PRENSA INTERNACIONAL
Octubre 25, 2004
 

Cuba/EE.UU: ¿Intercambios Culturales?

Por Jesús Hernández Cuellar. Contacto Magazine, 22 de octubre de 2004.

Durante varios años, antes de las recientes medidas del gobierno de George W. Bush contra Cuba, uno de los puntos más controversiales de las relaciones entre Washington y La Habana ha sido el de los llamados intercambios culturales.

El ministro cubano de Cultura, Abel Prieto, se ha quejado de que Estados Unidos ha aprobado en 2004 sólo 10 de las 148 visas solicitadas por artistas cubanos. Agregó asimismo que en 2003 se solicitaron 562 visas y se entregaron 194.

Los intercambios culturales serios entre las naciones siempre produjeron beneficios para la cultura y, por supuesto, para las naciones. Pero ocurre que ese no es el caso de la actividad que se ha realizado entre Washington y La Habana, con el nombre de intercambios culturales.

¿Se puede tener un intercambio cultural serio con un país que mantiene censurados a sus principales artistas y escritores? Quien no sepa que el escritor cubano vivo más importante, Guillermo Cabrera Infante, Premio Miguel de Cervantes, vive exiliado en Londres; que el pintor cubano vivo más importante, Cundo Bermúdez, vive exiliado en Miami; que el dramaturgo cubano vivo más importante, José Triana, vive exiliado en París; que la novelista cubana más vendida de la última década, Zoé Valdés, vive exiliada en París, y que la figura más representativa de la música popular cubana, Celia Cruz, murió exiliada en Nueva York, acusada de haber servido a intereses "contrarrevolucionarios", quien no sepa todo esto, tal vez no podría entender que lo ocurrido entre Cuba y Estados Unidos en la última década puede ser bautizado con cualquier nombre, menos con el de intercambio cultural. Porque a Estados Unidos puede venir cualquier intelectual y disfrutar de las bondades de la libertad de expresión, pero a Cuba no pueden ir a expresar puntos de vista opuestos al régimen ninguno de los intelectuales antes mencionados, que inclusive son cubanos, mucho menos artistas y escritores extranjeros.

Si a esto se añade que uno de los poetas más conocidos de Cuba, Raúl Rivero, también periodista galardonado varias veces a nivel internacional, cumple hoy día una condena de 20 años de cárcel en la isla por haber dicho lo que piensa, la idea se vuelve aún menos defendible.

Con la derrota que significó la caída del Muro de Berlín aún en su corazón, gran parte de la izquierda norteamericana, inescrupulosa y delirante - algunas figuras de Hollywood incluidas -, defiende la posibilidad que ha existido hasta ahora de que se pudiese ir a la isla para embriagarse de elogios y placeres y luego regresar a Estados Unidos a contar la 'maravillosa experiencia" vivida en el "paraiso" de Fidel Castro. Y, por supuesto, de que Miguel Barnet y otros escritores oficialistas cubanos pudiesen venir a las universidades estadounidenses a explicar que en Cuba la censura no existe, y que los grandes de las letras cubanas como José Lezama Lima y Virgilio Piñera nunca sufrieron los tenebrosos efectos del comunismo cubano.

Para ese tipo de personajes, Abel Prieto no es el encargado de desarrollar la política de censura y represión cultural que asfixia a los artistas y escritores cubanos, si no la víctima. Y Cabrera Infante, Bermúdez, Triana, Valdés, Celia Cruz y otros tantos, incluido Rivero y quienes también fueron encarcelados en 2003, no son más que agentes al servicio del "imperialismo".

Peor aún, para esa izquierda el régimen que ha creado esa pesadilla en Cuba no es una dictadura, sino una revolución. Y quienes lo apoyan son progresistas, y sus críticos, reaccionarios. La izquierda estadounidense ni siquiera se tomó el trabajo de críticar la ola represiva de la primavera de 2003. Como se dice en Estados Unidos, "shame on you."

Afortunadamente, el comunista portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura; el cineasta español Pedro Almodóvar, ganador del Oscar; el alemán Günther Grass, también Premio Nobel de Literatura, los cantautores españoles Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat, y la argentina Mercedes Sosa, entendieron aunque a destiempo, junto a centenares de figuras importantes, que el prestigio de la izquierda internacional y el suyo propio sufría pérdidas terribles por su respaldo a Castro. Entonces lo criticaron fuertemente la primavera de 2003 por haber fusilado a jóvenes que intentaban huir de Cuba y por haber condenado a largas penas de cárcel a opositores pacíficos, incluidos periodistas y poetas. El capítulo estadounidense de Amnistía Internacional y el Pen Club de Estados Unidos, cuyos miembros son de cualquier signo político, sí se unieron a las críticas mundiales contra Castro.

Pero esa gran parte de la izquierda norteamericana, apegada a la nostalgia de los días de Stalin y resentida por lo poco que puede ofrecer como alternativa política a sus coterráneos, todavía se maravilla con Castro sin percatarse de que la humanidad moderna acepta mejor como progresistas a figuras de la talla del archiconocido fundador de Microsoft, Bill Gates, a Tim Berners-Lee, el creador de la world wide web y a los jóvenes científicos de la NASA que hacen posible experimentos médicos y comunicaciones vía satélite, desde el espacio.

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