Adiós
a Guillermo Cabrera Infante
Salvador Barros. El
Siglo de Durango, México, 18 de mayo
de 2005.
El escritor cubano Guillermo Cabrera Infante,
de 75 años, falleció el 21 de febrero
pasado en Londres, a causa de una septicemia,
derivada de los numerosos problemas de salud que
le aquejaban en los últimos meses.
Cabrera, que vivía en la capital inglesa
desde hace casi 40 años, murió en
el Hospital Chelsea and Westminster, donde se
encontraba internado desde la pasada semana, según
informaron fuentes familiares.
Cabrera Infante había sido ingresado la
pasada semana en el centro donde ha fallecido,
tras fracturarse una cadera al caerse accidentalmente
en su domicilio de Londres.
Con tal motivo, la esposa del escritor, Miriam
Gómez, manifestó que su marido padecía
diabetes y que también estaba siendo tratado
en el citado nosocomio.
UN TIGRE DE FILO
Y VERBO
Cabrera Infante fue el último clásico
vivo de la gran narrativa cubana del siglo XX,
porque hay vivos pero ninguno perteneciente a
esa gran narrativa de la generación de
Severo Sarduy y Lezama Lima.
El autor de "Tres Tristes Tigres" también
fue el más emblemático escritor
e intelectual del exilio de intelectuales provocado
por la Revolución Cubana. Hubo otros, como
Heberto Padilla, pero ninguno tan emblemático
como Cabrera Infante.
Después de José María Heredia
y José Martí en el siglo XIX, no
hay otro como Cabrera Infante cuya literatura
lleva la condición del exilio, el arraigo
y la nostalgia. Por eso escribía sobre
La Habana que es el escenario de "Tres Tristes
Tigres".
Cabrera convirtió al exilio en "una
condición vital que alimentaba su literatura,
ese mundo perdido que es el horizonte de su obra
creativa..."
Es deplorable el desconocimiento de la obra de
Cabrera Infante en Cuba, ya que desde 1963, cuando
se publicó en la isla "Un Oficio del
Siglo XX", no se ha editado ninguna de sus
obras en el país.
Cuando uno veía por vez primera a Guillermo,
se encontraba ante un señor moreno y con
gafas, con barbita y perilla ya algo canas, y
serio, aparentemente muy serio. Pero en cuanto
la conversación, entre amigos, entraba
en materia cordial, aquella seriedad que nunca
dejaba de parecerlo se volvía un flujo
zumbón de palabras e historietas, llamadas
a magia y a fábula, que te inundaba de
retruécanos, de chispa, y de una gozosa
propensión erótica y aun truculenta.
A Guillermo (y a su inseparable Miriam Gómez)
las anécdotas que más les gustaba
narrar a dúo eran siempre las que contenían
lascivia y juego.
Guillermo Cabrera Infante nació en Gibara
(provincia de Oriente, Cuba) el 22 de abril de
1929, hijo de una pareja de comunistas. No es
por tanto difícil suponer que sus inicios
vitales estuvieron ligados a la cultura y a la
militancia política.
La familia vivía en La Habana desde 1941.
Guillermo comenzó en esa universidad estudios
de Medicina, que no concluyó. Como lector,
como escritor y como espectador, su vida iba a
ser, sobre todo desde 1947, singularmente, la
literatura y el cine. En uno de sus últimos
libros, 'Cine o sardina', de 1997, Guillermo cuenta
esa afición juvenil -el cine- que incluso
podía sobreponerse al hambre. Claro que
hubo en el Guillermo joven otra afición
vital -muy vital- que fue aquella rica y cálida
noche habanera llena de bohemia, de compromiso,
de daiquirís y de mujeres hermosas y fáciles,
pues el culto a la total feminidad contó
mucho para el joven caribeño sensual, como
narrará más tarde una de sus mejores
novelas, 'La Habana para un infante difunto',
de 1979.
Guillermo Cabrera concluyó siendo periodista,
y como parece natural, periodista especializado
en cine. Entre 1951 y 1956 fue fundador y director
de la primera Cinemateca de Cuba, y a partir de
1954 -y con el seudónimo de G. Caín,
que no recoge sino la primera sílaba de
sus apellidos- empezó a ejercer la crítica
de cine en el semanario 'Carteles', del que tres
años más tarde sería redactor
jefe.
Su labor como crítico (tras la caída
del régimen de Fulgencio Batista) continuaría
en el magazine 'Lunes de Revolución', que
se clausuraría en 1961. Lo que salvó
de toda esa etapa de crítico, está
en el jugoso libro titulado 'Un oficio del siglo
XX', publicado en 1973.
