El teorema del dos
Andrés Reynaldo, El
Nuevo Herald, 12 de mayo de 2005.
La reciente gira del ministro de las Fuerzas
Armadas, Raúl Castro, ha enfatizado un
aspecto de los asuntos cubanos que solemos pasar
por alto, sobre todo en Miami: Raúl existe.
Muchas conjeturas se han hecho sobre los motivos
del viaje del sucesor designado de Fidel Castro
por China, Vietnam, Laos, Malasia y España.
En mi opinión, tendemos a subestimar la
capacidad de hermetismo del régimen. Esta
gente sabe guardar secretos, y casi nunca nadie
les hace saltar la liebre. De manera que no podemos
estar seguros si Raúl fue a verse con el
médico chino y la bailarina española
o si se trata de un viaje relacionado con una
transición en marcha.
Con la palpitante vergüenza de estar hablando
boberías, hagamos un ejercicio especulativo
sobre este hombre que, en el fondo, conocemos
mucho menos que a Fidel. ¿Quién
es Raúl? Se escuchan miles de versiones.
Un tipo disipado y disipable, a quien su hermano
encadenó a un proyecto monstruoso. Un alcohólico
sin ideas propias. Un amoral. Un pragmático
que sabe reírse de sí mismo. Un
asesino. Un amante de la familia. Un estalinista
trasnochado y brutal. Un amigo leal y divertido.
Un reformista. Quizás de todo un poco.
O un poco alguna que otra vez. El teorema de Raúl,
que expresa un sistema formal, sólo es
demostrable de momento en el interior de dicho
sistema.
Lo cierto es que su calidad como sucesor parece
indiscutible entre la cúpula del régimen
y la comunidad internacional y que se halla en
un período de intensa exposición.
También podemos asegurar que tanto enemigos
como amigos coinciden en que es un gran organizador
y que, a diferencia de Fidel, carece de ínfulas
mesiánicas. Dicho esto, pongamos al personaje
en su contexto.
Es posible que a la salida de esta edición
Fidel todavía no haya muerto. De igual
modo, es de esperar que haya hablado ya en un
par de ocasiones. Desde hace más de un
mes, el comandante no para de hablar. Sin ánimo
de diagnosticar por televisión, es obvio
que algo anda mal en su cabeza. Puede que siga
gobernando por largo rato, pero con unos márgenes
de error terriblemente amplios. La lógica
de supervivencia de la cúspide de una dictadura
es una burbujeante fuente de racionalidad. Y todo
indica que Raúl es bastante racional. El
peligro se ve mejor desde arriba. Siempre queda
por ver si la razón consigue triunfar.
No triunfó con Hitler. Triunfó con
Gorbachov.
A Fidel se le ha perdido Fidel. A veces hasta
en el curso de una misma oración. Y eso
es muy peligroso para nuestro destino nacional.
A la clase gobernante esta preocupación
se le ve hasta cuando duerme, si es que duerme.
Si alguien soñó en vano que Fidel
emprendería reformas, debe aterrorizarse
ante la perspectiva de que ahora apenas tiene
idea de aquello que no quiere reformar. Si en
Cuba hubiera un descontrolado colapso político
los castristas van a llorar por la ausencia de
una poderosa disidencia que les salve el pellejo,
los nacionalistas van a llorar por una invasión
norteamericana que proteja aunque sea el patrimonio
arquitectónico y los opositores van a llorar
por el orden férreo del bonapartismo.
La razón, pues, dicta transición.
Entonces, surge la pregunta. ¿Transición
con Raúl o por encima del cadáver
de Raúl? Me inclino a pensar que Cuba se
acercaría al modelo chino y vietnamita
como punto de partida. No me cabe duda de que
contaría con el apoyo de Washington. Por
supuesto, eso será en lo inmediato un revés
para las fuerzas genuinamente democráticas
en la isla y el exilio. Pero díganme cómo
evitarlo. Tanto Fidel como la mayoría de
los cubanos hemos ninguneado al hermano en jefe
por medio siglo. Creo que muchas cosas van a depender
de cuán a pecho se lo ha tomado Raúl.
|