PRENSA INTERNACIONAL
Enero 9, 2006
 

Talibanes con ataques de nervios

Raúl Rivero, El Nuevo Herald, 8 de enero de 2006.

Qué cosa más grande, caballeros, miren cuándo vino a llegar el hombre nuevo. Ahora, cuando todo el mundo anda recogiendo los bates y los más pícaros los quieren dejar sobre el terreno porque tienen asientos separados en otros escenarios.

Ha entrado en pleno año de gracia 2005, con un pulovito con letreros, discretamente primero, con mayor estridencia después y se ha puesto a vender gasolina racionada como si no fuera con él.

Se ha entregado el hombre nuevo a distribuir combustible y ha desplazado de un fogonazo a los robinhoods, ases del vale y el papel carbón, que arañaban las arcas del dueño del país.

Noble misión de este esperado hijo del socialismo antillano. Al fin, después de fracasar como estudiante en el sistema de adoctrinamiento que controla el Ministerio de Educación, sale a sacar los boniatos del fuego (recordad que en Cuba no hay castañas) a los funcionarios estatales y al gobierno que celebra con júbilo 47 años en el poder.

Ya está en combate y participa en trascendentales reuniones nacionales y sus resonancias atracan en los medios de todo el mundo. El hombre nuevo, con gorrita de pelotero y un discurso único por todo el país, creador de nuevas longitudes y portador de otra esperanza, el azote de las villanías, en la espuma de unas aguas errantes que han venido a limpiar la sociedad.

Esto es solo el principio. El hombre nuevo tiene para el futuro otros desafíos. Es seguro que después va a aparecer en las bodegas con su sonrisa suave y su gesto enérgico para evitar que aquéllos que, hace unos años fueron también el hombre nuevo, la briosa vanguardia premeditada, sigan escamoteando a la población unas onzas de arroz y de frijoles.

Así, paso a paso, hasta los restaurantes donde se venden primero las mercancías de los empleados y hasta las tiendas de un lujo mediano y sospechoso y al timón de los ómnibus, los trenes, las brigadas vanguardias, los barquitos de pesca, los aviones, los hospitales y las florerías, los parques infantiles y los cementerios, donde despojan de los dientes de oro a los difuntos presuntuosos.

A todas partes, el hombre nuevo a invadir la geografía. A los ministerios con sus banderolas y a los medios de propaganda con su nueva alegría y su palabra que fosforece y se presenta como una sucesión de cuchilladas al universo que se queda atrás.

El hombre nuevo, esta vez presentado como un sencillo trabajador social que viene a salvar el país de la corrupción y a trabajar por el sosiego de los talibanes que los pastorean. Miren eso cará, el hombre nuevo cuando están ya apagadas las luces del stadium.

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