PRENSA INTERNACIONAL
Diciembre 29, 2005
 

Carne cubana: gran negocio en México

Roger Vilar. cubalsero.org, 23 de diciembre de 2005.

Quien suba a alguna de las montañas que rodean el Valle de México y desplace su vista por el área metropolitana más grande del mundo, podría pensar que es un desierto donde no florece la compasión. En este coloso cada mañana los periódicos informan sobre los vicios más deleznables. Asesinatos, torturas, drogas, prostitución, policías y funcionarios corruptos, disputas políticas que la prensa ha dado en llamar "de lavadero", por la carga de chisme barato y agresividad que contienen. Es, también, la ciudad del tráfico de mujeres, del tráfico de inmigrantes.

Los hoteles ruinosos del Centro Histórico están llenos de guatemaltecos que esperan llegar a Estados Unidos, o, por lo menos, poder trabajar de cargadores en el Distrito Federal. Otros se integran a las pandillas criminales más despiadadas del país. Son los que vienen de la Mara Salvatrucha, donde la crueldad y la locura danzan de la mano. No son los únicos errantes del siglo XXI, están los chinos, hacinados en tugurios inmundos, carne de esclavitud y de prostitución, y cuyas quejas y lamentos nadie escucha porque "están en chino". Se suman las mujeres de Europa del Este, vendidas a los Table Dance más caros para el placer de los mexicanos ricos, que las disfrutan, envician, y corrompen, sin reparar un segundo en sus historias de dolor.

En fin, México, D.F., es una Gran Babilonia del siglo XXI, y aquí, con la ingenuidad que presupone provenir de 47 años de dictadura comunista donde la información sobre el mundo externo está vedada, y aquí, digo, llegan los cubanos en el más absoluto desamparo, llenos de tiernas ilusiones, a ser víctimas de todo tipo de delincuentes, uniformados y no uniformados.

Pronto sobrarán quienes les rompan las ilusiones que se hicieron al salir de Cuba, meses de prisión en una Estación Migratoria, durmiendo en el suelo, en el frío mexicano, que en estos inviernos ha llegado hasta 4 grados centígrados y a veces a 0; sin sábanas, a merced de las golpizas de los agentes de migración, que quieren quitarles el dinero reunido en años de infortunios. (Sépase que ningún cubano gana más de 30 dólares americanos al mes, y cómo consiguen entre 4 mil y 10 mil dólares para la travesía es algo que no alcanzo a vislumbrar, pero que imagino colmado de terribles zozobras y dolores de la carne y del espíritu). A los agentes no les importa, ellos sólo quieren dinero, y se sabe que los cubanos lo traen, o que tienen familiares en Estados Unidos que lo mandarían. Extorsión en y desde la Estación Migratoria de Iztapalapa, o desde la que sea. No es el único delito con sede en los reductos, desde los reclusorios y penitenciarías se dirigen secuestros, asaltos a mano armada y grandes operaciones del narcotráfico.

Pero esto es desconocido para los cubanos. En Cuba el gángster más peligroso está en la silla presidencial hace 47 años y las cárceles son para delincuentes comunes o ciudadanos decentes que se atreven a protestar contra el régimen. De modo que esa gran burocracia corrompida que en México negocia hasta con los sentimientos será una gran prueba para los emigrantes. Si creen que después de la travesía en balsa, o de pagar a los traficantes de personas que los llevan desde Cuba a Rusia, de Rusia a España, para luego ir a México, y de ahí a Estados Unidos, están equivocados. La Policía Federal últimamente se ha hecho especialista en fisonomías, y cuando se suben a un autobús que viene desde la frontera sur o que ya está próximo a la frontera norte, identifican a los cubanos: somos demasiado blancos, o demasiado negros, o demasiado corpulentos en el caso de los mestizajes. Nada tenemos que ver con los centroamericanos o mexicanos que viajan junto a nosotros. Entonces empiezan las historias, que diría novelescas si no fuesen demasiado humillantes.

Las he escuchado de primera mano, acabadas de salir de la sartén de agua salada donde flotan las balsas. Se narran por multitudes en un lugar, no de la Mancha, sino de Mar Mediterráneo 29-402, Colonia Tacuba, en el DF. Uno va subiendo con dificultad las escaleras hasta el cuarto piso, y cuando ya falta el aire, me abren la puerta del apartamento. Está lleno de gente. Cinco hombres cuyas caras me parecen un poco sucias aunque están limpios y una mujer de 60 años que parece de 80. Son pieles que durante décadas han sufrido la mala nutrición, el terrible sol de Cuba y la zozobra de no saber "qué comeré hoy". Necesito reponerme, llevo muchos años en el exilio, 12 para ser exacto, y esto ya me resulta lejano. Pero es una parte de mi ser, es mi retrato si me hubiera quedado en la isla. Les sirven comida. Cogen el plato con la mano y comen con avidez. Tienen hambre. Son cubanos. Frente a ellos veo a Eduardo Matías, el abogado cubano que los saca de la Estación Migratoria y con miles de trabajos y adversidades les gestiona documentos legales en el Instituto Nacional de Migración para que puedan luego, por decisión propia, radicar en México o cruzar el País sin temor a las extorsiones de retenes federales y otras autoridades corruptas, y llegar a Estados Unidos.

