Una biografia del Padre
Varela
Por Armando Alvarez Bravo. Diario
Las Américas, 16 de enero de 2005.
La afirmación de Don José de la
Luz y Caballero sobre el Padre Félix Varela
(1788-1853): "Mientras se piense en La Isla
de Cuba, se pensará en quien primero nos
enseñó a pensar" estableció
una de las identidades más puras, fecundas
y definitivas de la historia cubana. Pocas figuras
en esa historia reúnen tantas y tan diversas
cualidades como el ahora "Siervo de Dios",
y son muy pocas las personalidades que en el más
diverso espectro de la actividad humana y en encontrados
escenarios geográficos, culturales, sociales
y políticos, realizaran una labor, aunque
quizás sea más apropiado decir apostolado,
tan rica, profunda y variada.
El hombre diáfano y bondadoso y recto
al que el Apóstol de la Independencia de
la Isla, José Martí, llamara "patriota
entero" y en intuición inmensa "Santo
Cubano" y que, a finales del siglo que acabamos
de dejar atrás, S.S. Juan Pablo II nombró
"Padre de la Cultura cubana", es un
caso singular de lo que constituye la fuerza de
la vocación y el compromiso con Dios y
con la Iglesia y con ese otra criatura de quien
se es Hermano en Cristo. Así, descendiente
de una estirpe castrense, cuando escasamente tenía
13 años, manifestó resueltamente
a su abuelo Don Bartolomé, al invitarlo
este a beneficiarse de las ventajas que le traería
la carrera de las armas: "Yo deseo ser un
soldado de Cristo".
Ediciones Universal, de Miami, acaba de publicar
una minuciosa y documentada biografía de
ese soldado de Cristo. Se trata de "Félix
Varela. Porta-antorcha de Cuba", de los desaparecidos
Joseph y Helen M. McCadden. La obra, que se publica
en español por vez primera, fue traducida
por Ignacio R. M Galbis y su edición estuvo
a cargo de Amalia V. de la Torre. El volumen apareció
originalmente en 1969 bajo el sello de la Sociedad
Histórica Católica de Estados Unidos
y es considerada por la Fundación Félix
Varela, de Miami, y la Félix Varela Foundation,
de Nueva York, como "de gran utilidad en
el propósito de diseminar el conocimiento
de la vida y la obra del Padre Varela".
Las páginas de este libro nos revelan
los vaivenes de la existencia de un hombre de
una inmensa espiritualidad al que su época
llevó a asumir diversos empeños
que consideró fundamentales para el bien
de sus semejantes, de su patria, Cuba, y su patria
de adopción, los Estados Unidos.
Así, los McCadden plasman al educador
que renueva la férrea estructura educacional
que existía en Cuba y abre a las ideas
modernas a toda una generación y a una
legión de discípulos que jugarían
un papel trascendental en la historia nacional.
El aporte que hizo el joven sacerdote al progreso
del pensamiento y de las ciencias y las letras
en su país fue tan notable como seminal,
y fijó en su persona la atención
de los que, aunque no pudieran precisar con exactitud
un rumbo, deseaban sacar a la próspera
Isla de la servidumbre de la factoría colonial.
Esto llevó a su elección para representar
a Cuba en las Cortes, donde abogó, entre
otras causas, por la libertad de los esclavos.
Las Cortes de 1823, que declararon al Rey Fernando
VII inepto y votaron su deposición y la
institución de una regencia hasta que se
hallase a un sucesor adecuado, fueron disueltas
y prevaleció la violencia. Obligado por
las circunstancias, el Padre Varela escapó
de Cádiz para salvar la vida y embarcó
rumbo a los Estados Unidos, llegando a Nueva York
el 15 de diciembre. Ese vuelco en su vida lo convierte
en exiliado fecundo, tanto para su tiranizada
patria como para su país de adopción.
De igual suerte, impone un nuevo rumbo a su andadura.
Los McCadden nos llevan de la mano por una existencia
en que el beatífico "soldado de Cristo"
debe imponerse inerme a un medio hostil a su fe;
nos muestran el papel relevante que jugó
en el desarrollo de catolicismo americano; de
su entrega a un ministerio que se caracterizó
por la fundación de escuelas, la edificación
de iglesias, y la defensa y amparo de los inmigrantes
irlandeses, los desamparados y los enfermos. Esa
labor hizo que el Servicio Postal de Estados Unidos
honrara su memoria como "Reformador social",
con un sello con su efigie emitido en 1997.
En lo que concierne al papel extraordinario jugado
por el Padre Varela en la vida de la Iglesia y
su futuro, conviene destacar esta afirmación
de Monseñor Raúl del Valle en el
prólogo que escribió para esta biografía:
"En sus ideas filosóficas y políticas,
en su pensamiento teológico y social, y
en sus métodos de apostolado, el Padre
Varela fue un genuino precursor del movimiento
de renovación católica del siglo
XX, que ha culminado felizmente en el Concilio
Vaticano II y en el movimiento ecuménico
que anima a la Iglesia de nuestros días".
El final exilio del Padre Varela, nos muestra
la biografía, acendró la pasión
patria del sacerdote. En esos años tan
fecundos y difíciles, su producción
intelectual y sus ideas lo llevaron, con un profundo
desgarrón espiritual, desde su abominación
de la violencia, a llevar a sus máximos
su oposición al absolutismo y, con ello,
a ser cristalizador esencial de la idea de la
libertad de Cuba como absoluto.
"Félix Varela. Porta-antorcha de
Cuba" es un libro que todos los cubanos deben
leer y también los norteamericanos, porque
el biografiado es parte de su historia. No es
tan sólo el retrato de una eminente figura
del pasado. Es, y mucho, una lección de
como, a partir de su ejemplo y enseñazas,
proceder en nuestros tiempos y hacia el mañana.
La obra nos muestra la fija y caleidoscópica
existencia del sacerdote cuyo ministerio religioso
y patrio son inseparables. Nos revela también
la pasión, en el más primigenio
sentido cristiano, de un hombre extraordinario
destinado a todos los triunfos terrenales, pero
que todo lo dio por el bien de sus semejantes
y por Cuba. Murió pobre y enfermo y soñando
con su patria. Esa patria cuya posibilidad está
aún pendiente.
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