NOTICIAS
DE CUBA
El
Nuevo Herald
Detienen a dos supuestos agentes de Castro
en FIU
Rui Ferreira, El Nuevo Herald.
9 de enero de 2006.
El profesor de la Universidad Internacional de
la Florida (FIU) y su esposa arrestados este lunes
bajo cargos de espiar para Cuba, parecen ser veteranos
de la inteligencia cubana --con 30 y 20 años
de experiencia, respectivamente-- que iniciaron
sus actividades en territorio estadounidense por
separado hasta que se casaron, a inicios de la
década de 1990, y comenzaron a trabajar
juntos.
Según la fiscalía federal, en junio
pasado, el profesor Carlos M. Alvarez, de 61 años,
y su esposa, Elsa Prieto-Alvarez, de 55, admitieron
voluntariamente a la Agencia Federal de Investigaciones
(FBI) que llevaban años trabajando para
la inteligencia cubana.
Aparentemente, Alvarez lo hacía desde
1977, y ella a partir de 1982. Pero la fiscalía
no los ha acusado directamente de espionaje de
matiz militar, sino de ocultar al secretario de
justicia su condición de agentes de un
país extranjero, un delito que conlleva
un máximo de 10 años de cárcel.
''El confesó que estaba espiando para
Cuba'', y ''ella dijo [a los agentes] que sentía
más fidelidad hacia Cuba que a Estados
Unidos'', dijo el lunes el fiscal federal asistente
Brian K. Frazier durante una audiencia de fianza.
Alvarez es profesor de psicología en FIU
y su esposa es coordinadora de un programa de
entrenamiento de trabajo social, especializado
en intervención de crisis y terapia de
grupo, en el mismo recinto universitario.
La pareja fue arrestada en la madrugada del viernes,
y el lunes la presentaron ante la jueza de instrucción
Andrea Simonton, quien les denegó la fianza.
No está clara la razón por la cual
las autoridades decidieron dejarlos en libertad
en junio pasado tras las declaraciones de los
arrestados, pues según el fiscal federal
para el sur de la Florida, Alexander Acosta, éstas
constituyeron "una confesión''.
''Estábamos investigando'', dijo Acosta
escuetamente.
El arresto de la pareja se da a escasas semanas
de una vital audiencia de revisión del
caso de cinco hombres acusados de espiar para
Cuba, condenados a fuertes penas de cárcel
en Miami en el 2001.
A principios de febrero, el pleno de la Oncena
Corte de Apelaciones de Atlanta escuchará
alegatos sobre el caso de Gerardo Hernández,
Ramón Labañino, Fernando González,
Antonio Guerrero y René González,
quienes admitieron que trabajaban para el gobierno
de Cuba y cuyas severas sentencias fueron anuladas
en agosto del año pasado.
Según las autoridades, Alvarez y su esposa
enviaron a Cuba análisis de la situación
política en Estados Unidos, informaciones
sobre miembros y organizaciones del exilio cubano,
sobre el juicio, en el 2000, a la red de espionaje
cubana, a la vez que reportaron sobre las incidencias
de la saga del niño Elián González.
También informaron por lo menos la identidad
de un empleado de la FBI que fue alumno de Alvarez.
''Informaban sobre todas las personas con que
se relacionaban'', dijo Frazier.
Sin embargo, según el agente del FBI que
los interrogó, Ryan T. Young, ''no hay
evidencias de que tuvieran acceso a información
confidencial o militar, de carácter secreto'',
y la hubieran enviado a La Habana.
''No hubo nada de eso, señor'', respondió
Young a Steven Chaykin, el abogado defensor de
Alvarez.
Acosta dijo que los dos presuntos espías
cubanos pusieron en peligro la seguridad de Estados
Unidos, pese a que se movieron siempre en el mundo
académico.
''Siempre que espías trasmiten algún
tipo de información al gobierno de Cuba,
hay un peligro para Estados Unidos'', dijo Acosta.
Pero hay más, añadió: "Estas
personas estuvieron en contacto con jóvenes,
los quisieron influenciar en una edad en que son
muy influenciables''.
Por otro lado, Alvarez no trabajaba sólo
para FIU, sino que también prestaba servicio
de asesoría psicológica a los departamentos
de policía del condado Miami-Dade y la
ciudad de Miami.
''[El profesor universitario] hacía evaluaciones
psicológicas de los candidatos a policías
al momento del reclutamiento. Era una responsabilidad
enorme que tenía'', dijo Acosta.
Alvarez llegó a Estados Unidos en 1961
y se hizo ciudadano en 1973, mientras que su esposa
llegó posteriormente en una fecha indeterminada.
La pareja se conoció a fines de los años
1980, se casó y comenzó a realizar
juntos presuntas actividades de espionaje, dijo
Frazier.
''Ellos se ayudaban mutuamente'', precisó
el fiscal federal asistente.
En el registro efectuado en la residencia de
la pareja, donde viven con una hija de 12 años
y los padre de Prieto-Alvarez, las autoridades
encontraron todo tipo de parafernalia usada en
actividades de espionaje, dijo el fiscal.
Los agentes descubrieron un radio de onda corta
con una antena exterior, códigos de trasmisiones,
programas de computadoras para codificar y descodificar
mensajes.
