Navidad: La vida tendrá
la última palabra
Revista
Vitral No. 64 * año XI * Cuba, noviembre-diciembre
de 2004.
Navidad es la fiesta de la vida que nace. Es
la fiesta de la luz que vence a las tinieblas.
Es la fiesta del día que siempre viene
tras la noche más oscura. Navidad es la
fiesta de la esperanza.
Cuando los pueblos caminan en las tinieblas les
cuesta mucho trabajo vislumbrar la luz al final
del túnel. Es difícil vivir con
esperanza cuando todo se pone más difícil,
pero precisamente es cuando más falta hace
la esperanza.
Cuba vive en esta situación. Al llegar
las fiestas de Navidad y Año Nuevo, viene
siempre la pregunta: ¿Será ésta
la última Navidad que celebremos en medio
de esta oscuridad? ¿Será el 2005
un año verdaderamente nuevo para los cubanos?
Y ahí vienen las tentaciones de la desesperanza,
del pesimismo, de la postración: Hace años
que esperamos la luz. ¿Desde cuándo
estamos esperando? ¿Hasta cuándo
debemos esperar?
Y si a algunos se les ocurre decir: ¡Pronto!
Entonces se recurre al argumento más flojo
y fácil: Pero, si hace cuarenta años
que estoy escuchando lo mismo
y no pasa
nada.
Esta lógica del cansancio y la desesperanza
nos lleva al inmovilismo, a la frustración.
Nos faltan fuerzas para seguir hasta el final.
Nos parece que nada cambia. Nos parece que la
noche será interminable.
Pues, precisamente, porque hace más de
cuarenta años estamos esperando la luz
de una mejoría y lo que tenemos es una
noche más oscura, precisamente porque hace
mucho tiempo que estamos esperando que la "cosa"
cambie para bien de todos, precisamente porque
esa espera se ha hecho tan larga, es que tenemos
el mejor argumento para poder afirmar que la noche
está terminando, que el día se acerca,
que la luz amanece.
Este es el mensaje y el sentido de la Navidad:
No hay noche tan larga que no tenga su amanecer.
Mientras más larga ha sido la espera más
cercano está el día. Mientras más
oscuras sean las tinieblas más cerca está
la salida del sol.
Una vez más, sin cansarnos, con la certeza
de que para Cuba se acerca el día, queremos
presentar, teniendo en cuenta las evidencias que
nos gritan desde el empeoramiento de la situación,
nuestra profunda convicción de que esta
profecía de Isaías, pronunciada
700 años antes del nacimiento de Cristo,
presentada a aquel pueblo en los momentos en que
todo se acababa y todo se derrumbaba, mantiene
hoy toda su vigencia para nuestro mundo y especialmente
para nuestro pueblo:
"Ay de los que llaman al mal bien y al bien
mal,
que tienen las tinieblas por luz y la luz por
tinieblas,
que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por
amargo.
Ay de los valientes para beber vino,
y los aguerridos en mezclar licores;
de los que por soborno absuelven al culpable
y niegan la justicia al inocente."
"Vagará afligido y hambriento,
y rabioso de hambre maldecirá a su rey
y a su Dios.
Volverá la cabeza a lo alto y mirará
a la tierra:
encontrará aprieto y oscuridad sin salida,
angustia y tinieblas persistentes.
"Pero el pueblo que caminaba en tinieblas
vio una gran luz,
a los que habitaban en tinieblas y en sombra de
muerte
una luz les brilló.
Acreciste la alegría, aumentaste el gozo:
se gozan en tu presencia, como gozan al cosechar,
como se alegran al repartirse un botín.
Porque la vara del opresor,
el yugo de su carga,
el bastón de su hombro,
los quebrantaste como en el día de Madián.
Porque la bota que pisa con estrépito
y la capa empapada en sangre,
serán combustible y pasto del fuego.
"Porque un niño nos ha nacido,
un hijo se nos ha dado,
lleva al hombro el principado, y es su nombre:
Maravilla de Consejero
Padre Perpetuo,
Príncipe de la Paz.
Para dilatar el principado con una paz sin límites
Para consolidarlo y sostenerlo con la justicia
y el derecho,
desde ahora y por siempre.
El celo del Señor lo realizará."
(Isaías 5,20-23. 8,21-22.9,1-6)
Estas profecías fueron escritas para un
pueblo que había experimentado en su propia
vida unas circunstancias semejantes a las nuestras.
Los que creemos en Dios encontramos en la Biblia
las enseñanzas y la luz que necesitamos
para caminar por esta vida.
Escritas hace 2700 años conservan hoy
toda su fuerza y su novedad. En cada época
y en cada nación, Dios vuelve a anunciar
una Buena Noticia que es una gran alegría
para todo el pueblo:
La angustia de hoy pasará y pasará
tanto más rápido cuando desterremos
el odio y la mentira, pasará tanto más
rápido cuando no cedamos a llamarle al
mal bien y llamarle luz a la oscuridad. Este es
nuestro aporte: vivir en la verdad en el pequeño
ámbito donde se desarrolla nuestra vida
cotidiana; no ceder a la desesperanza porque,
si hacemos esto, si cada mañana nos levantamos
con el propósito de no ser cómplices
de la mentira y de la vara del opresor, entonces
el "celo del Señor" realizará
esta profecía.
Pero que no nos pase como al pueblo de Israel,
que esperaban un Mesías que lo hiciera
todo, que de forma mágica, inmediata y
falsamente milagrosa, cambiara toda la realidad
de un tirón, sin que ellos movieran un
dedo. Esto es imposible. Dios no quiere marionetas,
sino hombres y mujeres libres y responsables que
sean "los protagonistas de su propia historia
personal y nacional".
Navidad es una fiesta de esperanza. Pero la esperanza
no se realiza esperando tumbado junto al camino
de la vida
esperando a que la solución
de nuestros problemas venga de "arriba"
o de "fuera".
Navidad es la fiesta de la luz que vence a las
tinieblas. Pero esa luz no viene sola, hay que
encenderla en nuestros corazones, en el corazón
de los que nos encontramos diariamente, esa luz
no surge de un mecanismo sin alma. Esa luz surge
de la voluntad de abrir los ojos a la verdad,
de buscar la ventana de libertad, de traspasar
el umbral del miedo. Con miedo la luz agoniza,
con libertad la luz se comparte.
Si ponemos nuestra parte para compartir la luz
que tenemos, si ponemos nuestra parte para sembrar
una esperanza con los pies en esta tierra, y no
con la mente y el corazón en otras, si
logramos dejar a un lado el gesto crispado y la
actitud soberbia, si aprendemos a solucionar nuestros
conflictos por los caminos de la paz, entonces
podremos decir con razón y con corazón:
¡FELIZ NAVIDAD!
Y podremos esperar y trabajar para que el Año
Nuevo 2005 conduzca a nuestro pueblo hacia su
propia liberación por los caminos de la
paz.
Pinar del Río, 20 de octubre de 2004.
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