Los viejos comunistas
Rafael Rojas, El
Nuevo Herald, 9 de febrero de 2005.
En el libro Cuban Counterpoints. The Legacy of
Fernando Ortiz (Lexington Books, 2005), coordinado
por Mauricio Font y Alfonso Quiroz, se inserta
una foto memorable. La escena sucede en Caracas,
en 1948, durante la toma de posesión presidencial
del novelista Rómulo Gallegos. Mientras
el presidente de salida, Rómulo Betancourt,
fuma relajado, el nuevo mandatario posa sonriente,
flanqueado por cuatro intelectuales cubanos, vestidos
de impecable frac. De izquierda a derecha: Jorge
Mañach, Raúl Roa, Juan Marinello
y Fernando Ortiz.
Cuba y Venezuela viven entonces un breve momento
democrático. En Caracas, el autor de Doña
Bárbara y de una rara novela de tema cubano,
La brizna de paja en el viento, ha recibido la
presidencia de manos del fundador de Acción
Democrática. En La Habana, también
se produce una pacífica sucesión
presidencial: de Ramón Grau San Martín
a Carlos Prío Socarrás. Marinello
había sido candidato presidencial por el
Partido Socialista Popular en aquellas elecciones
de 1948. Raúl Roa sería el director
de Cultura del Ministerio de Educación
del nuevo gobierno. Ortiz y Mañach desarrollarían
una intensa actividad pública en los últimos
cuatro años de la efímera democracia
cubana.
Además del contraste con el momento actual
de ambas naciones --tan sólo habría
que visualizar a Chávez rodeado por Lisandro
Otero, Roberto Fernández Retamar, Pablo
Armando Fernández y Miguel Barnet--, la
foto ofrece un buen pretexto para repensar el
papel de los comunistas cubanos antes del castrismo.
Dos de aquellos intelectuales, Juan Marinello
y Raúl Roa, eran marxistas, el primero
prosoviético, el segundo, antiestalinista.
Los dos tuvieron recurrentes polémicas
con Mañach y, probablemente, tampoco compartían
todas las ideas liberales y republicanas de Ortiz.
Pero ahí estaban, abrazados.
La foto informa algo que la historia oficial
del castrismo ha pretendido ignorar: que los comunistas
cubanos, antes de 1959, tuvieron un comportamiento
perfectamente democrático. Entre 1940 y
1959, el Partido Socialista Popular tuvo una presencia
constante y respetada en la vida pública
de la isla. Sus miembros participaron en la Asamblea
Constituyente de 1940 y contaron con importantes
publicaciones como Mediodía, Hoy, Fundamentos,
La Gaceta del Caribe y Nuestro Tiempo. Juan Marinello
y Carlos Rafael Rodríguez fueron ministros
del primer gobierno de Batista (1940-1944), Blas
Roca era un líder reconocido nacional e
internacionalmente, Nicolás Guillén
era el poeta más querido y José
Antonio Portuondo y Mirta Aguirre, dos de los
críticos más autorizados.
Aquel reconocimiento público de los comunistas
antes del castrismo se reflejó en los tantos
ensayos lúcidos y moderados que produjeron
esos intelectuales. Marinello escribió
sus textos cardinales sobre José Martí
y el modernismo y su muy conservador ensayo Conversación
con nuestros pintores abstractos. Carlos Rafael
Rodríguez valoró positivamente el
nacionalismo de los ortodoxos, cuestionó
la ceguera de Marx ante el problema colonial y,
en su ejemplar polémica con Raúl
Lorenzo, ponderó la posibilidad de un ''camino
común'' para marxistas y keynesianos. En
1955, exiliado en México junto a su gran
amigo Aureliano Sánchez Arango, Roa escribió
Variaciones sobre el espíritu de nuestro
tiempo y al año siguiente tuvo el coraje
de oponerse a la invasión soviética
contra Hungría.
Fidel Castro y los jóvenes jacobinos que
capitalizaron la oposición al régimen
de Batista rechazaban la lucidez y la templanza
de los viejos comunistas. Sin embargo, la construcción
de un orden totalitario comunista era una empresa
colosal, que requería de los servicios
de aquellos intelectuales. Después de 1959,
Marinello, Roa, Rodríguez, Roca, Guillén,
Aguirre, Portuondo y tantos otros comunistas tuvieron
un papel destacado en la conducción política,
ideológica y cultural del nuevo régimen.
Lo curioso es que bajo el comunismo, la obra intelectual
de aquellos escritores jamás alcanzó
los niveles de la época republicana.
A las tantas paradojas del castrismo, habría
que agregar ésa: la dictadura de Fidel
Castro, en nombre del comunismo, coartó
la creatividad del marxismo cubano. En 46 años
de castrismo, el pensamiento socialista cubano
jamás ha alcanzado la flexibilidad, la
erudición y la elegancia que gozó
en obras como Americanismo y cubanismo literario
(1932) de Marinello, José Martí
y el destino americano (1938) de Roa, El marxismo
y la historia de Cuba (1942) de Rodríguez,
Un hombre a través de su obra: Miguel de
Cervantes Saavedra (1948) de Aguirre y El heroísmo
intelectual (1955) de Portuondo.
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