Tan lejos y tan cerca de Cuba
ProCubaLibre,
Argentina, 22 de febrero de 2005. CABRERA INFANTE: El escritor cubano
murió ayer en Londres, donde vivía desde 1965. Anticastrista, dedicó
su vida al cine y a la literatura.: Por Silvina Friera Era un ateo irredimible
que supo flirtear con el comunismo a fines de la década del cincuenta para
devenir en un furibundo anticastrista apenas una década después.
Siempre negó formar parte del "Club del Boom" de la literatura
latinoamericana porque decía que "era una institución creada
en Londres a semejanza de los clubes de caballeros". Cultivaba el
juego de palabras, en la escritura y en sus polémicas declaraciones. Aunque
sus libros circulaban de manera clandestina en su país -"algunos se
vendían en el mercado negro por diez latas de conserva", solía
contar el escritor-, en ciertos círculos intelectuales se lo consideraba
el autor cubano vivo más importante. Guillermo Cabrera Infante, Premio
Cervantes de Literatura 1997, murió ayer en Londres, ciudad en la que residía
desde 1965 cuando decidió exiliarse de la isla, luego de enfrentarse públicamente
con el gobierno y la figura de Fidel Castro como funcionario del régimen.
Tenía 75 años, y los últimos cuarenta años vivió
en las tierras de Lawrence y Orwell, lejos de una de sus grandes pasiones: la
ciudad de La Habana, que supo reflejar en muchos de sus libros como Tres tristes
tigres y Así en la paz como en la guerra. Sus otras pasiones fueron el
cine -fue autor de numerosos guiones y adaptaciones, y uno de los fundadores de
la Cinemateca de Cuba- y la literatura. Este cubano de gesto adusto y mirada
melancólica, que nunca sonreía, había nacido el 22 de abril
de 1929 en Gibara, pequeña ciudad de la provincia cubana de Oriente. Hijo
de una pareja de activos militantes del Partido Comunista Cubano, Cabrera Infante
se mudó de Gibara a La Habana a los 12 años. Empezó la carrera
de medicina, aunque pronto la abandonó; el joven Cabrera Infante escribía
en secreto: la ficción le permitía construir su puente hacia la
libertad en un país sojuzgado por la dictadura de Fulgencio Batista. Mientras
buscaba esa liberación en los mundos imaginarios, el escritor cubano, que
por entonces tenía 20 años, había aceptado un puesto como
corrector de estilo de la revista Vanidades. En 1950 ingresó en la Escuela
de Periodismo y cuatro años después, con el seudónimo de
G. Caín, comenzó a dedicarse a la crítica de cine en el semanario
Carteles, en el que tres años más tarde sería nombrado redactor
jefe. Durante la dictadura de Batista, el escritor cubano escribió Así
en la paz como en la guerra, pero este volumen de relatos recién se publicó
en 1960, cuando la revolución cubana ya había triunfado. Cabrera
Infante admiraba la literatura de James Joyce -tradujo con austeridad admirable
Dublineses-, reconocible como marca fundacional en la escritura del cubano: la
pasión por el lenguaje que se despliega incesantemente y la fidelidad obsesiva
por una topografía urbana. La Habana fue para el escritor cubano lo mismo
que Dublín para Joyce. Tan radical como perseverante por diferenciarse
de sus compañeros de ruta del boom y particularmente de la estética
del realismo mágico y sus secuelas de vacas voladoras, Cabrera Infante
escribió Vista del amanecer en el Trópico (obra en la que confluyen
La Habana nocturna con viñetas de la violencia de la época del general
Batista, y con aspectos de la lucha de los revolucionarios castristas en Sierra
Maestra). Pero su obra maestra (y la más polémica e irreverente)
fue Tres tristes tigres, por la que fue finalista del Premio Formentor (1965)
y ganador del premio Biblioteca Breve (1967). A estos títulos se sumaron
La Habana para un infante difunto (1979), una reconstrucción de la ciudad
y la mujer perdidas a través de la memoria, Cuerpos divinos (1985), Mea
Cuba (1993) y Cine o sardina (1997), entre otros. El erotismo, una obsesión
en su obra, aparecía siempre en "función de la parodia y la
risa, cosa que un autor erótico no haría nunca", aseguraba
el escritor. La literatura es una sola, decía, para rechazar de
plano a quienes pretendían dividir la cultura bajo el maniqueísmo
de la "alta" y "baja" cultura. Cabrera Infante confesó
en varias oportunidades que desde que había empezado a leer literatura
como un arte posible, pudo distinguir ala literatura argentina como la "más
creadora de América del Sur". Entre las influencias decisivas en su
formación, siempre mencionaba al trío Borges-Bioy Casares-Puig.
El cine, uno de sus grandes amores, lo llevó a ser guionista de Punto de
fuga, y fue el primer escritor latinoamericano que llegó a Hollywood. Una
vez instalado en Londres, en donde adoptó la nacionalidad inglesa, trabajó
como guionista y crítico cinematográfico. Quizá su adaptación
más recordada sea la novela Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, llevada
a la pantalla por John Huston. Un oficio del siglo veinte y Arcadia todas las
noches son dos libros en los que Cabrera Infante testimonia su pasión por
la pantalla grande. Las polémicas declaraciones que hizo en 1968
al por entonces periodista Tomás Eloy Martínez en la revista Primera
Plana, en las que resumió su posición contraria respecto de la evolución
de la revolución cubana, le ocasionaron el ostracismo en más de
un sentido. Ya se había convertido en enemigo para el régimen, pero
también fue vetado en determinados círculos intelectuales, amigos
de Fidel, como la revista Libre. Por su convalecencia y las complicaciones que
fue sufriendo su salud en los últimos meses, Cabrera Infante dejó
inconcluso un libro que estaba escribiendo, una especie de memoria autobiográfica,
La ninfa inconstante, "compuesta con mis recuerdos, pero más o menos
ficcionalizados", señalaba sobre este texto cuya escritura le demandó
los últimos ocho años de su vida. Cabrera Infante se fue definitivamente
ayer, tan lejos y tan cerca de su querido Malecón habanero. |