Además, "nos dijeron que enviaban
disquetes a apartados postales con direcciones
en Estados Unidos y, al menos en una ocasión,
Alvarez fungió como correo para el espionaje
cubano de La Habana a Miami''.
El profesor de FIU era uno de los promotores
del llamado ''intercambio académico'',
y en diversas ocasiones, la última en el
2004, llevó a estudiantes universitarios
a la capital cubana.
Alvarez era muy conocido en círculos liberales
del mundo académico cubano, tanto de la
isla como el exilio. Participó en el ''Diálogo
de 1978'' en La Habana, el cual condujo a la liberación
de 3,600 presos políticos, y fue miembro
del comité ejecutivo del Instituto de Estudios
Cubanos (IEC). En la capital cubana, solía
establecer contacto con el Centro de Estudios
sobre Inmigración de la Universidad de
La Habana.
Antes de 1959, en La Habana, estuvo estrechamente
vinculado a la Agrupación Católica
Universitaria.
El arresto de la pareja provocó conmoción
entre amigos y colegas de trabajo.
El rector de FIU, Modesto Maidique, asistió
ayer a parte de la audiencia de fianza, pero no
quiso hacer declaraciones. El ex director del
Cuban Research Institute del mismo plantel, Lisandro
Pérez, dijo estar ''chocado'' con la noticia,
y alrededor de unos 80 que se concentraron frente
a la sala de audiencias, no ocultaban su disgusto
e incredulidad por el arresto.
Mientras, la FIU informó en un comunicado
que desconocía de las investigaciones,
pero anunció su compromiso de colaborar
con la fiscalía federal al tiempo que nombraba
su abogado para este caso al ex fiscal federal
Robert Martínez.
Por otro lado, la universidad puso a la pareja
de presuntos espías bajo licencia administrativa
con sueldo.
rferreira@elnuevoherald.com
Profesor de FIU y esposa acusados de espiar
para Cuba
Jay Weaver, The Miami Herald.
9 de enero de 2006.
Unos agentes federales han arrestado a un profesor
de la Universidad Internacional de la Florida
(FIU) y a su esposa por cargos de haber violado
la seguridad nacional. Carlos M. Alvarez y su
esposa, Elsita, arrestados el viernes por los
agentes, tienen fijada una audiencia en la corte
federal de Miami esta tarde, acusados de haber
ayudado a Cuba, según informan varias fuentes
allegadas a la investigación. Alvarez es
profesor auxiliar de estudios de liderazgo educativo
y político. FIU todavía se está
enterando de detalles sobre el arresto y no ha
tomado acción interna contra el profesor,
según dijo el portavoz Mark Riordan. La
pareja está bajo custodia en el Centro
Federal de Detención de Miami.
No había detalles immediatos sobre las
infracciones de seguridad. El encausamiento, emitido
a fines de diciembre, se abrirá esta tarde.
Esto ocurre ahora que una corte apelativa federal
de Atlanta se prepara para escuchar argumentos
el mes que viene en un caso de espionaje cubano
no relacionado con los Alvarez, en el que cinco
individuos fueron convictos de espionaje. La oncena
corte apelativa federal determinará si
la publicidad previa a ese juicio influyó
sobre el jurado.
Santeros conjuran los malos augurios
Andrea Rodriguez / Ap, La Habana.
9 de enero de 2006.
Devotos de la santería saludaron con una
ceremonia de tambores a Obatalá y Ochún,
las deidades regentes para el 2006, y les pidieron
bendiciones para no sufrir las consecuencias de
los malos augurios anunciados hace una semana
por sus sacerdotes.
Vestidos de blanco casi todos, cientos de creyentes
se reunieron en una casa de La Habana para homenajear
a los orishas (dioses) con ofrendas, música
y bailes.
''Esto es una ceremonia de tambores de fundamento
(tambores sagrados) para que los orishas se sientan
bien, especialmente dedicado a Obatalá,
pues este año gobernará la tierra'',
explicó Martín Suazo, uno de los
participantes.
Guiados por el babalao (sacerdote) Lázaro
Cuesta, los tambores batá solicitaron a
los dioses su permiso para iniciar las actividades
en un cuarto de la casona, donde pusieron un altar
en blanco (de Obatalá, patrono de las cabezas)
y otro dorado (de Ochún, señora
de la femineidad).
Velas, imágenes de palomas y algunas velas
adornaron el lugar.
Posteriormente, en una sala mayor en la parte
delantera de la vivienda, la percusión
se mezcló con los cantos antiguos y se
llamó a los ''hijos'' del panteón
yoruba para que presentaran sus respetos: pasaron
en sucesivos bailes Changó (señor
de la guerra), Yemayá (diosa de las aguas
y protectora de los pescadores), Babalú
Ayé (cuidador de los pecadores y los enfermos),
entre otros.
Hombres, mujeres y hasta algunos niños
también se tiraron al piso y besaron los
tambores, los cuales son el puente de comunicación
entre los seres humanos y los dioses.
''Soy un hombre religioso'', explicó Suazo.
''Nací en un hogar cuyos antepasados eran
yorubas. Ser santero es para mí la trascendencia
de la sangre, pero no dejo de saludar a Jesucristo
si entro en una iglesia católica'', agregó.
