Fallece el pintor cubano
Roberto García-York
William Navarrete, París,
28 de enero de 2005.
El pintor cubano Roberto García-York (La
Habana, 1925) falleció en París
el pasado 26 de enero de 2005. García-York
vivía exilado en la capital de Francia
desde 1964, año en que fue recibido en
el aeropuerto de París por Néstor
Almendros, y desarrolló en esta ciudad
el grueso de su obra después que tras su
llegada frecuentara el movimiento pictórico
Surrealista.
En Cuba, su primera exposición ocurrió
en el Lyceum Lawn Tennis (1954) y su último
trabajo fue como actor y escenógrafo de
la película cubano-rusa "Soy Cuba",
de Mihail Kalatazov (1964). Durante su larga estancia
en la Ciudad Luz, García-York dirigió
la galería "L'oeil du boeuf",
expuso en numerosas muestras personales y colectivas
y durante los quince últimos años
de su carrera sostuvo una relación muy
estrecha con Venecia y los disfraces de su legendario
Carnaval, al que asistía, con sus creaciones,
cada año.
Los intelectuales y artistas cubanos con los
que más se relacionó fueron Guillermo
Cabrera Infante, Loló de la Torriente,
Milián, Reinaldo Arenas, Jorge Camacho,
Ramón Alejandro y Ricardo Vega. En su pintura
reconoció la influencia de su amiga Leonora
Carrington, con quien sostiene una estrecha colaboración
desde que, en 1960, se conocieron en México.
Roberto García-York firmaba sus lienzos
con un huevo y solía decir, al terminar
un cuadro que "había puesto un huevo".
En una entrevista que le hiciera y publicara William
Navarrete en 1999 García York afirmaba
"He vivido mi vida odiando a la gente que
grita para hablar y huele mal, los huesos y las
espinas; he amado desde siempre las papas rellenas,
los frijoles negros y el cine casi más
que la pintura". Y añadió:
"Hablar de mi pintura es imposible porque
probablemente no tengo nada que decir: hago lo
que se me ocurre, la pintura ha sido lo que más
me ha ocupado en mi vida pero no ha sido ni lo
más importante ni lo más interesante".
García-York nunca regresó a Cuba
después de su salida. Tras su muerte parte
de la memoria viva del primer exilio de artistas
cubanos en París, de los años de
la Casa Cuba en la Ciudad Universitaria, ha quedado
fijada en el tiempo.
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