. Además,
es injusto denunciar sólo las condiciones
que sufren los presos políticos. Tal vez
en una dictadura se pueda hablar de disidentes
encarcelados. No en Cuba. Los cubanos no son víctimas
de una dictadura, lo son de una tiranía.
En la Isla-cárcel no hay únicamente
333 disidentes encarcelados. El dato no refleja
la realidad. Es falso e indiferente ante el sufrimiento
ajeno. Son cien mil los cubanos no afectos a la
gran patraña que se pudren en las más
de doscientas cárceles que han construido
sus carceleros.
Todas las dictaduras por el hecho de serlo son
condenables. Sin embargo, en muchas de ellas sus
víctimas consiguen sobrevivir al margen
de los designios del dictador. En la tiranías,
no. Menos en la cubana, donde la omnipresencia
del tirano acompaña desde su nacimiento
a su muerte a todas y cada uno de sus víctimas.
En Cuba, o eres afecto o eres disidente. Te pueden
caer varios años de cárcel por matar
una vaca, por alquilar una habitación a
un extranjero o por vender cigarrillos. La injusticia
robolucionaria no se detiene en la denuncia política
por pacífica que ésta sea, alcanza
a cualquier otra circunstancia. Y todas las circunstancias
pueden acabar siendo fatales si no simulas estar
en sintonía con los verdugos.
Los que las hemos sufrido, lo sabemos. En las
tiranías todo es política. Nada
permanece al margen. Menos aún en Cuba,
en donde cualquier vecino chivato puede, por un
motivo personal, acusarte de servir a una potencia
enemiga. No nos cansaremos de repetirlo. No sólo
333. Son cien mil los presos cubanos. La inmensa
mayoría de ellos, muy negros y muy pobres.
Los que se tienen por disidentes más o
menos comprometidos no deben olvidarse de los
que Castro califica de delincuentes. Es por su
política por lo que se pudren en prisión.
Por robar medicinas o alimentos para sus hijos
enfermos, por soñar con una lancha ligera
y segura, por negarse a participar en un acto
de repudio o porque se enamoró de ellos
la mujer de un policía. Es lo que tienen
las tiranías. La omnipresencia del Gran
Hermano.
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