PRENSA INTERNACIONAL
Mayo 25, 2005
 

Consenso Cubano: acuerdo en el desacuerdo

Nicolás Pérez Diez-Argüelles. El Nuevo Herald, 24 de mayo de 2005.

Según el diccionario, consenso es el asenso y consentimiento de todas las personas que componen un grupo, una corporación o una idea. Los cubanos, por nuestra propia naturaleza invertebrada, por supuesto herencia española con pase a congo y carabalí, tenemos la propensión, a modo de función sagrada, debido a nuestros malos pasos, a no concertar con las trompetas y los címbalos los ritos legítimos y los poderes del reino. El cubano ama enfrentar y desordenar todo lo que sea orden. En nuestro anarquismo visceral no hay espacio para llegar a acuerdos con correligionarios ni siquiera para escribir un poema: una metáfora tú, otra yo. Somos un solo de trompeta largo y agudo, jamás una orquesta filarmónica.

El día que Cuba y los cubanos desaparezcan y quede un solo dichoso cubiche en todo el orbe, créanme, se va a bronquear consigo mismo frente a un espejo. Somos así, quién sabe producto de las heridas históricas de 1868 y 1895, y de ese guasabeo obsceno que sufrimos desde don Tomás el plattista hasta Fulgencio el taquígrafo, bien flacos los dos desde el punto de vista histórico y político, y los del entreacto igual, porque fueron la misma morbidez: complejo de culpa, fragilidad institucional, incredulidad y pachanga.

Luego, en enero de 1959 tuvimos la infinita desgracia de dejar de sentirnos culpables y comenzamos a creer. Y mejor habernos quedado incrédulos porque cuando creímos fuimos hacia lo peor. Hacia el gran salto al vacío al aplaudir una copa repleta de veneno disfrazada de alba. Y han pasado 46 años y seguimos sin una gota de gracia cargando en el lomo para nuestra vergüenza a la dictadura más antigua de la historia de América.

¿Existen esperanzas reales de que ella se haga sal y espuma? No sé, vengo de regreso de muchas decepciones, pero mi optimismo casi pornográfico, no por desnudo sino por cerebral, en su inquebrantable voluntad de no renunciar a la inocencia, jamás da lugar al desaliento. No hay razón para ello porque mañana siempre será un nuevo encuentro cercano con lo posible y hasta un paisaje propicio para los milagros.

Y ahora acaba de ocurrir, nadie resucitó, ni un paralítico caminó, ni un ciego recobró la visión, pero varios grupos de cubanos exiliados, que algunos tocan la flauta y otros el violín, unos cantan The Star-Spangled Banner, y otros La Bayamesa, han optado por llegar a acuerdos mínimos sobre la lucha por la libertad de Cuba: unidad dentro de la diversidad. Y hay primaveras inéditas en esta paella política para los decires de nuestra plaza miamense.

La primera originalidad de Consenso Cubano fue echar al cajón de la basura la imbécil polémica sobre el dichoso embargo, al igual que el diálogo, temas que como en la novela Rebeca de Daphne du Maurier, que Alfred Hitchcock llevó al cine, han estado siempre presentes sin aparecer por ninguna parte en las divisiones de este exilio, y es que tanto el embargo como el diálogo son seres espectrales, esotéricos e inaprensibles, y los fantasmas no se discuten.

Consenso intenta resolver el problema de Cuba a las buenas, a través de la paz y la reconciliación nacional, y advierte que ''en ausencia de una voluntad política para lograr este objetivo, respaldamos otras acciones no violentas por las que pueden optar los cubanos''. Esto no me gustó, es sibilino. El derribo de las Torres Gemelas ha sido indudablemente traumático para la humanidad en su conjunto. Creo en lograr la libertad de Cuba por medios pacíficos, pero ¿por qué no añadir que si ''no hay voluntad política para lograr este objetivo'' de parte del castrismo, el magnicidio es legítimo?

Valiente y real reconocer como importantes a las actuales fuerzas armadas subordinadas en el futuro a la voluntad del pueblo de Cuba. Así como la amnistía general de los delitos políticos dentro de los límites establecidos por el derecho internacional, basada en la preservación de la memoria histórica, esto es, el ''perdono, pero no olvido'' de los admirables israelíes. Imprescindibles los señalamientos del derecho inviolable a nuestra soberanía, la propiedad privada, la información, el estado de derecho y una economía enmarcada en la justicia social.

Todo estupendo, pero ¿qué hacer en lo adelante con los 18 puntos en que se ha puesto de acuerdo el Consenso Cubano Exiliado? Esto se verá en los próximos días y será como decirle a un Lázaro de letras inobjetables pero muertas ''levántate y anda''. No va a ser fácil, y es que para que este sueño se consolide hay que luchar contra el afán de protagonismo y ambición que subyace en muchas almas exiliadas que aspiran a dirigir al pueblo de Cuba. Mientras, me sumo como francotirador a lo de Consenso, una idea que todavía al horno, sin terminar de cocinarse, ya huele a rosa blanca, y tiene más pescao que salsa.

nicop32000@yahoo.com

 

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