PRENSA INTERNACIONAL
Abril 6, 2005
 

Tras de verdugo espía

Carlos Villalba Bustillo, El Nuevo Herald, 6 de abril de 2005.

Fidel Castro y sus colaboradores se convencieron de que su vigencia política en Cuba y la permanencia de su gobierno a pesar del anacronismo histórico que significa son efectos del éxito de la revolución. El éxito, claro está, que ellos pregonan, no el que no se ve ni se verá nunca. Con ese convencimiento fantasioso continúan actuando y creyendo que la isla mató al tigre gringo y se vistió con su cuero.

Si Estados Unidos no invadió Cuba de manera directa, como pudo haberlo hecho tres décadas atrás, fue porque el azúcar y el tabaco que produce no son una riqueza tan atrayente como el petróleo. Entre Cuba e Irak hay, sin duda, diferencias y el éxodo cubano representó para la Florida mano de obra, inversión y desarrollo. A ningún gobierno norteamericano le gustaría, por consiguiente, que el aporte cubano a la economía de ese estado próspero desapareciera.

No ha sido, entonces, miedo a las armas convencionales del ejército cubano ni respeto a la figura del señor Castro lo que mantiene a Estados Unidos, hasta el momento, invariable y firme en su actitud frente al enclave totalitario del Caribe. La única vez que Cuba estuvo a un paso de convertirse en peligro para el Tío Sam, a raíz de la crisis de los misiles, el presidente Kennedy cortó por lo sano y consiguió que la Unión Soviética, que fue el verdadero protagonista del desafío, diera marcha atrás.

La globalización de la democracia, tan imparable como la de la economía, extinguirá poco a poco a los regímenes comunistas sobrevivientes. Allí está la China, el tercer gigante de la guerra fría, engolosinada con la economía de mercado y promoviéndose por el mundo entero para intercambiar productos acabados por materia prima y transferir tecnología. En su estructura la democratización política encontrará su momento: capitalismo y libertad son más afines que desregulación y dictadura.

La Unión Europea no reabrió el diálogo con La Habana para que el gobierno cubano acomode sus propósitos políticos, en especial frente a los Estados Unidos, a la revisión que en Bruselas se hará de la estrategia comunitaria respecto de Cuba. Louis Michel fue claro y enfático: ''Debe haber gestos antes de junio''. Y no fue menos rotundo al anunciar que la libertad de los disidentes es un imperativo. Al iniciarse la discusión de los temas álgidos habrá señales más claras. Como todo proceso, los hechos posteriores a la visita de Michel tendrán su lógica. Ya Europa no se engaña con la situación de los derechos humanos de ningún régimen político.

Es inconcebible, en consecuencia, que a estas alturas se aprese a un ciudadano porque discrepe de un gobierno o porque no admita que conquistas esenciales como la libertad individual y la justicia se sacrifiquen con el pretexto de que la revolución es intangible. El señor Castro es libre de pensar que su papel histórico es inseparable de una línea ideológica intransigente, pero no tiene derecho a encimarle a la miseria de un pueblo traicionado el aislamiento a que lo condena su falta de realismo.

La soberbia de sentirse el heredero universal de un marxismo-leninismo decrépito y derrotado descarriló al señor Castro. Salido de contexto, dilapidó la oportunidad de unir la gloria de sus triunfos a las expectativas de un pueblo que simplemente cambió de dictador.

Si Castro pudiera observar los acontecimientos que sigan a su muerte, sufriría la decepción más apabullante. La leyenda del guerrillero temerario que contradijo su prédica prerrevolucionaria con su sectarismo posrevolucionario será insuficiente para que la historia lo absuelva. Ese es el destino de los gobernantes que se erigen en verdugos de sus gobernados y en espías de sus amigos.

carlosvebus@hotmail.com

Periodista colombiano.

 

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