Las
Alternativas de Raúl Castro
Por Jesús Hernández
Cuellar, Contacto
Magazine, 8 de agosto de 2006.
En Cuba, el poder total parece estar más
que nunca al alcance de Raúl Castro. Así
lo consideran muchos expertos que están
leyendo entre líneas los mensajes del diario
oficial Granma y la televisión estatal
cubana.
Todo indica que aun si Fidel Castro sobreviviera
a la enfermedad que sufre, con sus 80 años
de edad y la evidente fragilidad de su salud,
el poder político quedará, si no
ha quedado ya, en manos del general de ejército
Raúl Castro, segundo secretario del Partido
Comunista, primer vicepresidente de los consejos
de Estado y de Ministros y ministro de las Fuerzas
Armadas. En lo adelante, además, comandante
en jefe.
El segundo Castro, de 75 años de edad,
ha dedicado estos 47 años a ser la sombra
leal de su carismático y testarudo hermano.
Raúl ha sido acusado por la oposición
histórica de numerosos crímenes
desde los días de la guerrilla en las montañas
orientales de Cuba, y de orquestar desapariciones
de propios y extraños, desde la muerte
del juvenil comandante revolucionario Camilo Cienfuegos
en el mismo año 1959 hasta los fusilamientos
del general Arnaldo Ochoa, comandante en Angola,
y el coronel Tony de la Guardia, un verdadero
James Bond cubano, en 1989. Pero también
ha sido elogiado por su capacidad para la organización,
su pragmatismo político siempre al servicio
de Fidel y su jovialidad con la tropa. No es un
hombre de tribunas ni mesas redondas. Su feudo
personal, que son las fuerzas armadas y los aparatos
de inteligencia y seguridad, es lo único
que funciona con cierta eficiencia dentro de Cuba.
Ahora, se abren ante Raúl Castro tres
alternativas para conservar el poder. La primera
de ellas es mantener todo como está, es
decir, partido único, sociedad cerrada,
economía colectivista en manos del estado
y confrontación permanente con Estados
Unidos. La segunda es copiar al calco algo que
admira muchísimo, el modelo chino de poder
absoluto en manos del Partido Comunista y economía
capitalista de mercado casi totalmente abierta
a la inversión nacional y extranjera, con
buenas relaciones con Washington. La tercera y
menos probable, es una transición a la
democracia pluripartidista, también con
economía de mercado, al estilo chileno
o nicaragüense.
Mantener todo como está, con un pueblo
que vive con 40 centavos de dólar al día
agobiado por las penurias económicas y
muerto de miedo por la permanente represión
política, es posiblemente un modelo que
sólo Fidel Castro pudo sostener. Raúl
Castro no es un hombre agraciado con la cualidad
de la seducción ni el talento conspirativo
constante y febril de Fidel, para mantener vigente
ese modelo arcaico y sujeto a permanentes condenas
de las organizaciones internacionales de derechos
humanos y de los gobiernos democráticos.
Pero la alternativa china es algo que seguramente
el anciano general ha estado considerando muy
en serio desde los días de la caída
del Muro de Berlín y la desintegración
de la Unión Soviética. Es a Raúl
Castro a quien se atribuyen las tímidas
reformas para la supervivencia que el régimen
cubano adoptó en la década de los
90, y que Fidel Castro ha eliminado casi totalmente
desde que Hugo Chávez le prometió
ayuda y petróleo. El general Castro sabe
que China es el país que más rápidamente
está haciendo desaparecer la pobreza en
todo el mundo, y lo está haciendo gracias
a las fórmulas capitalistas de economía
de mercado, no por la ideología política
comunista, mucho menos maoista. A diferencia de
Fidel, Raúl entiende muy bien que los dictadores
occidentales nunca fueron dueños de todos
los medios de producción y servicios de
un país, y muchos de ellos conservaron
el poder durante décadas. Que la economía
capitalista no fue un obstáculo para que
el dominicano Leónidas Trujillo y el paraguayo
Alfredo Stroessner mantuvieran la riendas de sus
naciones por más de 30 años. Pero
la alternativa china es la que más se apega
a sus posibilidades como gobernante y, sin duda
alguna, garantizaría lo que más
necesita el pueblo cubano ahora mismo: desayuno,
almuerzo, comida y una falsa sensación
de libertad.
Los modelos chileno y nicaragüense de pactar
con las fuerzas democráticas para permitir
elecciones libres y multipartidistas, siempre
que la cúpula dictatorial no fuese víctima
de las nuevas leyes de la sociedad civil, sería
lo más progresista dentro de lo reaccionario.
Pero el general no correrá ese riesgo.
No sabe cómo manejar un modelo así,
no sabe cuánto va a vivir y no quiere verse
en la situación en que está el general
Augusto Pinochet. Los colaboradores históricos
de los hermanos Castro piensan como ellos en este
punto, pero los más jóvenes, sobre
todo los que no han sido parte del aparato represivo,
tal vez apoyarían este modelo latinoamericano
porque ellos podrían vivir muchos años
más y necesitan garantizar su participación
política en una Cuba democrática,
como lo han hecho Daniel Ortega y sus colaboradores
en Nicaragua.
¿Cuál alternativa tomará
Raúl Castro? Los que lo conocen apuestan
por la preferencia del general hacia el modelo
chino. Y esto, claro está, es también
malo para Cuba.
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