PRENSA INTERNACIONAL
Enero 10, 2005
 

Castro doblega a la Unión Europea

Pablo Alfonso / El Nuevo Herald, 9 de enero de 2005.

Fue el canciller Otto Bismarck, arquitecto del Imperio Alemán en el siglo XIX quien acuñó la frase de que ''la política es el arte de lo posible''. Lo mismo pudiera decirse de la diplomacia, como parte de la política. Sucede, sin embargo, que muchas veces ''lo posible'' entra en contradicción con lo ético, con el derecho y con la moral.

Al parecer eso es lo que ha tenido en cuenta la Unión Europea al ceder a la intolerancia de la dictadura castrista. Lograr ''lo posible'' en el ámbito de sus contactos diplomáticos en La Habana, a riesgo de desatender otros aspectos del tema.

Me refiero, por supuesto, al diferendo surgido entre la UE y Cuba a raíz del arresto y condena de 75 opositores en la primavera del 2003. Como parte de ese diferendo la UE impuso varias sanciones diplomáticas al régimen, entre ellas, invitar a los opositores cubanos a las recepciones oficiales de sus embajadas en la isla.

Creo que el primer error en esta cuestión le corresponde a la UE. Imponer como ''sanción diplomática'' un asunto que le corresponde por derecho, es de por sí ya un desatino. Invitar a quien le plazca a sus sedes diplomáticas es un derecho que se ejerce libremente por cualquier embajada, en cualquier lugar del mundo. No es una sanción que se impone al gobierno ante el cual se está acreditado.

En ninguna lugar del mundo se considera una ''provocación'' por parte del gobierno que representantes de la oposición asistan a las recepciones diplomáticas. En esencia, a esas recepciones, asisten empresarios, líderes religiosos, intelectuales y dirigentes cívicos, además de los consabidos funcionarios gubernamentales.

Pero con la dictadura castrista las cosas son diferentes. La intolerencia del régimen lo incapacita para compartir cualquier espacio, aunque sea social, con sus detractores. Eso fue lo que sucedió en el caso de marras. Todo un conflicto diplomático. ''Si los opositores van, nosotros no asistimos a sus recepciones. Es más, como represalia, no tenderemos más contactos diplomáticos con sus embajadas''. Esa fue la reacción de la dictadura.

Dicho en términos más coloquiales: Si invitas a tu casa a Pedro, yo Juan, no voy a tus fiestas ni te hablo más. Al final, el dueño de la casa ha optado por no invitar más a Pedro, para complacer a Juan.

En medio de este cuasi absurdo pugilato diplomático, la UE parece inclinarse por una solución que considera salomónica. Mantener alejados a los opositores de sus recepciones públicas y sostener con ellos contactos privados. Algo así como recibirlos por la puerta de la cocina.

Las relaciones entre la UE y Cuba están en crisis desde que en junio de 2003 la UE decidió invitar a los opositores a las fiestas nacionales en La Habana, limitar las visitas de alto nivel a la isla y reducir la participación de los europeos en los actos culturales en Cuba.

El próximo 31 de enero, los cancilleres de los 25 países europeos se pronunciarán sobre una revisión de estas sanciones que, a petición de España, incluye reabrir el diálogo de alto nivel con los funcionarios cubanos y abrir un paréntesis hasta mediados de año, durante el cual dejarán de invitar tanto a los disidentes como a las autoridades cubanas a sus recepciones diplomáticas en La Habana.

Por lo pronto la partida de fuerza favorece a la dictadura castrista. No hay dudas de que, al hacer dejación de un derecho, en aras de mantener ''lo posible'', la Unión Europea ha resultado doblegada por la intolerancia del régimen.

palfonso@herald.com

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