Cuba
sin Fidel / Una nación errante
Un exilio atacado, incomprendido
y olvidado. Lejos de la imagen que difunde el
régimen, los cubanos que tuvieron que salir
de la isla pertenecen a un variado espectro ideológico
y social
Raúl Rivero, El
Mundo, 3 de agosto de 2006.
Esta es la foto fija de una nación errante.
Un close up a casi el 20% de los habitantes de
un país -hombres y mujeres de todas las
edades y de todos los signos- que llevan medio
siglo con el cuerpo en otras tierras y el espíritu
en las ruinas de una isla en el Caribe.
Es una aproximación al exilio más
atacado, incomprendido y, a veces, olvidado, de
la historia política contemporánea.
Un grupo juzgado siempre de una manera alevosa:
el todo por la parte (desde luego por la más
frágil y expuesta) por facilismo y para
complacer agendas e intereses reconocibles que
alguna vez fueron muy poderosas y ahora viven
de atropellos pasados.
Es el único caso en que las mismas fuerzas
que han expulsado a miles y miles de personas
del lugar donde nacieron y están los huesos
de sus ancestros, dictan los improperios y las
marcas que deben llevar por el mundo los desterrados,
cómo se les debe tratar y qué rango
humano se merecen.
Ha pasado todo esto porque varias generaciones
de simpatizantes del régimen cubano diseminados
por el mundo le han servido, entre otras fidelidades,
para demonizar a quienes botaban del país
por la fuerza, como un trasto, la escoria de un
proceso, un enemigo peligroso, después
de años de cárcel o bajo amenazas
y otras técnicas de acoso.
Los pequeños grupos iniciales, que salieron
en el mismo 1959, cercanos a la dictadura de Fulgencio
Batista o sus compañeros en los viajes
inaugurales, familias dueñas de las grandes
fortunas criollas, sirvieron para estigmatizar
a todos y establecer esa carnicería verbal
que hoy, a 48 años de la apertura de la
ruta maldita, persigue a personas que nacieron
después, mucho después, en Miami
o en Madrid, en México, en Estocolmo y
Venezuela o a jóvenes que se pasaron la
infancia con la mano en alto en las escuelas,
al son de un coro de consignas, jurando que serían
como el argentino Ernesto Guevara.
Lo que pasa es que es más fácil
y más cómodo encasillar a más
de un millón de personas que tratar de
entender qué hace esa cantidad de gente
por el mundo.
Porque es bien conocido que después de
aquellos grupos radicales, salieron de Cuba, año
tras año, corrientes enteras de intelectuales,
de trabajadores, de pequeños empresarios
(hacia 1968), hasta que en 1980, por el puerto
de El Mariel, al norte de La Habana, se marcharon
rumbo a EEUU en cuanto barco apareció en
el mar, 125.000 cubanos que, desde luego, nada
tenían que ver con el otro dictador, ni
con las clases poderosas del país.
Ahora, después de medio siglo, en el
panorama del exilio, que vive mayoritariamente
en el sur de La Florida, se puede apreciar un
registro de posiciones políticas amplio
y variado que es el que existe en cualquier sociedad.
Es cierto que se mantiene un pequeño grupo
de héroes y heroínas radiofónicos
que compiten en ferocidad verbal y ataques despiadados
con las emisoras del Gobierno cubano. También
es cierto que allí viven y trabajan miles,
una franca y reconocida mayoría de personas,
que promueven un tránsito pacífico,
con justicia y castigos para los culpables, pero
que pueda llevar al país a la democracia
verdadera y al desarrollo económico.
Hay grupos de empresarios de todos los niveles
en el mismo camino, así como profesores
(en todo el mundo académico de Estados
Unidos) que estudian con rigor la realidad cubana
y no quieren darle satisfacción a la dictadura
que a sus años de guerra silenciosa, siga
el estruendo de una guerra civil.
Están organizados los liberales, cuyo
líder es el escritor y periodista Carlos
Alberto Montaner; los demócratacristianos,
socialdemócratas y muchas agrupaciones
de otros signos que tienen asiento en Francia,
Suecia, Puerto Rico y España.
Es curioso como en muchas conversaciones que
se dan por esos mundos, haya una prevención
especial contra el pensamiento cubano de derecha.
Se oye decir a menudo: hay que tener cuidado que
no entre la derecha en Cuba. Es como si ese pueblo,
esa nación no tuviera derecho a tener cualquier
tipo de ideas. Puede haber derecha en Chile y
en Ecuador, nunca en La Habana. Y la noticia que
les tengo es desoladora, hay, incluso dentro del
país, muchas personas jóvenes con
esa inclinación y esa línea ideológica.
Viven por estos mundos también cubanos
que en esa geometría se ven más
a la izquierda, al centro y hasta en el borde
del vacío. Hay posiciones que se salen
de la opción bárbara de ser un protectorado
de Estados Unidos (que no tiene, por lo que sabe,
ningún interés) o seguir bajo el
castrismo con y sin Castro. Hay mucha gente organizada
y que trabaja por una solución entre cubanos,
de respeto a las ideas ajenas y de convivencia
en paz.
Creo que todas esas posiciones del exilio y
otras que no he podido reseñar, merecen
respeto. Incluyo la de los violentos de la radio
que, por otra parte, han mantenido bajo el fuego
de propios y extraños, un discurso extraviado,
pero de una sostenida firmeza hertziana.
Una palabra final para Guillermo Cabrera Infante,
Gastón Baquero, Heberto Padilla, Levy Marrero,
Lidia Cabrera, Jesús Díaz, Manuel
Moreno Fraginals y otros hermanos mayores que
se quedaron con el boleto de regreso entre las
manos.
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