PRENSA INTERNACIONAL
Abril 18, 2005
 

Cuba y la hora de América Latina

Ernesto F. Betancourt, El Nuevo Herald, 16 de abril de 2005.

Através de su historia, Cuba ha estado en desfase con el resto de la región. Cuando la conquista porque no tenía oro o plata y cuando la independencia porque la elite criolla temió una repetición del caso de Haití. Ahora, hay una parte de la región que busca salir de una vez del subdesarrollo, como hicieron en décadas pasadas los asiáticos, encabezada por Chile y Brasil, y otra que se empecina en seguir las fracasadas fórmulas marxistoides, encabezada por Cuba y Venezuela. Esto ocurre en momentos en que el proyecto cubano acaba en un rotundo fracaso económico con un Castro patético hablando de ollas de presión, chocolatines y confiscaciones a los exiliados para aumentos raquíticos de dos dólares en las pensiones.

El neoliberalismo perdió su oportunidad en la década pasada al limitarse a la estabilización monetaria del FMI y el ajuste estructural del Banco Mundial y el BID, sin ofrecer respuesta a las demandas de mejoramiento en la distribución de riqueza y creación de empleo. Eso ha debilitado el proceso de consolidación democrática en la región que culminó con la aprobación de la Carta Democrática en Lima el día fatídico del 11 de septiembre. Los pueblos ansiaban la democracia como vía para lograr gobiernos que mejoraran sus condiciones de vida. Al no producirse esas mejoras, los votantes han acudido a los partidos de izquierda a lo largo de toda la región. Pero el hecho es que la izquierda, excepto en el caso de Chile, no ha logrado reducir la pobreza. Y en Chile, aunque mucho le duela a la gente de Lagos, las reformas las introdujo Pinochet.

Ha llegado la hora de lanzar un programa de desarrollo hemisférico que, sin abandonar la estabilización monetaria y el ajuste estructural, incorpore un fuerte crecimiento económico basado en la pequeña y mediana empresa nacional, sin descuidar la inversión extranjera. Las bases analíticas de ese esfuerzo fueron trazadas hace años por Mancur Olson, el fallecido economista de la Universidad de Maryland, quien fundara el Centro IRIS adscrito a esa Universidad. IRIS es la sigla del nombre en inglés de Reforma Institucional y el Sector Informal. El peruano Hernando de Soto, que demostró la importancia de la reforma judicial para liberar el poder de capital de las grandes masas de América Latina, fue un cercano colaborador de Olson. Al coincidir la creación del Centro IRIS con la transición sistémica en el bloque soviético, América Latina quedó excluida en los programas de ese centro. De Soto se alejó. Eso tiene que cambiar.

Lamentablemente, cuando la Alianza para el Progreso, las empresas americanas nada más estaban interesadas en América Latina como lugar de inversión o exportación, situación que no parece haber cambiado. Recuerdo cuando me llamó el secretario general de la OEA, Dr. José Antonio Mora, para que lo ayudara a encontrar una manera de dar entrada al sector privado latinoamericano en las actividades de la alianza. Esto resultó en la creación de la Junta Empresarial de Asesoramiento al Secretario General, que tuvo una duración precaria por la oposición de los empresarios americanos, a quienes en aquella época representaba el llamado senador por Rockefeller, Jacob Javits. Ahora, hace falta una clase que tome el liderazgo a nivel nacional en la región para llevar a cabo las reformas olsonianas que permitan una revolución basada en el sector privado.

El autor de un libro recién publicado, Cuba: realidad y destino, Jorge Sanguinetty, ha discutido el caso cubano en términos de las ideas olsonianas. Pero su excelente libro va mucho más allá, ya que discute cuestiones como la Constitución del 40, que él recomienda no sea utilizada por ser obsoleta, en términos de las necesidades económicas en la nueva etapa de la vida cubana que se encarará una vez caído el régimen castrista.

En todo caso, en Cuba la reconstrucción debe basarse en alto grado en las pequeñas y medianas empresas, sin detrimento de que en algunos casos las grandes empresas de inversionistas extranjeros tienen capital y tecnología que aportar para la reconstrucción. En Cuba hace falta liberar de nuevo la iniciativa privada para llenar el vacío creado por la destrucción de la vasta red de distribución y servicios que había en la Cuba preCastro y, además, porque las pequeñas y medianas empresas son una fuente muy superior a las inversiones extranjeras para la creación de empleo. Por primera vez en la historia, convergen los momentos históricos de América Latina y Cuba.

 

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