Que
se enseñe a nuestros niños la verdad sobre Cuba
Frank J. Bolaños, El
Nuevo Herald, 26 de abril de 2006.
En la Cuba castrocomunista la patria potestad
predomina sobre el derecho paternal. Los niños
y la familia son un instrumento más del
estado y sus derechos son reducidos a lo que el
"comandante en jefe ordene''.
En Miami, Florida, de los Estados Unidos de América,
las cosas son diferentes. Por eso, cada día
son más los cubanoamericanos que se oponen
a que el libro Vamos a Cuba esté en las
manos de niños inocentes de cinco a diez
años de edad, que estudian en las escuelas
públicas del condado de Miami-Dade.
Basado en la premisa ''la gente de Cuba come,
trabaja y estudia como tú'' (página
5), este libro presenta una imagen falsa de Cuba.
El libro desorienta y confunde a nuestros niños
más pequeños, que no han adquirido
los elementos de juicio y análisis crítico
para distinguir entre la mentira y la verdad.
Las imágenes, mentiras y omisiones de este
libro insultan a muchos cubanoamericanos y al
pueblo oprimido de Cuba, que ha vivido o vive
una realidad muy diferente y triste.
Reafirmamos que la editora Heinemann tiene el
derecho de publicar el libro Vamos a Cuba. A la
vez, insistimos en que las escuelas públicas
no tienen que comprarlo. El comprarlo o no es
determinado por el elemento de juicio individual
que ejerce una bibliotecaria, director de escuela
o jefe de departamento en cumplimiento de los
reglamentos establecidos de la Junta Escolar.
Según estos reglamentos, los libros que
se compran para los niños del sistema escolar
público deben contribuir a la educación
del niño, ser verídicos y no crear
estereotipos negativos. Este libro no cumple con
estos requisitos; la regla y el proceso establecido
no se siguieron al adquirir este libro.
La controversia alrededor del libro para niños
Vamos a Cuba vuelve a demostrar la dualidad e
hipocresía con la cual algunos tratan al
exilio cubano. Con actitud severa y aire superior,
los autotitulados defensores únicos y absolutos
de las libertades del hombre se muestran intolerantes,
una vez más, ante las opiniones y sentimientos
de un importante y numeroso grupo de cubanos y
cubanoamericanos. Critican, con abierto desdén
y desprecio, los argumentos e intenciones de aquéllos
que en carne propia han defendido la democracia
y sufrido las consecuencias del absolutismo totalitario.
Intentan, no solapadamente, desprendernos de los
mismos derechos a la oposición, la réplica,
los derechos paternales y la protesta cívica
y democrática que supuestamente defienden.
Estos individuos reclaman, con militancia, estos
derechos para los demás pueblos del mundo,
pero no para los cubanos del exilio miamense que
no olvidan a su patria y pueblo oprimidos. Por
alguna razón que desconocemos, pero sospechamos,
asumen una posición aparentemente discriminatoria,
difamatoria y elitista.
Cada padre tiene el derecho de pedir que las
escuelas públicas les digan y enseñen
la verdad a sus hijos. Como padres y cubanos tenemos
el derecho y la responsabilidad de insistir en
que se diga la verdad sobre Cuba. Es nuestro deber
velar por que nuestros hijos conozcan la verdad
sobre la experiencia y el calvario cubanos.
Como padres, honramos nuestra herencia con su
transmisión verídica a nuestros
hijos. Al oponernos a esta injuria, como hijos
también que somos de padres sacrificados,
cumplimos con una promesa sagrada ante nuestros
padres, presos políticos, mártires
y muertos. Sabemos que hay algunos que no entienden
este lenguaje. Con paciencia, pero sin abandonar
nuestro derecho y responsabilidad, se lo seguiremos
explicando.
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