La semana pasada los babalaos divulgaron la Letra
del Año, un conjunto de pronósticos,
según la cual en el 2006 habrá que
estar atentos a la criminalidad, las guerras,
las enfermedades desconocidas y los fenómenos
climáticos.
Exigen libertad de balseros
Casto Ocando, El Nuevo Herald.
8 de enero de 2006.
Bajo el grito de ''¡tocaron tierra, tocaron
tierra!'', una treintena de familiares y amigos
de los balseros que llegaron a mediados de semana
al viejo Puente de las Siete Millas, protagonizaron
ayer una jornada de protestas frente a las instalaciones
del Servicio de Guardacostas en South Beach, exigiendo
la liberación de los cubanos.
Varios de los familiares de los 15 balseros que
todavía permanecen a bordo de un escampavías
de los guardacostas, decidieron pernoctar indefinidamente
en el puente de La Playa para acompañar
al activista Ramón Saúl Sánchez,
del Movimiento Democracia, que ayer se declaró
en huelga de hambre hasta que los balseros sean
admitidos a territorio norteamericano.
Al mismo tiempo, varios de los familiares iniciaron
consultas con abogados para actuar legalmente
con el fin de impedir la repatriación del
grupo a Cuba el próximo jueves.
''Si el Puente de las Siete Millas no es territorio
norteamericano, entonces tampoco lo es la estatua
de la Libertad de Nueva York'', argumentó
Sánchez, refiriéndose al criterio
del Servicio de Guardacostas de que la llegada
a un puente no ampara a los balseros bajo la ley
de "pies secos, pies mojados''.
El activista aseguró que continuará
la huelga ''día y noche'' porque ''honradamente
ya no se puede más. Estamos empezando el
año como si los cubanos fuésemos
pedazos de porquería'', acotó.
De acuerdo a los testimonios de los familiares,
el grupo de cubanos salió en la noche del
pasado 2 de enero desde Matanzas, y arribó
a una de las columnas del viejo Puente de las
Siete Millas en la madrugada del pasado miércoles
4, donde permanecieron luego que la embarcación
rústica en que viajaban terminó
de hundirse.
Los familiares aseguran que los balseros hicieron
por lo menos dos llamadas a través de un
celular facilitado por ''un buen samaritano''
que los vio y los quizo ayudar, según el
testimonio de Mariela Conesa, madre de Osniel,
de 13 años, y esposa de Marino Hernández,
dos de los balseros retenidos en el escampavías.
Conesa refirió con lujo de detalles a
El Nuevo Herald la conversación que sostuvo
con su esposo esa mañana. Sin embargo,
todavía no está claro cómo
llegó el celular a manos de los balseros,
que hicieron varias llamadas a las 6:12 de la
mañana del miércoles.
''Ellos tocaron tierra y les deben dar la libertad.
Ese pedazo de concreto (del puente) está
sobre tierra'', indicó Mercedes Hernández,
Dana Warr, portavoz del Servicio Guardacostas,
declinó dar comentarios a El Nuevo Herald
sobre el estado y la ubicación de los balseros,
"hasta que todo haya concluido y que Inmigración
tome una decisión''.
Los familiares de los balseros retenidos aseguraron
ayer que el grupo de 15 cubanos, entre los cuales
viajan dos infantes, llegó a los Cayos
''en una embarcación construida por sus
propios medios'' y no como una operación
de tráfico humano.
También mostraron fotografías de
prendas de vestir y recipientes de agua abandonados
por los balseros en uno de los tramos del puente,
como prueba de su breve estadía en la estructura.
''Sabemos que llegaron a tierra porque recibimos
llamadas de ellos, pidiendo ayuda'', dijo Aracelys
Hernández, tía de Elizabeth Hernández,
que viajó desde Matanzas con su esposo
Junior y su hijo Maikel.
Mariela Conesa dijo que este es el tercer intento
de sus familiares por alcanzar territorio estadounidense
en menos de año y medio desde la provincia
de Matanzas, utilizando embarcaciones rústicas.
''Lo que le pido al presidente (Bush) es que
soy una madre cubana que lo único que quiere
es reunirse con su familia'', dijo Conesa visiblemente
afectada.
Los manifestantes portaban carteles con mensajes
como ''Señor Presidente, a quién
pertenece el puente, a Cuba o a USA?'', y "Si
ellos son pies secos, ¿por qué los
devuelven a Cuba?''.
Daumara Hernández, hermana de Marino y
tía de Osniel, dijo que están estudiando
acciones legales a partir de este lunes, si antes
no son devueltos los balseros.
''Tenemos que mantenernos en pie de lucha. El
Puente de las Siete Millas es territorio americano.
Si aquí existen leyes, no pueden ser violadas
por los propios agentes de Inmigración'',
dijo Miguel Saavedra, de Vigilia Mambisa, que
respaldó la protesta.
Los Reyes Magos llegan a hijos de disidentes
Associated Press, La Habana. 7
de enero de 2006.
Hijos de disidentes cubanos encarcelados se congregaron
ayer para una fiesta de celebración de
la llegada de los Reyes Magos, a fin de recibir
regalos pagados por un poderoso grupo de exiliados
en Miami.
