Cuba,
economía y futuro
Cinco
Días, España,
29 de noviembre de 2005.
Acabamos de asistir a un nuevo golpe de acordeón
de Fidel Castro, por el que periódica y
alternativamente proporciona y quita fuelle a
los tímidos movimientos de reforma económica
y apertura política habidos en Cuba. En
esta ocasión los afectados por el paso
atrás han sido el sector de distribución
de carburantes y el personal que trabaja en las
estaciones de servicio.
No obstante, y pese a los empeños del
reducido entorno castrista, todo apunta a que
el futuro de Cuba cobró a partir de 1994
y 1995 una dirección inequívoca
de la mano de las reformas económicas adoptadas
en aquellos años. En aquel momento, las
reiteradas malas zafras y sobre todo el fin de
la abundante ayuda soviética se añadieron
a la ineficiencia endógena del modelo económico
cubano, sumiendo a la isla en una situación
angustiosa en la que los racionamientos y las
restricciones agudizaron las penurias de la población,
que incluso llegó a pasar hambre.
En ese contexto, consciente de la progresiva
pérdida de base social que suponía
la prolongación de las duras condiciones
del llamado periodo especial, Fidel Castro se
vio obligado a dejar pasar aire al acordeón
y aceptó las recetas económicas
que le propusieron los reformistas del sistema.
Se apostó por el turismo internacional
a fin de atraer divisas, se autorizó la
inversión extranjera a través de
las sociedades mixtas -con el 50% de capital del
Estado cubano-, y se adoptaron medidas liberalizadoras
internas como permitir el comercio privado de
artesanía, autorizar la apertura de los
paladares (pequeños restaurantes familiares)
o regular la actividad empresarial de los cuentapropia
(autónomos para nosotros). Simultáneamente,
el régimen dejó entrever que estaba
dispuesto a iniciar también en paralelo
alguna reforma política. No fue así,
en cuanto los primeros efectos positivos de las
reformas permitieron superar la fase más
aguda de la crisis, el acordeón fue de
nuevo apretado para expulsar el aire, cerrándose
cualquier asomo de liberalización política.
Sin embargo, por moderadas y tímidas que
sean, las reformas económicas hicieron
nacer y están haciendo crecer al germen
del futuro cambio democrático en Cuba.
Pensemos que la llegada de la inversión
exterior, de las empresas y directivos de otros
países, y muy especialmente la entrada
masiva de turistas extranjeros han quebrado el
monopolio informativo del régimen, instrumento
clave para el mantenimiento de cualquier dictadura.
En la actualidad los cubanos perciben de primera
mano y sin que los medios oficiales del régimen
lo intermedien, el modo de vida que existe fuera
de la isla, las condiciones políticas y
económicas que el sistema democrático
y el modelo capitalista ofrecen a la población.
La tímida apertura a la actividad económica
privada ha provocado que muchos cubanos conozcan
en primera persona el atractivo de ser emprendedor
y de trabajar para la consolidación de
tu propio negocio. Así, los cambios económicos
están creando las condiciones objetivas
que propiciarán los cambios políticos.
De algún modo, se da un cierto paralelismo
con lo sucedido en España durante la segunda
mitad del franquismo. Recordemos que ante las
dificultades económicas provocadas por
el fracaso del modelo autárquico, el general
Franco se avino al inicio de los años sesenta
a permitir una apertura económica de su
régimen. Curiosamente, también pivotó
sobre el turismo y la liberalización de
las inversiones exteriores. Los historiadores
coinciden en afirmar que ahí empezó
a fraguarse el futuro cambio democrático
en España, aunque hubieran de pasar casi
15 años y la muerte del dictador para que
aquél cristalizara.
Pues bien, cuando el cambio político se
produzca en Cuba y las rigideces de su actual
modelo dejen de yugular su funcionamiento, en
la economía cubana aflorará su enorme
potencial. Pensemos en sus abundantes recursos
naturales, en la fertilidad de su tierra, en la
disponibilidad de petróleo, en los caladeros
de pesca a lo largo de sus muchos kilómetros
de costa, en sus numerosas playas con agua cálida
y arena fina, en su población (incomparablemente
mejor preparada que la de su entorno geográfico),
en sus estructuras educativa o sanitaria
Quizás sólo exista un nubarrón
en el horizonte del esperable y esperado cambio
en Cuba: el riesgo de choque entre el exilio y
el interior. A diferencia del caso español
(al iniciarse la Transición nuestro exilio
era escaso en número de personas, envejecido
en edad y precario en recursos económicos),
el exilio cubano -concentrado en Miami- es numeroso,
joven y financieramente potente. El funcionamiento
de un doble registro de la propiedad inmobiliaria,
en Cuba y en Miami, sobre los inmuebles existentes
en la isla en 1959 -lo que supone la existencia
de dos pretendientes a la propiedad por cada finca-
constituye un riesgo adicional para el citado
choque interior-exilio y, por tanto, para el desarrollo
de la futura transición. La comunidad internacional,
que no ha podido o no ha sabido influir para anticipar
el cambio en Cuba, puede y debe trabajar para
que cuando éste llegue, se produzca de
modo pacífico y tranquilo.
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