Talibanes
con ataques de nervios
Raúl Rivero, El
Nuevo Herald, 8 de enero de 2006.
Qué cosa más grande, caballeros,
miren cuándo vino a llegar el hombre nuevo.
Ahora, cuando todo el mundo anda recogiendo los
bates y los más pícaros los quieren
dejar sobre el terreno porque tienen asientos
separados en otros escenarios.
Ha entrado en pleno año de gracia 2005,
con un pulovito con letreros, discretamente primero,
con mayor estridencia después y se ha puesto
a vender gasolina racionada como si no fuera con
él.
Se ha entregado el hombre nuevo a distribuir
combustible y ha desplazado de un fogonazo a los
robinhoods, ases del vale y el papel carbón,
que arañaban las arcas del dueño
del país.
Noble misión de este esperado hijo del
socialismo antillano. Al fin, después de
fracasar como estudiante en el sistema de adoctrinamiento
que controla el Ministerio de Educación,
sale a sacar los boniatos del fuego (recordad
que en Cuba no hay castañas) a los funcionarios
estatales y al gobierno que celebra con júbilo
47 años en el poder.
Ya está en combate y participa en trascendentales
reuniones nacionales y sus resonancias atracan
en los medios de todo el mundo. El hombre nuevo,
con gorrita de pelotero y un discurso único
por todo el país, creador de nuevas longitudes
y portador de otra esperanza, el azote de las
villanías, en la espuma de unas aguas errantes
que han venido a limpiar la sociedad.
Esto es solo el principio. El hombre nuevo tiene
para el futuro otros desafíos. Es seguro
que después va a aparecer en las bodegas
con su sonrisa suave y su gesto enérgico
para evitar que aquéllos que, hace unos
años fueron también el hombre nuevo,
la briosa vanguardia premeditada, sigan escamoteando
a la población unas onzas de arroz y de
frijoles.
Así, paso a paso, hasta los restaurantes
donde se venden primero las mercancías
de los empleados y hasta las tiendas de un lujo
mediano y sospechoso y al timón de los
ómnibus, los trenes, las brigadas vanguardias,
los barquitos de pesca, los aviones, los hospitales
y las florerías, los parques infantiles
y los cementerios, donde despojan de los dientes
de oro a los difuntos presuntuosos.
A todas partes, el hombre nuevo a invadir la
geografía. A los ministerios con sus banderolas
y a los medios de propaganda con su nueva alegría
y su palabra que fosforece y se presenta como
una sucesión de cuchilladas al universo
que se queda atrás.
El hombre nuevo, esta vez presentado como un
sencillo trabajador social que viene a salvar
el país de la corrupción y a trabajar
por el sosiego de los talibanes que los pastorean.
Miren eso cará, el hombre nuevo cuando
están ya apagadas las luces del stadium.
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