Cómo
sobrevivir en Villa Marista
Adolfo Rivero Caro, El
Nuevo Herald, 14 de abril de 2006.
El tema central del último número
de esa excelente 'Revista Hispano Cubana', que
se edita en Madrid, es la represión en
Cuba. Infortunadamente, lejos de ser una reminiscencia
histórica el tema tiene una creciente actualidad.
No sólo por el incremento del acoso interno
contra la disidencia cubana, sino porque venezolanos,
bolivianos y probablemente peruanos harían
bien en estudiar el modelo de represión
cubana. Pudiera ser su futuro. ¿Por qué?
Porque no hay modelo de reconstrucción
radical de una sociedad que no implique la necesidad
de una represión de masas. Creer que sólo
va a ser necesario reprimir a una pequeña
minoría de la población es profundamente
equivocado. La historia es elocuente.
En la revista hay interesante trabajos de Julián
B. Sorel, Enrique Ros, Angel Cuadra y otros amigos.
También incluye un viejo ensayo mío:
Cómo sobrevivir en Villa Marista (que puede
leerse en www.neoliberalismo.com). Hablo, por
supuesto, de una experiencia personal. La primera
vez estuve tres meses en Villa y la segunda cinco,
aunque allí el tiempo tiene una dimensión
especial.
Villa Marista, como es sabido, es parte del Departamento
de Operaciones de la Dirección de Contrainteligencia
del Ministerio del Interior. Fue creada en 1963
y es el equivalente cubano de la Lubianka de Moscú.
Instructores de la KGB, veteranos estalinistas,
trasmitieron a los cubanos su vasta experiencia
represiva.
En Villa Marista el objetivo fundamental de la
Seguridad es conseguir la rendición moral
del detenido, derrotarlo moralmente. No se pretende
convencerlo ideológicamente, el objetivo
es más modesto. Se trata de convencerlo
de la omnipotencia del aparato represivo y de
que los detenidos están absolutamente inermes.
La celda habitual en Villa mide unos 3 x 2 metros.
Ciertamente no es aconsejable para los que padezcan
de claustrofobia. Las literas son planchas de
hierro o madera encadenadas a la pared. Hay una
o dos literas en cada pared. Las celdas tienen
una especie de persianas de concreto que no permiten
ver hacia afuera, aunque dejan entrar el aire
y alguna claridad. La letrina es un simple agujero
en el piso. Un pequeño chorro de agua cae
sobre el hueco. Los detenidos beben de ese chorro.
Un pedazo de tubo que sobresale de la pared, sobre
la letrina, sirve de ducha. A los detenidos no
se les permite afeitarse ni peinarse ni cortarse
las uñas. No hay espejos. No tienen acceso
a ningún contacto con el mundo exterior.
Hay una visita familiar de 5 minutos, una vez
a la semana. En presencia de un oficial. Sobre
la puerta de hierro hay un bombillo perpetuamente
encendido cubierto por una malla metálica.
Los suicidios son frecuentes. El traslado a una
cárcel normal es considerado una excelente
noticia.
Es común que los interrogatorios se hagan
de madrugada. Los detenidos nunca deben perder
de vista que ahora se encuentran en un universo
particular que se rige por sus propias leyes.
Los usos y costumbres de la vida normal han perdido
su validez. Carece de sentido, por ejemplo, tratar
de convencer de su inocencia a un oficial interrogador.
Eso es olvidar que los éxitos profesionales
de ese oficial son directamente proporcionales
a la cantidad y gravedad de los ''delitos'' que
logre descubrir. No poder demostrarlos es un fracaso
profesional. Al olvidarlo y tratar de convencer
de algo a un interrogador, el detenido sólo
consigue trasmitir una información que
inevitablemente va a ser usada en su contra. Lo
mejor es hablar lo menos posible.
Venezolanos, bolivianos y quizás otros
tienen que prepararse para los que les viene encima.
El objetivo fundamental de los gobiernos revolucionarios
no es mejorar las condiciones de vida. Eso es
sólo el pretexto para llegar al poder.
Su objetivo real es establecer una dictadura.
Una vez establecida la misma, la creación
de instituciones como Villa Marista es inevitable.
Siempre habrá opositores dispuestos a luchar
por la libertad.
www.neoliberalismo.com
|