Gianni
Vattimo: las trampas de la diferencia
Emilio Ichikawa, El
Nuevo Herald, 22 de abril de 2006.
El filósofo noritaliano Gianni Vattimo
ha firmado una carta dirigida al Fiscal General
de los Estados Unidos, el señor Alberto
Gonzales, pidiendo la libertad de cinco cubanos
que La Habana considera injustamente procesados
por la justicia norteamericana. En un gesto recíproco,
el gobierno cubano le ha otorgado un título
académico.
La institución encargada de hacerlo fue
el Instituto Superior de Arte (ISA), sin dudas
la más pertinente para el empeño.
No sólo porque Vattimo es un respetado
profesor de estética de la Universidad
de Turín, sino porque es precisamente el
ISA, y no tanto la Universidad de La Habana, el
centro que desde hace décadas oficia como
una suerte de vanguardia teórica habanera.
Lo fue sin dudas en los años 80 y 90,
cuando la propuesta filosófica de Vattimo
fue leída como un cuestionamiento a las
opciones ideológicas ''duras'' del castrismo,
el marxismo y el nacionalismo radical con formalidad
antiamericana.
Vattimo había propuesto, frente a los
arquetipos subyugantes de la modernidad, una doble
actitud de crítica y piedad sintetizada
en el lema de ''pensamiento débil''. Lo
más consecuente con su punto de vista sería
la crítica al castrismo que, si bien parece
un discurso emancipador cuando se proyecta hacia
fuera, es uno de los ''imperialismos'' más
indecentes cuando apunta hacia su propia gente.
El castrismo es una forma perversa de anticubanismo.
Sin embargo, Vattimo ha entendido en La Habana
que no es la disidencia cubana ni la heterodoxia
de sus artistas e intelectuales lo que está
en consonancia con su filosofía, sino precisamente
el discurso ''holístico'' y ''antidiferente''
de Fidel Castro. Considera que la revolución
cubana sigue siendo un buen proyecto y aún
le cree a Castro su imaginaria batalla contra
los Estados Unidos.
Parafraseando a Lenin, Vattimo evidencia que
el antiamericanismo no es más que la enfermedad
infantil del antimperialismo; una suerte de criticismo
vergonzante pues, en lugar de encarar al capitalismo
en su misma esencia, se dirige a su manifestación
más espectacular y atractiva, que es su
variante norteamericana.
Si Vattimo de verdad quisiera ser ''antimperialista'',
debería empezar por emanciparse del imperialismo
alemán y no del norteamericano. No son
Emerson o Thoreau, Hollywood o Disney quienes
han doblegado el pensamiento de Vattimo, sino
la aplastante ontología alemana, la cual
glosa y traduce desde su tesis de juventud.
Después de graduarse en Turín,
hacia 1959, Vattimo realizó un viaje de
estudios a Heidelberg, donde le sedujeron los
dictámenes de Hans Georg Gadamer y Karl
Lowith. Regresó a Italia y desde entonces
se empeña en interesantes repasos de Schleiermacher,
Nietzsche y Heidegger. Se trata de un fenómeno
conocido: la ocupación alemana de las facultades
de filosofía.
No es Estados Unidos quien evangeliza, sino esa
capital europea que impone su manera de pensar
y escribir, de producir y financiar. Al vislumbrar
el empuje del ''neoimperialismo alemán'',
un político francés ironizó
con cierta alarma: ''Me gusta tanto Alemania,
que prefiero que existan dos''. Vattimo debe ser
cuando menos tan sagaz como este político
y no reincidir en esa trivialidad del pensamiento
político europeo contemporáneo que
es el antimperialismo.
Curiosamente, el núcleo básico
del Departamento de Filosofía del ISA que
introdujo su obra en Cuba se encuentra hoy en
el exilio o en una situación muy singular
dentro de Cuba. Hay que decir que los profesores
Magalys Espinosa, Lupe Alvarez, Madeline Izquierdo,
Ivette Martínez y Jorge de la Fuente hicieron
las cosas cuando tenían que hacerlas.
Vattimo en La Habana del siglo XXI, adulando
a Fidel Castro, se parece a aquel Schelling que
en 1841, aprovechando la muerte de Hegel, aceptó
la invitación del emperador Federico Guillermo
IV para desacreditar a los jóvenes seguidores
de su antiguo amigo que se aprestaban a renovar
la conciencia de todo Berlín.
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