Pero las esposas de activistas presos que organizaron
la fiesta dijeron que se realiza en un momento
en que los opositores al gobierno tienen poco
que celebrar en la isla.
''Estoy muy desesperada,'' dijo Dolia Leal, cuyo
esposo, Néstor Aguilar, cumple una sentencia
de 13 años de cárcel. "Cada
día hay más represión, y
no veo señal alguna de que vayan a liberar
a los presos''.
La represión del gobierno contra disidentes,
a comienzos del 2003, culminó en el arresto
de 75 activistas políticos y de periodistas
independientes. Quince han sido liberados por
razones de salud, quedando 60 prisioneros que
se quejan de problemas de salud y de condiciones
insalubres en sus celdas.
Familiares de presos y varios activistas cubanos
han denunciado también un creciente hostigamiento
por parte de simpatizantes del gobierno en meses
recientes.
Leal, que vive sola en un apartamento de la Habana,
dijo que ha sufrido dos protestas agresivas por
los partidarios del gobierno frente a las puertas
de su hogar, en octubre y en noviembre, y que
sus vecinos han dejado de hablarle.
El gobierno cubano condenó a los activistas,
tras acusarlos de ser mercenarios al servicio
de Estados Unidos y de intentar derrocar al gobierno
de Fidel Castro. Los disidentes y Washington han
negado los cargos.
Pero familiares de los disidentes admitieron
que han recibido ayuda financiera de exiliados
cubanos. Las esposas que organizaron la fiesta
del sábado compraron a los hijos regalos
adquiridos con dinero de la Fundación Nacional
Cubano Americana, un grupo de presión con
sede en Miami que se opone al régimen de
Castro.
Más de una docena de niños recibieron
armas y automóviles de juguete, así
como muñecas, en la casa de Laura Pollán,
esposa del prisionero Héctor Maseda, para
celebrar la fiesta de los Reyes Magos.
Pollán dijo que los regalos fueron para
77 hijos e hijas de presos y fueron distribuidos
en distintas partes de la isla.
Lieni Moya, hija del preso Angel Moya Acosta,
recibió de regalo un reloj.
''Estoy feliz con el regalo'', dijo Moya, de
14 años. "Pero extraño a mi
padre. No lo veo desde el 3 de octubre, y no sé
cuándo será la próxima visita.
La parte más difícil es no poder
hablar con él. El siempre me da buenos
consejos''.
ocasto@herald.com
Las Cabañitas: un infierno cubano
Gerardo Reyes, El Nuevo Herald.
8 de enero de 2006.
A Nelson Rodríguez Diéguez le ofrecieron
sus verdugos la posibilidad de rezar un Padrenuestro
antes de morir ahorcado con una soga al cuello.
''Si crees en Dios, en ése que tú
crees, reza para que te salves'', recuerda que
le dijo uno de los guardias.
El agente de Seguridad del Estado comenzó
dos veces la oración para que la víctima
lo secundara, pero Rodríguez decidió
adelantar su muerte y se lanzó de la silla
a la que lo habían subido desnudo con un
capuchón en la cabeza.
El prisionero político de 22 años
cayó en el piso y supo que estaba vivo
porque en el golpe se arrancó de raíz
una uña del pie y escuchó las carcajadas
de los guardias. La soga no había sido
atada en el otro extremo.
''Me zumbé porque yo sabía que
si me tiraba me mataba de un viaje'', explicó
Rodríguez. "Yo me tiré para
ahorcarme rápido, me caí y se me
cayó una uña. Me sacaron, yo iba
regando sangre. Uno no piensa nada cuando lo van
a matar, uno queda en blanco''.
La broma siniestra, al mejor estilo de la prisión
iraquí de Abu Ghraib, según Rodríguez,
ocurrió en Cuba en 1962 y fue sólo
uno de varios sistemas que la inteligencia cubana
utilizaba para doblegar emocionalmente a los enemigos
de la revolución naciente.
Durante 120 días, Rodríguez fue
uno de los inquilinos forzados de Las Cabañitas,
o el Punto X, como se conocía una casona
de campo situada probablemente a unos 10 kilómetros
de La Habana que fue convertida por la Seguridad
del Estado en una industriosa estación
de violentos interrogatorios.
Cada habitación, cada cochiquera, cada
caballeriza, el sótano, la piscina y hasta
el aljibe, toda la hacienda que un día
perteneció a una familia acomodada, fue
transformada en una prisión de reblandecimiento
sicológico y sistemático de los
detenidos, explicaron a El Nuevo Herald algunos
de los que estuvieron detenidos allí.
Lo que ocurrió en este lugar, según
ellos, es un episodio olvidado de la historia
tantas veces descreída e ignorada de la
tortura en Cuba en los albores del triunfo de
la revolución.
La tortura en la isla era refinadamente sicológica,
invisible, aunque su secuela de turbación
es similar a cualquier descarga eléctrica,
dijeron.
''Era tortura sin sangre'', explicó Enrique
Cepero, odontólogo de Miami, quien fue
interrogado en este lugar acusado de recibir armas
de Estados Unidos para el Movimiento de Recuperación
Revolucionario (MRR).
