¿Cómo luchan los periodistas
disidentes por la libertad de prensa en Cuba?
Por Julio San Francisco. Periodista
Digital, 1 de abril de 2005.
El comunismo cubano se había quedado
ya en 1989, con la caída de la URSS, sin
soporte ideológico, pero también
se había quedado sin padrastro interesado,
es decir, sin el Partido Padre de la Unión
de Repúblicas Socialistas Soviéticas
que lo mantenía artificialmente con un
buen fajo de rublos anuales.
En otras palabras, se quedaba Cuba también
sin economía ajena entregada la propia
al imperialismo soviético, que era con
la que subsistía, y aparece en La Habana
el eufemismo de Período Especial para Tiempo
de Paz -especialmente pésimo y patético-
y la archifamosa en Cuba Opción Cero -sobrevivir
sin nada en medio del desconcierto de los ojos
del mundo, pero ya había ocurrido en 1980
el Éxodo del Mariel a Miami de 150 mil
personas, en balsas la gran mayoría, la
aparición de Radio Martí en 1985,
emisora que desde Estados Unidos se oía
en toda Cuba, el estallido habanero de 50 mil
personas rompiendo cristales shoping en las calles
y el hundimiento del remolcador "13 de Marzo"
en la bahía de La Habana en 1994 con varias
decenas de pasajeros que pretendían escapar
y que aún están en el fondo del
azulado y ensangrentado mar cubano.
En este contexto de tensiones y cambios empiezan
los rompimientos masivos de periodistas cubanos
con el sistema comunista -siempre habían
venido existiendo, pero de forma aislada con lo
cual se podía hacer muy poco o nada- y
nace en 1995, con Habana Press, la primera agencia
privada y libre en Cuba, el conocido Movimiento
Cubano de Periodismo Independiente o Alternativo
-yo lo llamaré siempre a partir de aquí
Libre, nunca contestatario tampoco porque no contestamos
ni rechazamos simplemente, sino combatimos.
A partir de este instante empiezan a proliferar
a todo lo largo y ancho del territorio nacional
las agencias independientes, entre las que están
CUBAPRESS, fundada posteriormente por Raúl
Rivero, el BPIC fundado por Yndamiro Restano,
y Patria, por Roxana Valdivia.
El existir del exilio cubano, incansablemente
satanizado por Fidel Castro, pero que califico
como largo, sufrido, combativo, emprendedor y
exitoso, y su presión política posibilitaron
la apertura en Washington de la emblemática
Radio Martí, -emisora de onda corta que
se oye en casi toda Cuba- en 1985, y que sembró
la duda general hacia el sistema cubano, subvencionada
por el gobierno de los Estados Unidos de América,
y el establecimiento de otras emisoras -algunas
cubanas, cuyas ondas libres llegan a Cuba.
De las llamadas telefónicas familiares
diarias de La Habana a Miami se pasó a
las llamadas de denuncia de violación de
los Derechos Humanos y de movimiento de pensamiento
y, de ahí, un buen día algunos de
los periodistas disidentes nos dimos cuenta de
que podíamos organizarnos, probar y pasar
despachos noticiosos diarios periodísticamente
elaborados.
Estos profesionales de la información
que oíamos Radio Martí, la Voz de
la Fundación -órgano de la Fundación
Cubano-Americana-, la Voz del CID -voz de Cuba
Independiente y Democrática-, CMQ Radio,
Radio Mambí, La Cubanísima, Radio
Fe y otras de Miami, descubrimos que las noticias
que ocultaba el gobierno cubano y puntos de vista
opuestos, o simplemente diferentes, podrían
oirse en Cuba en nuestras propias voces trasmitidos
por esas emisoras que se oyen al menos en buena
parte de la costa norte cubana pues Miami nos
queda a 180 kilómetros.
Sólo faltaba el órgano que nos
agrupara, que nos diera identidad y personalidad
editorial, pero sobre todo faltaba el cómo
hacer este periodismo sin precedente en el mundo,
sin experiencia acumulada y, como si fuera poco
lo anterior, de forma ilegal y perseguida.
Creamos las mínimas condiciones posibles
para el funcionamiento de una agencia de prensa
sui genéris, captamos un pequeño
staff de periodistas altamente calificados, redactamos
una carta de estilo, -eso me tocó a mí-,
designamos subdirectores y representantes en Madrid,
Miami, San Juan, Milán y Londres -por razones
económicas y editoriales sólo funcionaron
los de Estados Unidos y Puerto Rico- y comenzamos
a emitir despachos noticiosos diarios escritos
en La Habana en una máquina Underwood de
la II Guerra Mundial, o de la Primera, y grabados
en Miami desde La Habana, bajo el constante monitoreo
de la policía política o versión
tropical de la KGB a través de un teléfono
de no menos viejo museable diseño del '50
y desde luego siempre pinchado.
Las emisoras aceptaban nuestras llamadas, recibían
nuestros reportes y pagaban allá el costo
de la comunicación.
No podíamos tener libre acceso a Internet
y era impensable mantener en Cuba una Web independiente
y privada, pero amigos de Miami, fundamentalmente
Rosa Berre, con CubaNet y Nancy Pérez Crespo,
con Nueva Prensa Cubana, ponían on line
nuestros mensajes informativos, mientras las emisoras
los reproducían para que se oyeran en Cuba.
Participábamos en vivo en noticieros de
Radio Martí y la Mesa Revuelta, de Agustín
Tamargo, en Miami.
Era muy riesgoso, pero muy efectivo.
Todo esto lo hacen hoy, ya desde toda Cuba, los
periodistas cubanos disidentes sin ordenadores,
sin tener acceso a Internet, sin papel, apenas
con un bolígrafo compartido y muchas veces
sin haber tenido qué desayunar o sin saber
qué aparecerá para cenar. Así
estos periodistas cubanos libran una de las batallas
más desiguales y feroces por la libertad
de prensa en el mundo de hoy aunque ningún
medio español de prensa nunca se haya hecho
eco de ella.
Una moto con sidecar y tres soldados vestidos
de campaña, dos con armas largas, daba
constantemente vueltas alrededor de la oficina
de Habana Press. Un carro lada color blanco, de
matrícula amarilla, de la policía
política, pasaba de cuando en cuando y
dejaba chillar las gomas al doblar en la esquina
de la casa.
Los calabozos esperaban con sus vientres insaciables.
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