Eduardo Matías les dice que soy periodista y me empiezan a llover las historias. He entrevistado a secuestradores, a mujeres que acaban de quedarse viudas, a familias que han perdido todo en un incendio, y nunca se me había quebrado la voz. La causa es muy simple. Estudié y me hice periodista en el exilio, siempre cubría casos de México (quizá en mi inconsciente esto era sólo "el extranjero"), y ahora, en cambio estaba ante la narración de unos cubanos que habían cruzado un ciclón en el mar. Yo hubiera podido ser uno de ellos. Estaba, simple y llanamente, ante el holocausto de mi propia nacionalidad. Nunca antes había tenido una conciencia tan clara de que pertenezco a un grupo humano en franca desintegración: los cubanos. Sin embargo, como se dice en México "me aguanté", no solté ni una lágrima y escuché las historias.

No diré lo que todos saben, sino lo que yo ignoraba casi absolutamente. Pregunté con insistencia como se hacía una balsa que valiera la pena, que no se hundiera. La respuesta me resultó inverosímil y poco entendible. Habían utilizado tubos de regadíos, gastaron 4 mil dólares. "¿Cómo se consiguen en Cuba?" "Con mucho esfuerzo" Y me es imposible imaginar en que consiste ese esfuerzo. Luego los sorprendió un huracán en medio del Mar Caribe. Esto, señores, no tiene que ver con los bellos piratas de Hollywood capeando tormentas, esto tiene que ver con la muerte. Y aunque se salvaron uno de ellos decía "Me voy a tirar, y pensamos que iba a descansar en el fondo de la balsa, porque en Cuba me voy a tirar es voy a descansar, pero no, se iba a suicidar, se iba a tirar al mar". La narración se interrumpe de pronto. Alguien dice "que la guagua está a punto de salir".

Les pido que aceleren el relato. Un barco de Belice los recogió y los dejaron en una playa. Cruzando selvas y montes llegaron a Guatemala, pasaron a México, tomaron un autobús. Muy cerca de la frontera norte, muy cerca de EU, en Piedras Negras, la Policía Federal de Caminos los captura. Le dan casi todo el dinero que tienen y los dejan seguir adelante. Pero las autoridades, que practican el amor a los compañeros, avisan a los próximos retenes que van unos cubanos, presa fácil para sacar las cervezas y las prostitutas del día. Los vuelven a detener, ya no traen el suficiente dinero para complacer a los policías federales, los detienen y los mandan a la Estación Migratoria del DF, allí duermen en el suelo y sufren hasta golpes. Después de dos meses los mandan al extremo sur de México, a Tapachula, frontera con Guatemala. Allí, gracias a las gestiones de Eduardo Matías y a unos sacerdotes locales, los liberan con un documento que dice que tienen 24 horas para abandonar México. Es a propósito, no se puede cruzar el país en menos de 48 horas. Pero así se aseguran de que los pueden volver a capturar, y si ya no tienen dinero, tendrán que pedirles a sus familiares en Estados Unidos. Estos cubanos son el negocio sin fin para las corruptas autoridades mexicanas. Lo saben y los economizan para sacar mayores dividendos. No importa que tantos billetes se levanten sobre lágrimas eternas.

Mis interlocutores miran el reloj, se les está haciendo tarde. Uno alcanza a referir que un norteamericano vino a México y dio 7 mil dólares para sacar de la Estación Migratoria a su pareja, un gay que como es cubano se metió a balsero. Otros hablan de golpizas y humillaciones, señalan a una señora "Pregúntele a ella, a ella, que le cuente". Rosa, de más de 60 años, asmática, diabética: si no se pone una insulina diaria se muere. Es de Marianao. La sacaron por Rusia, estuvo 2 meses en una casa fría, azotada por ese general invierno que acabó con Napoleón y Hitler, luego la mandaron para Alemania, de Alemania a México. Los agentes de migración no la querían dejar entrar al país. Ella, con esa desesperación que infunde saber que estamos en el límite de la vida, se tiro al suelo, se quitó los zapatos, hizo un escándalo en el aeropuerto. La patearon en las costillas y se la llevaron a la Estación Migratoria. Ahora está en la Casa del Balsero, único refugio para tantos cubanos y no sabe cuando podrá cruzar a Estados Unidos de América.

Los balseros se levantan y se van. A las dos horas regresa Eduardo Matías. Ellos ya se habían ido en un ómnibus para la frontera con Brownsville. Nos sentamos a conversar. Hace años y años que ayuda a sus compatriotas. Cada día es más difícil, aumenta la corrupción, los trámites burocráticos se atascan. Los movimientos políticos de México afectan todo esto. Se dice que firmarán un acuerdo con Cuba para deportar a los balseros y otros migrantes cubanos que llegan por diversas vías. La solución, convenimos, está en Cuba, en la caída de la dictadura, en un cambio de gobierno que posibilite un alza en la economía y que la gente pueda trabajar, vivir en paz y tener libertad en nuestro propio país. Ahora los migrantes deben estar próximos a la frontera, Eduardo Matías y yo, aquí en el DF, continuamos, al igual que ellos, sin patria, pero sin amo, igual que José Martí que tuvo que exiliarse para conquistar la libertad y precisamente estuvo en México.

Portal de la Asociación Cívica Cubano - Mexicana y de la Casa del Balsero y el Migrante Cubano - Capítulo México

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