Precursores
Rafael Rojas, El
Nuevo Herald, 18 de enero de 2005.
Algún día, el régimen que
hoy rige la sociedad cubana cambiará. Es
inevitable que así sea porque la vida social
y política de un país --de cualquier
país-- en pleno siglo XXI es demasiado
plural y dinámica como para estar controlada
por una sola organización y un mismo líder
durante tanto tiempo.
Cuando dicho cambio se produzca, la historia
de Cuba volverá a escribirse. No importa
cuánto se haya avanzado para entonces,
lo mismo en la isla que en el exilio, en el desmantelamiento
de mitos nacionalistas y revolucionarios. La reescritura
de la historia, como la democracia, es inevitable.
No es difícil pronosticar que en el nuevo
relato histórico, que construirá
la democracia, alcanzarán su plena reivindicación
aquellos intelectuales y políticos que
defendieron, a contrapelo de la intransigencia
y el autoritarismo que los rodeaba, la cultura
de la negociación y el acuerdo que caracteriza
a todo régimen democrático.
Entre los tantos precursores de la democracia
con que cuenta la historia de Cuba, mencionaré
tres: un precursor intelectual, otro político
y otro diplomático. Verdadero adelantado
de la filosofía de los derechos humanos,
hoy tan difundida en el planeta, fue el cienfueguero
Francisco Ichaso, autor de un libro de ensayos,
titulado Defensa del hombre (1937), en el que
se esgrimía el humanismo liberal y democrático
frente a los totalitarismos fascista y comunista.
Ichaso, miembro del Grupo Minorista en los 20
y militante del ABC en los 30 y 40, fue, junto
a Gastón Baquero, Jorge Mañach,
Medardo Vitier y José María Chacón
y Calvo, uno de los principales articulistas de
la página editorial del Diario de la Marina,
verdadera joya del periodismo moderno en lengua
castellana.
Otro precursor de la democracia, aunque en el
terreno propiamente político, fue el camagüeyano
Carlos Márquez Sterling. Si bien este Márquez
Sterling no fue tan buen prosista como su padre,
Manuel Márquez Sterling, escribió
algunas biografías notables como las de
Ignacio Agramonte, Tomás Estrada Palma,
José Martí y su propio padre, don
Manuel, titulada A la ingerencia extraña,
la virtud doméstica (1986), y una Historia
de Cuba (1969) de perturbadora lucidez y actualidad.
Pero el verdadero legado de Márquez Sterling
es una carrera política --''estadista''
le llama Néstor Carbonell Cortina-- de
absoluto compromiso con la institucionalidad jurídica
de la república. Durante sus años
de parlamentario (1936-1942), su gestión
como presidente de la Convención Constituyente
de 1940, su desempeño como ministro de
Educación y Trabajo y, finalmente, los
siete años de su oposición cívica
a Batista, Márquez Sterling demostró
ser algo verdaderamente insólito: un demócrata
cubano.
El gesto de Márquez Sterling en 1958,
con su Partido del Pueblo Libre, llamando a una
salida electoral frente a la bipolaridad creada
por la dictadura y la revolución, estará
siempre ahí, como uno de esos pocos momentos
de la historia de Cuba en que emergen actores
políticos verdaderamente modernos, que
no le temen a la transacción y el pacto,
y que contraponen a la violencia de las armas
la legitimidad de las urnas. Las virtudes de un
político moderno --serenidad, templanza,
convicción, flexibilidad--, que Ortega
y Gasset vio en Mirabeau, tuvieron su versión
cubana en la figura de Carlos Márquez Sterling.
Hablaré, finalmente, del abogado, diplomático
y escritor Guy Pérez Cisneros, uno de esos
pocos cubanos que tuvieron la rara virtud de nacer
en París. A Pérez Cisneros se le
conoce como el crítico y estudioso de las
artes plásticas cubanas desde el siglo
XVI hasta el XX, como el autor del estudio Características
de la evolución de la pintura en Cuba (1959)
y como el amigo y colaborador de José Lezama
Lima en Espuela de Plata y otros proyectos editoriales.
Pero Pérez Cisneros fue un impulsor de
instituciones republicanas como el Colegio Nacional
de Periodistas y la Sociedad Cubana de Derecho
Internacional: ¡algo así existía
en aquella pobre neocolonia yanqui! Pérez
Cisneros fue, además, junto con Ernesto
Dihigo, uno de los diplomáticos cubanos
más involucrados en la fundación
y desarrollo inicial de la ONU y la UNESCO, y
de la intensa proyección de estos dos organismos
internacionales hacia América Latina.
Los tres, Ichaso, Márquez Sterling y Pérez
Cisneros, fueron cubanos liberales, republicanos
y demócratas. Los tres creían en
el respeto a los derechos civiles, sociales y
políticos de una ciudadanía moderna,
en las instituciones y las leyes de un estado
de derecho, en las normas internacionales que
regulan las relaciones de un país con el
mundo y en la capacidad de la cultura cubana para
producir un orden democrático y sostenerlo.
Sólo se equivocaron en lo último.
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