Castro doblega a la Unión
Europea
Pablo Alfonso / El
Nuevo Herald, 9 de enero de 2005.
Fue el canciller Otto Bismarck, arquitecto del
Imperio Alemán en el siglo XIX quien acuñó
la frase de que ''la política es el arte
de lo posible''. Lo mismo pudiera decirse de la
diplomacia, como parte de la política.
Sucede, sin embargo, que muchas veces ''lo posible''
entra en contradicción con lo ético,
con el derecho y con la moral.
Al parecer eso es lo que ha tenido en cuenta
la Unión Europea al ceder a la intolerancia
de la dictadura castrista. Lograr ''lo posible''
en el ámbito de sus contactos diplomáticos
en La Habana, a riesgo de desatender otros aspectos
del tema.
Me refiero, por supuesto, al diferendo surgido
entre la UE y Cuba a raíz del arresto y
condena de 75 opositores en la primavera del 2003.
Como parte de ese diferendo la UE impuso varias
sanciones diplomáticas al régimen,
entre ellas, invitar a los opositores cubanos
a las recepciones oficiales de sus embajadas en
la isla.
Creo que el primer error en esta cuestión
le corresponde a la UE. Imponer como ''sanción
diplomática'' un asunto que le corresponde
por derecho, es de por sí ya un desatino.
Invitar a quien le plazca a sus sedes diplomáticas
es un derecho que se ejerce libremente por cualquier
embajada, en cualquier lugar del mundo. No es
una sanción que se impone al gobierno ante
el cual se está acreditado.
En ninguna lugar del mundo se considera una ''provocación''
por parte del gobierno que representantes de la
oposición asistan a las recepciones diplomáticas.
En esencia, a esas recepciones, asisten empresarios,
líderes religiosos, intelectuales y dirigentes
cívicos, además de los consabidos
funcionarios gubernamentales.
Pero con la dictadura castrista las cosas son
diferentes. La intolerencia del régimen
lo incapacita para compartir cualquier espacio,
aunque sea social, con sus detractores. Eso fue
lo que sucedió en el caso de marras. Todo
un conflicto diplomático. ''Si los opositores
van, nosotros no asistimos a sus recepciones.
Es más, como represalia, no tenderemos
más contactos diplomáticos con sus
embajadas''. Esa fue la reacción de la
dictadura.
Dicho en términos más coloquiales:
Si invitas a tu casa a Pedro, yo Juan, no voy
a tus fiestas ni te hablo más. Al final,
el dueño de la casa ha optado por no invitar
más a Pedro, para complacer a Juan.
En medio de este cuasi absurdo pugilato diplomático,
la UE parece inclinarse por una solución
que considera salomónica. Mantener alejados
a los opositores de sus recepciones públicas
y sostener con ellos contactos privados. Algo
así como recibirlos por la puerta de la
cocina.
Las relaciones entre la UE y Cuba están
en crisis desde que en junio de 2003 la UE decidió
invitar a los opositores a las fiestas nacionales
en La Habana, limitar las visitas de alto nivel
a la isla y reducir la participación de
los europeos en los actos culturales en Cuba.
El próximo 31 de enero, los cancilleres
de los 25 países europeos se pronunciarán
sobre una revisión de estas sanciones que,
a petición de España, incluye reabrir
el diálogo de alto nivel con los funcionarios
cubanos y abrir un paréntesis hasta mediados
de año, durante el cual dejarán
de invitar tanto a los disidentes como a las autoridades
cubanas a sus recepciones diplomáticas
en La Habana.
Por lo pronto la partida de fuerza favorece a
la dictadura castrista. No hay dudas de que, al
hacer dejación de un derecho, en aras de
mantener ''lo posible'', la Unión Europea
ha resultado doblegada por la intolerancia del
régimen.
palfonso@herald.com
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