Algunos de los prisioneros narraron cómo
fueron sometidos a otras ejecuciones falsas y
a un régimen de frío, hambre y terror
en el que perdieron la noción del tiempo.
Sus interrogadores buscaban desesperadamente los
nombres de los compañeros de conspiración
y las conexiones con la Agencia Central de Inteligencia
(CIA), patrocinadora de algunas de sus operaciones.
Otro de los peores momentos de su estadía
en Las Cabañitas, recordó Rodríguez,
fue el día en que a los guardias se les
ocurrió descolgarlo con un soga hacia la
profundidad del aljibe de la finca con la advertencia
de que en el fondo había un pozo de pirañas.
La angustia, explicó, no sólo era
lo que podría encontrar al final, sino
que a mitad del recorrido se quedó sin
aire. A los pocos minutos, cuando temían
que podría desfallecer, los guardias lo
halaron a la boca del aljibe.
Durante sus 47 años en el poder, Fidel
Castro ha insistido en que en Cuba jamás
ha habido una sola víctima de tortura y
ha retado al mundo a que encuentre la más
mínima evidencia del fenómeno. En
diciembre del 2004, ordenó instalar una
enorme valla frente a la Sección de Intereses
de Estados Unidos en La Habana con fotografías
de las torturas en Abu Ghraib y la palabra ''Fascistas''
en un extremo.
''¿Quién de nosotros, quién
de ustedes, cuál de nuestros compatriotas
admitiría tranquilamente la historia de
un solo ciudadano torturado, a pesar de los miles
de actos de barbarie y de terrorismo cometidos
contra nuestro pueblo?'', preguntó Castro
en noviembre del año pasado en la celebración
del 60mo. aniversario de su ingreso a la Universidad
de La Habana.
La respuesta está a este lado del mar
Caribe. Los cubanos entrevistados consideran que
el tratamiento que recibieron en las prisiones
cubanas fue mucho más brutal y despiadado
que el régimen de Abu Ghraib.
''Ojalá me hubieran torturado como a los
presos de Abu Ghraib poniéndome un blumer
en la cabeza'', comentó Laureano Pequeño,
otro de los presos de Las Cabañitas.
De un promedio de 65 años, los ex prisioneros
son parte de una generación de universitarios
que lucharon contra la dictadura de Fulgencio
Batista y años más tarde, desilusionados
con Castro, decidieron conspirar contra el régimen.
Casi todos eran muchachos ''bitongos'' -- de
familias acomodadas -- inmaduros políticamente
pero con una gran sensibilidad ante la injusticia.
A finales de 1961, el grupo fue infiltrado. Uno
por uno cayó arrestado. Después
de cumplir de 10 a 15 años de prisión,
y gracias a un acercamiento con el gobierno de
Castro promovido por el presidente Jimmy Carter,
varios salieron hacia Estados Unidos donde creen
que viven también quienes los delataron.
Los ex prisioneros, pertenecientes al Directorio
Estudiantil Revolucionario (DER) y al Movimiento
30 de Noviembre, relataron a El Nuevo Herald,
paso a paso, el procedimiento al que fueron sometidos
por lo menos 45 de su grupo en Las Cabañitas,
cuando la revolución no tenía más
de tres años.
El viaje comenzaba generalmente en Quinta y Catorce,
entonces sede de la Seguridad del Estado (G2),
en La Habana, donde eran puestos en un jeep con
los pies de sus captores sobre la espalda, bocabajo,
y los ojos vendados.
En el camino los guardias se encargaban de recordarles
que casi nadie regresaba vivo de Las Cabañitas.
Alrededor de 20 minutos más tarde llegaban
a una casa intermedia de una zona semirrural,
de donde eran transferidos a un camión
de la Lechería Punta Brava o a una furgoneta
que finalmente los transportaba al Punto X. Cuatro
décadas después, para algunos de
lo prisioneros el tintineo de las cantinas de
leche cuando golpeaban unas con otras por el camino
hacia la finca, suena hoy a campanazos de sepelio.
Nadie sabe a ciencia cierta dónde estaba
situado el lugar. Podría ser en algún
paraje del municipio de Wajay, a unas 10 millas
de La Habana, cree Juan Valdés de Armas,
ex miembro del ejecutivo del DER interrogado en
Las Cabañitas.
Algunos de ellos coinciden en que muy cerca pasaba
un ferrocarril, quizás el que llevaba caña
al Central Toledo. Valdés cree saber dónde
estaba la finca porque un día, ya libre,
tuvo que pintarla, y Cepero sospecha de su ubicación
porque varias veces desde su celda escuchó
el claxon con notas musicales de un jeep de un
amigo que tenía una hacienda en la zona.
Al llegar los desnudaban -- aunque a algunos
los dejaban en calzoncillos o les entregaban un
overall -- y los confinaban a los cuartos de la
hacienda, incluyendo un par de construcciones
situadas frente a la piscina y llamadas ''las
burguesitas'' por los guardias.
En Las Cabañitas, cuyo diminutivo siempre
les pareció un chiste cruel, los esperaba
un equipo de interrogadores y dos perros rabiosos.
Uno de los perros se llamaba Atila y a uno de
los interrogadores le decían Venturita,
en memoria de uno de los más sanguinarios
torturadores del régimen de Fulgencio Batista.
