Una nota desde La Habana
Pablo Alfonso, El
Nuevo Herald, 26 de enero de 2005.
A propósito de los acuerdos firmados entre
China y Cuba el tema de los miles de televisores
chinos que se venderán en la isla está
ocupando buena parte de las tribulaciones de los
cubanos para poder adquirir uno de estos equipos
electrodomésticos.
Al margen de denuncias no verificadas sobre la
''donación'' a Venezuela de una buena parte
de los ''Panda'', llegados desde China, lo cierto
es que no hay suficientes televisores para satisfacer
las demandas de la población.
Quizás por eso el gobierno ha optado por
colocar muchos de estos televisores en escuelas
y ''salas de video'' adonde las personas pueden
asistir para disfrutar en la pequeña pantalla,
algunas de los más recientes filmes del
gran cine.
En torno a los Panda, he recibido en mi correo
electrónico una nota que quiero compartir
con los lectores. A simple vista puede parecer
cómica o frívola. Sin embargo, estoy
seguro de que, quienes han sufrido la experiencia
de la vida cotidiana bajo la dictadura castrista,
podrán captar su más hondo significado.
Así que, gracias por el envío, titulado
''Autobiografía para optar por los TV Panda'',
que reproduzco en su totalidad:
"Provengo de una familia humilde, sin televisor
ni otro efecto eléctrico. Tuve lactancia
materna pura hasta los diez años porque
no teníamos dónde calentar la leche.
A esa edad mi padre resultó vanguardia
nacional y fue estimulado con una cocina de luz
brillante. Mi padre trabajaba las 24 horas del
día por miedo a quedarse dormido para el
trabajo, pues no tenía despertador.
Con ese ritmo de trabajo constante, volvió
a salir vanguardia y le vendieron por el sindicato
un gallo muy puntual. Cantaba a las tres de la
mañana y por tanto mi padre siguió
siendo el primero en llegar al trabajo, con lo
que acumuló suficientes méritos
para obtener un VEF-206 [radio de fabricación
rusa] que alegró la vida de toda la familia.
Solo que teníamos puesto todo el día
Radio-Reloj para saber la hora de irnos a trabajar
o a la escuela.
A los 14 años ingresé a los CDR,
en cuya organización mi padre y yo donábamos
hasta 10 litros de sangre anuales y 500 horas
de trabajo voluntario, pues el sindicato iba a
estimular a los trabajadores nuevamente y te verificaban
en la cuadra.
Así logramos un TV Caribe [televisor ensamblado
en Cuba] a crédito cuando yo tenía
32 años de edad y definitivamente pude
conocer a Elpidio Valdéz [personaje de
aventuras infantiles].
El televisor se rompía constantemente
y cuando al fin terminamos de pagarlo, ya estábamos
en la cola para reposición, para lo cual
confeccionamos nuestra primera autobiografía.
Nos explicaron que eso no era cosa de un día
y que podía demorarse, mientras tanto debíamos
utilizar la técnica del puñetazo.
He tenido dos fracturas de muñeca y trastornos
visuales de todo tipo y una escoliosis pronunciada,
porque el monitor solo se ve desde un lateral.
Gané el premio al más ahorrador
de energía eléctrica, tratando de
obtener mayor nitidez de la imagen en la oscuridad,
aunque me plantearon la crítica constructiva
de que permanecía muy encerrado todo el
día.
Seis años después nos entregaron
un monitor de computadora de 14 pulgadas para
aprovecharlo como tubo de pantalla y así
nos mantenemos siguiendo las Mesas Redondas para
fomentar nuestro espíritu revolucionario
y poder optar por los famosos PANDA a color, aunque
más bien para el disfrute de mis hijos
y nietos, pues a estas alturas yo me conformaré
con los programas que tengan servicio especial
para ciegos e hipoacúsicos.
Así, solicito sea tenida en cuenta mi
trayectoria laboral y mi condición humilde
en la próxima bronca sindical por los mencionados
televisores y, quisiera que conste esta solicitud
como la última voluntad de un moribundo.
Revolucionariamente,
Humildo Sinná de Antaño.
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