Demócrata más que comunista, como
muchos escritores y artistas del momento, creyó
en los cambios y en la justicia que llevarían
a Cuba los luchadores de Sierra Maestra. Siempre
podremos preguntarnos si Cabrera estuvo alguna
vez próximo a Castro, pero próximo
a lo que pudo ser una revolución liberadora,
ciertamente lo estuvo. Pero como tantas veces
los sueños no se cumplieron, y Guillermo
Cabrera Infante, tras ser Agregado Cultural de
Cuba en Bruselas (entre 1962 y 1965), más
lejos cada vez del régimen de la isla,
rompió estrepitosamente con Castro, denunciando
su dictadura leninista y buscando definitivamente
el exilio.
Al no conseguir la nacionalidad española,
Guillermo se asiló en Londres en 1966,
donde ya viviría en adelante, adoptando
la nacionalidad británica. Anticastrista
absoluto (yo creo que a Cabrera, profundamente
cubano, Castro le arruinó lo que él
hubiera deseado fuese su vida) Guillermo sería,
siempre ya, un reaccionario para algunos y un
genuino liberal para los más -siempre estuvo
a favor de una moral muy libre- hondamente anticomunista.
Aunque vivió, casi siempre, como periodista
y guionista de cine (trabajando para los extraordinarios
directores John Huston y Joseph Losey), Guillermo
Cabrera Infante será ya siempre uno de
los iniciadores y de los grandes novelistas de
aquel tan cierto como cacareado "boom"
de la narrativa hispanoamericana, especialmente
tras la publicación de 'Tres tristes tigres',
que obtuvo en 1967 el Premio Biblioteca Breve.
Ingenioso, brillante y mágico prosista,
sus siguientes libros confirmarían -lentamente-
ese esplendor literario y lingüístico.
Desde 'Vista del amanecer en el Trópico'
(1960) hasta 'Mea Cuba' o 'Ella cantaba boleros',
de 1996, su último libro de ficción.
En 1997 recibió el Premio Cervantes. Contradictorio,
incisivo, cultísimo, fue y es uno de los
grandes en nuestra lengua. Todo un estilo.
Cabrera Infante fue un retratista consumado de
La Habana prerevolucionaria de su tiempo.
Su primer desencuentro con el gobierno de Castro
ocurrió en 1961, cuando encabezó
una campaña contra la censura de un film
dirigido por su hermano.
Cuando se refugió en Barcelona, solía
decir, al referirse a los escritores de izquierda
que lo tachaban de ser "anticastrista"
que "vivía felizmente en la España
de Franco, ya que no se puede vivir (ni escribir)
bajo una dictadura de izquierda".
Su gran novela, "Tres Tristes Tigres"
que apareció en 1967, se convirtió
en un verdadero clásico dentro del auge
novelístico latinoamericano que se denominó
el "boom" al que pertenecieron Vargas
Llosa, García Márquez, Cortazar,
Donoso y Fuentes, entre muchos otros.
Su novela, cuyo título deriva de un trabalenguas
infantil, es una celebración de las noches
habaneras, sobre el asfalto de una ciudad de los
50s reinventada por el autor, rebosante de música
tropical, baile, sudor y conversación incesantes,
en la que los Tristes Tigres dan voz a varios
narradores en un remolino literario que nos recuerda
el "Finnegan"s Wake" de James Joyce.
La imaginación de Cabrera y el empleo
maravilloso de la prosa sostienen el interés
de la obra, que culmina en una larga conversación
en la que todos los hilos sueltos del relato se
reúnen.
En la novela aparecen sus temas recurrentes:
la alegría pura por los placeres de la
carne y por el contacto humano que se desprende
de las bromas y de las anécdotas.
Cabrera creía en la seducción subyugando
a sus lectores. Muchos críticos literarios
recurrieron a la música para expresar los
atributos de la novela: arrebatos tonales del
saxofón solista; duetos vibrantes y largos
interludios melancólicos.
Pero quienes lo conocimos sabíamos que
dentro de su pirotecnia literaria y su alegría
de vivir, se escondía un escritor enfermo
de melancolía, lo que probablemente se
debió a los rigores del exilio. Es la melancolía
por la Arcadia perdida de su juventud, que representaba
para él ver -al menos- una película
al día
En "Holy Smoke" ("Humo sagrado")
(1985), escrita originalmente en inglés,
Cabrera rindió culto al hábito de
fumar puro y al cine de Groucho Marx, mientras
que en " Mea Cuba" (1991) publicó
una colección de sus artículos políticos.
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