''La luz del bombillo de la habitación
jamás era apagada'', recuerda Raoul Cay
Gispert, quien estuvo preso en el lugar con su
padre, Raoul Cay Hernández.
''Tenías que dormir desnudo sobre un piso
mojado, que alguien mojaba porque el agua no caía
del techo'' agregó.
Cay Gispert, quien militaba en el ejecutivo del
DER, explicó que a los pocos días
de llegar al lugar se perdía la noción
del tiempo. Las ventanas estaban cubiertas con
láminas de madera y las comidas eran servidas
en horarios imposibles de prever.
''Un día te daban el desayuno y una hora
después el almuerzo y a las tres la comida,
y al día siguiente te daban sólo
una comida'' explicó Cay Gispert. "Cada
comida cabía en el cuenco de la mano''.
Según el dentista Cepero, no eran más
de 700 calorías al día, lo mínimo
para sobrevivir.
Cay Gispert fue un entusiasta defensor de la
revolución de Castro. Al lado de sus mejores
amigos, los hermanos gemelos Tony y Patricio de
la Guardia, este último oficial del G2,
conoció a los grandes líderes del
gobierno revolucionario y sacó provecho
de un cómodo empleo como inspector del
ayuntamiento de La Habana. Cay Gispert, entrenador
de remo, vivía en la misma casa con los
gemelos.
Pero un día los ideales se le derrumbaron,
relata. Un ahijado de su padre, quien había
sido ''casquito'' [soldado] de Batista le mostró
las marcas que le dejaron en el cuello ''gente
de la Seguridad'' con un soga que le pusieron
para levantarlo poco a poco hasta dejarlo al borde
de la asfixia en un procedimiento que repitieron
varias veces.
''Yo no podía creer eso. El hombre nuevo
de la revolución no tortura'', dijo.
Otras injusticias lo convencieron para empezar
a conspirar en 1961 con el DER.
El salón de interrogatorios de Las Cabañitas
estaba en el segundo piso de la construcción.
Desnudo, frente a la pared y al lado de una camilla
de enfermería, el preso era sometido a
largos interrogatorios hechos por personas que
parecían tener entrenamiento en el oficio.
Rodríguez, quien militaba en el Movimiento
30 de Noviembre, sostiene que en ese lugar le
pusieron bloques de hielo en la espalda y lo interrogaban
con los brazos hacia arriba.
''Un día perdí el conocimiento,
caí de frente al piso porque no resistía
más estar con los brazos arriba ni más
interrogatorios'', dijo Rodríguez.
En el sótano de la finca, cuyo piso estaba
inundado, los guardias instalaron un poderoso
aire acondicionado. El lugar alcanzaba temperaturas
de congelamiento. Allí fueron enviados
varios prisioneros.
''Fue tal vez lo peor para mí'', dijo
uno de los ex presos que pidió no ser identificado.
"En el punto en el que ya me privaba por
el frío, apagaban el aparato y cuando ya
recuperaba la conciencia volvían a prenderlo''.
Pequeño tuvo una experiencia similar.
Cuando los interrogadores perdían la paciencia
por el silencio del detenido, afirma Cepero, 'sacaban
sus pistolas 'estrellas rojas', que eran las que
le daban a los oficiales de más alta graduación
y te la ponían al frente y gritaban que
te iban a matar ahí''.
A menudo las latas que les entregaban para orinar
no eran suficientes y los presos debían
orinar en el piso de la celda sobre el cual tenían
que dormir. A defecar los llevaban encapuchados.
En el trayecto era común que los guardias
gritaran repentinamente que los perros estaban
allí sueltos y podían atacar.
''Y uno desnudo, con la cabeza cubierta, se detenía,
quedaba congelado mientras sentía a los
perros gruñendo y respirándole por
las costillas'', relató Pequeño.
''Yo te digo que las torturas más horrorosas
que tú te puedes imaginar son las que hicieron
ellos y sin embargo no te dieron ni un puñetazo
ni un trancazo con un palo'', agregó Rodríguez.
"A usted lo tienen en un lugar así,
desnudo permanentemente y durmiendo sobre un piso
húmedo, más de 50 días. Era
piso pelado, tienes sed permanentemente, tienes
hambre, tienes frío permanentemente y te
interrogan día y noche, y te hacen simulacros
de muerte. ¿Quieres más tortura
que eso?''
Los que saben soñar, los que jamás
olvidan
Daniel Shoer Roth, El Nuevo Herald.
8 de enero de 2006.
Todas las noches, el mismo recuerdo tortura su
mente.
Una mujer, sola, yacía desesperada en
la calle trayendo al mundo una nueva alma, mientras
que el gueto susurraba el silencio del adiós.
Unos alemanes arrancaron a la criatura de su vientre,
la lanzaron al aire y la despedazaron a tiros.
Luego mataron a la madre y al judío que
intentó darle una mano para salvarla.
Esa memoria, teñida de dolor, es uno de
los abundantes fantasmas que deambulan por las
pesadillas de Henry Frydman.
Otro es el repaso de su marcha fúnebre
al túnel donde, con un pedazo diario de
pan tieso en el estómago, era sujeto a
trabajos forzados por más de 12 horas que
desplomaban a sus compañeros en la oscuridad.
