Antonio Benítez Rojo
Por Reinaldo Bragado Bretaña.
Diario
Las Américas, 18 de enero de 2005.
Cuando se habla de literatura cubana de la grande
no se puede pasar por alto al escritor Antonio
Benítez Rojo. Sus libros de cuentos son
joyas narrativas y Tute de Reyes y El Escudo de
hojas secas sólo son dos muestras de la
precisión de una pluma que sabía
narrar.
Recuerdo perfectamente cuando lo conocí
en Cuba. Un tiempo después asistí
a un ciclo de conferencias que impartió
en la Biblioteca de Obispo y San Ignacio, en La
Habana Vieja, sobre las técnicas narrativas,
en el edificio que antes fue Hacienda. Allí,
con una claridad meridiana y paso a paso, sin
recursos que entorpecieran lo que deseaba transmitir,
Antonio enseñó a los asistentes
cómo narrar, qué se puede y qué
no se puede hacer cuando alguien quiere llevar
al papel una historia. El tratamiento a los personajes,
los puntos de vista narrativos, los grandes temas
de la literatura, el tradicional e invariable
planteamiento, nudo y desenlace, en fin, nada
quedó fuera en aquellas conferencias. Pero
todo con un don pedagógico que mucho extraño
en otros profesores que están muy lejos
de tener sus conocimientos. Si esas conferencias
Antonio no fueron recogidas por alguien en un
libro se trata de una verdadera pérdida.
El día de la última conferencia
me le acerqué y le pregunté si podía
entregarle un cuento mío para que opinara
sobre él. Me dijo que se lo llevara a su
casa y así lo hice. A los pocos días
lo llamé por teléfono y me dijo
que fuera a verlo. Me recibió amablemente
y nos sentamos a una mesa. Allí despalilló
el cuento renglón a renglón con
un lápiz. Tenía razón en
todo lo que dijo y cada señalamiento suyo
abría una puerta nueva para mí.
Antes de ese ciclo de conferencias al que asistí
y desde el día que estudió mi cuento
en mi presencia, si yo escribía algo que
me salía bien era por pura casualidad.
Pero después de conocerlo ya sé
lo que se debe hacer cuando uno se enfrenta a
la página en blanco, incluso lo que hay
que hacer antes de dar el primer golpe de tecla.
Además de sus obras ya citadas, la excelente
novela El mar de las lentejas, y el libro de ensayos
La Isla que se repite -la última palabra
en el tema caribeño- son esenciales para
comprender nuestra cultura. Su última novela,
Mujer en traje de batalla, es un ejemplo de erudición
y buena literatura. La noveleta Los inquilinos
es una de sus piezas breves -aunque no tan breve-
que más me gusta. También obras
suyas fueron llevadas al cine, adaptadas a guiones
por él mismo. Recuerdo que asistí
en La Habana, en la Cinemateca de Cuba, al estreno
de Los sobrevivientes, película basada
en un cuento suyo titulado Las estatuas sepultadas.
Estaba muy contento Antonio esa noche en el lobby
de la Cinemateca y tal vez no sabía, o
sí sabía, que muy pronto su mundo
sería otro. En 1980 se quedó asilado
en Europa. Después pasaría a Estados
Unidos donde ejerció como profesor en Amherst
College, Massachussets, donde falleció
el pasado 6 de enero.
Antonio era amigo de los escritores exiliados.
Muy pocas veces dejamos de vernos cuando venía
a Miami, siempre con motivo de algo cultural.
Asistente en varias ocasiones a la Feria Internacional
del Libro de Miami, siempre su salón se
llenaba y nunca defraudaba a los presentes ilustrándonos
con su erudición. En mi caso, Antonio no
escatimó escribir referencias y recomendaciones
de mis libros para distintas editoriales y agentes
literarios. Leyó mis trabajos, aquí
en el exilio, y me escribió sus opiniones.
No creo que haya un solo escritor cubano exiliado
que tenga alguna queja de Antonio dado su carácter
afable y su permanente disposición a ayudar.
Estoy seguro que el lector se imagina -y no se
equivoca al hacerlo- que cuando Antonio decidió
asilarse sus libros fueron recogidos en Cuba de
las bibliotecas y las librerías. Como siempre,
la dictadura persiguiendo a la inteligencia, a
la buena literatura, que era su caso.
Los libros que publicó fuera de Cuba tras
su asilo en 1980 volverán a la isla cuando
todo cambie y su nombre y su obra recibirán
el lugar que les pertenece en la cultura cubana.
Mientras, como sus libros son universales y están
traducidos, el mundo disfruta de su obra. Que
descanse en paz uno de nuestros mejores narradores.
rbragado@bellsouth.net
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