En ese frígido recorrido, su mirada escapaba
de los cuerpos que colgaban ahorcados por desobediencia.
Sus oídos retumbaban con el estallido de
las ametralladoras que provocaba un eco punzante
en las paredes del subterráneo.
Su soledad lo acompaña desde que vio a
sus padres y hermanos partir hacinados en un tren
hacia un horizonte llamado Treblinka, donde el
hedor que emanaba de las chimeneas de las fábricas
de muerte viajaba por pueblos en los que nadie
olfateó nunca un extraño olor. ''No
importa donde uno estuviera, la tortura estaba
presente'', testificó Frydman, polaco de
87 años, quien vive en Aventura. "Deshumanizándonos,
nos hacían sentir animales. . . Nos arrebataban
nuestras pertenencias, nuestras familias, nuestras
esperanzas''.
Quedan pocos sobrevivientes como Frydman que,
más allá de las barracas, los museos
y los memoriales, den fe del Holocausto, por antonomasia
el más leal embajador de la tortura. La
maldad nunca encontró mejor amigo que el
nazismo, que pretendió extinguir de la
faz de la tierra a un pueblo entero.
Por generaciones, sus ancestros habían
vivido, a duras penas, en una tierra fría
que una vez les había dado la acogida.
Pero el 1ro. de septiembre de 1939, entraron a
Czestochowa las tropas nazis que al instante bautizaron
''el lunes sangriento'', en el que se le disparó
azarosamente a los transeúntes "como
si se tratara de cortar la grama''.
Cuando el macabro proyecto Endlosung der Judenfrage
(Solución Final al Problema Judío)
tocó a la puerta del gueto, Frydman, de
23 años, tuvo la dicha de ser seleccionado
entre un grupo de jóvenes que irían
a trabajar a una fábrica de municiones.
En medio de las cenizas, se unió a una
cuadrilla insurgente que anheló revelarse
contra los verdugos, para pronto verse enfilado
en el pelotón de fusilamiento.
''Estaba en la línea cuando uno de la
Gestapo dijo que necesitaba dos perros para ayudarle'',
relató Frydman. "Entonces otro le
dijo que se llevara a este perro negro, porque
mi cabello era negro. En lo que caminaba hacia
fuera, escuché las armas que acabaron inmediatamente
con mis amigos: ahí mismo''.
En los albores de 1945, fue transportado ''como
ganado'' a Buchenwald, un campo de concentración
en Alemania, donde por horas, diariamente, lo
mantenían de pie con escasa vestimenta
en las frígidas temperaturas, mientras
enumeraban a los hebreos y los distribuían
como mano de obra para las fábricas alemanas.
Fue así como lo despacharon a Dora, un
campo próximo a un peligroso túnel
en el que se producían misiles. Frydman
era obligado a cargar equipos por 12 horas continuas.
En las barracas, las condiciones eran infrahumanas:
cuatro dormían espalda contra espalda sobre
dos tablas de madera, sin poder moverse porque,
de hacerlo, las golpizas los aniquilaban. No había
agua ni cobijas para protegerse.
Luego de marchar durante dos horas hacia el túnel,
les arrojaban un pedazo de pan, su alimento para
el resto del día.
"Había que comérselo de inmediato,
porque si no el prisionero de al lado te lo arrancaba''.
''Sentía que mi existencia era vaga'',
me relató Frydman. "Si me preguntas
cómo sobreviví, no lo sé''.
El 15 de abril de 1945, el día en que
los aliados lo liberaron, conciente de la soledad
que lo castigaba, Frydman pudo sentirse humano
de nuevo. Rápidamente, se encomendó
a buscar a la novia de la cual había sido
separado años antes en el gueto, y emprendió
una odisea que lo llevó a un hospital en
las afueras de Munich, donde halló a Sabina.
Un año después, contrajeron nupcias
bajo la bendición de un rabino norteamericano
que acompañaba a los militares. Cuando
emigraron de Bergen-Belsen a Nueva York, en 1950,
y festejaron junto a su pequeño de dos
años su primera cena de Acción de
Gracias, The New York Times publicó su
atropellada pero mágica historia de amor.
Ahora cuando su mirada se asoma al pasado, Frydman
ve a sus hermanos falleciendo en el sueño
o baleados sangrientamente frente a sus ojos.
''Nuestra tortura era la muerte. No había
tal cosa como ser llevado a un interrogatorio
por la Gestapo y salir vivo de allí. Sea
lo que fuera, te mataban en el sótano'',
aseveró. "Mucha gente no quería
vivir más, porque no teníamos motivos
para seguir viviendo: ya no eras un nombre, sino
un número''.
Para él, sobrevivir ha significado perpetuar
la existencia del pueblo judío. Por eso
formó una familia. Durante los últimos
15 años, ha repetido su historia innumerables
veces frente a estudiantes que visitan el Memorial
del Holocausto en Miami Beach. "No hay muchos
sobrevivientes que lo hagan; casi ya no quedan''.
''Disfruto de ver a mis hijos y nietos disfrutar
de la vida. Es el placer de mi vida'', me dijo
Frydman.
Eso mismo me habían dicho mis abuelos.
dshoer@elnuevoherald.com
Encendida polémica por la suerte de
balseros cubanos
Wilfredo Cancio Isla, El Nuevo
Herald. 7 de enero de 2006.
En un comienzo de año de intensa actividad
migratoria desde Cuba, 15 balseros retenidos por
el Servicio Guardacostas han desatado una singular
polémica sobre sus derechos como refugiados
por haber alcanzado un puente derruido de los
Cayos de la Florida en lugar de la tierra costera.
Los cubanos --entre ellos un menor de dos años--
se encontraban anoche en un escampavías
del Servicio Guardacostas, mientras familiares,
líderes políticos y activistas comunitarios
gestionaban la permanencia en el territorio estadounidense,
alegando que están respaldados bajo la
definición legal de "pies secos/pies
mojados''.
El eje de la controversia está en si el
antiguo puente de las Siete Millas --a la altura
de Marathon y Little Duck Key-- es considerado
o no suelo estadounidense. El puente, construido
en 1912 como parte del proyecto del pionero urbanizador
Henry Flagler para extender el ferrocarril hasta
los Cayos, se convirtió en una instalación
obsoleta y abandonada desde 1982, cuando se terminó
una moderna edificación vial a su lado.
Según testimonios de familiares en Miami,
los inmigrantes salieron en la medianoche del
2 de enero desde Canímar, en la provincia
de Matanzas, y arribaron alrededor de las 2 a.m.
del pasado miércoles a las inmediaciones
del puente, luego que la embarcación en
que viajaban se quedara sin combustible y se vieran
obligados a remar para alcanzar la costa.
Esa misma mañana del 4 de enero el Servicio
Guardacostas repatriaba 88 cubanos por Bahía
Cabañas, elevando a 126 el número
de personas devueltas a la isla en lo que va de
año. En apenas el estreno del 2006 las
autoridades han interceptado a 84 cubanos, en
una espiral incontrolable de viajes ilegales.
''A las 2:30 de la madrugada del miércoles
me llamaron desde un teléfono celular para
decirme que estaban debajo del puente, encaramándose
en unas piedras'', relató anoche Mariela
Conesa, residente en Hialeah. "La última
vez que me comuniqué con ellos fue a las
6:12 de la mañana... después fue
que llegaron los guardacostas''.
Conesa, quien emigró por vía marítima
a Estados Unidos en 1998, asegura que el grupo
está formado por familiares y amigos, y
que el viaje se realizó utilizando un bote
rústico, sin mediación de contrabandistas.
''Aquí no hay contrabando, te puedo poner
las manos en un picador'', aseguró la mujer,
quien tiene entre los viajeros a su esposo Marino
Hernández y al hijo de ambos, Osniel Hernández,
de 13.
Mercedes Hernández también pudo
comunicarse desde Hialeah con su sobrina Elizabeth
Hernández, de 23 años, al amanecer
del miércoles. Elizabeth viajó con
su esposo Junior Blanco y el niño del matrimonio,
Maikel Junior Blanco, de dos años.
''Me dijo que a cuatro cuadras veía la
tierra'', narró anoche Mercedes. '' Esa
tarde un pescador rescató varias pertenencias
de ellos que se quedaron ahí en las piedras:
una frazada del niño, jabas donde traían
comida, una gorra, un pulóver amarillo,
una chubasquera y un pedazo de la soga que tenían
para amarrar el bote'', señaló Mercedes,
quien llegó a EEUU a bordo de una lancha
en 1992.
Pero la interpretación de las autoridades
costeras no favoreció al grupo. El Servicio
Guardacostas declinó comentar sobre el
incidente, acorde con la política de privacidad
sobre casos en proceso.
Para la abogada de inmigración María
Domínguez, quien respalda a los familiares
de Miami, si se confirman los testimonios recogidos,
el grupo debe ser traído de inmediato a
tierra en virtud de las leyes vigentes.
''De acuerdo con la regulación migratoria
que aparece citada incluso en la página
electrónica del Servicio Guardacostas,
no hay discusión de que estos inmigrantes
deben ser considerados pies secos'', opinó
Domínguez.
La regulación del Departamento de Justicia
menciona bajo la denominación de pies secos
a aquellas personas que tocan ''territorio estadounidense,
puentes, muelles o arrecifes'' y deben quedar
sujetos a un proceso de inmigración. En
el caso de los cubanos, los acuerdos migratorios
de 1995 permiten radicarse a quienes arriban a
suelo de EEUU, y establecen la repatriación
a los detenidos en alta mar.
En una carta enviada ayer al capitán Robert
Grant, del Servicio Guardacostas, la congresista
cubanoamericana Ileana Ros-Lehtinen insistió
en el derecho de los detenidos a permanecer como
refugiados en el país.
''Estos 15 cubanos, entre ellos dos niños
menores, deben ser procesados por Inmigración
porque el [antiguo] puente de las Siete Millas
es parte de los Cayos'', señaló
Ros-Lehtinen. "Estos cubanos han venido en
busca de libertad''.
El senador demócrata por la Florida, Bill
Nelson, se ha sumado a la petición de no
repatriarlos.
Los familiares han anunciado para la mañana
de hoy una vigilia frente a la sede del Servicio
Guardacostas en Miami Beach.
wcancio@elnuevoherald.com
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