Cuba/EE.UU:
¿Intercambios Culturales?
Por Jesús Hernández
Cuellar. Contacto
Magazine, 22 de octubre de 2004.
Durante varios años, antes de las recientes
medidas del gobierno de George W. Bush contra
Cuba, uno de los puntos más controversiales
de las relaciones entre Washington y La Habana
ha sido el de los llamados intercambios culturales.
El ministro cubano de Cultura, Abel Prieto, se
ha quejado de que Estados Unidos ha aprobado en
2004 sólo 10 de las 148 visas solicitadas
por artistas cubanos. Agregó asimismo que
en 2003 se solicitaron 562 visas y se entregaron
194.
Los intercambios culturales serios entre las
naciones siempre produjeron beneficios para la
cultura y, por supuesto, para las naciones. Pero
ocurre que ese no es el caso de la actividad que
se ha realizado entre Washington y La Habana,
con el nombre de intercambios culturales.
¿Se puede tener un intercambio cultural
serio con un país que mantiene censurados
a sus principales artistas y escritores? Quien
no sepa que el escritor cubano vivo más
importante, Guillermo Cabrera Infante, Premio
Miguel de Cervantes, vive exiliado en Londres;
que el pintor cubano vivo más importante,
Cundo Bermúdez, vive exiliado en Miami;
que el dramaturgo cubano vivo más importante,
José Triana, vive exiliado en París;
que la novelista cubana más vendida de
la última década, Zoé Valdés,
vive exiliada en París, y que la figura
más representativa de la música
popular cubana, Celia Cruz, murió exiliada
en Nueva York, acusada de haber servido a intereses
"contrarrevolucionarios", quien no sepa
todo esto, tal vez no podría entender que
lo ocurrido entre Cuba y Estados Unidos en la
última década puede ser bautizado
con cualquier nombre, menos con el de intercambio
cultural. Porque a Estados Unidos puede venir
cualquier intelectual y disfrutar de las bondades
de la libertad de expresión, pero a Cuba
no pueden ir a expresar puntos de vista opuestos
al régimen ninguno de los intelectuales
antes mencionados, que inclusive son cubanos,
mucho menos artistas y escritores extranjeros.
Si a esto se añade que uno de los poetas
más conocidos de Cuba, Raúl Rivero,
también periodista galardonado varias veces
a nivel internacional, cumple hoy día una
condena de 20 años de cárcel en
la isla por haber dicho lo que piensa, la idea
se vuelve aún menos defendible.
Con la derrota que significó la caída
del Muro de Berlín aún en su corazón,
gran parte de la izquierda norteamericana, inescrupulosa
y delirante - algunas figuras de Hollywood incluidas
-, defiende la posibilidad que ha existido hasta
ahora de que se pudiese ir a la isla para embriagarse
de elogios y placeres y luego regresar a Estados
Unidos a contar la 'maravillosa experiencia"
vivida en el "paraiso" de Fidel Castro.
Y, por supuesto, de que Miguel Barnet y otros
escritores oficialistas cubanos pudiesen venir
a las universidades estadounidenses a explicar
que en Cuba la censura no existe, y que los grandes
de las letras cubanas como José Lezama
Lima y Virgilio Piñera nunca sufrieron
los tenebrosos efectos del comunismo cubano.
Para ese tipo de personajes, Abel Prieto no es
el encargado de desarrollar la política
de censura y represión cultural que asfixia
a los artistas y escritores cubanos, si no la
víctima. Y Cabrera Infante, Bermúdez,
Triana, Valdés, Celia Cruz y otros tantos,
incluido Rivero y quienes también fueron
encarcelados en 2003, no son más que agentes
al servicio del "imperialismo".
Peor aún, para esa izquierda el régimen
que ha creado esa pesadilla en Cuba no es una
dictadura, sino una revolución. Y quienes
lo apoyan son progresistas, y sus críticos,
reaccionarios. La izquierda estadounidense ni
siquiera se tomó el trabajo de críticar
la ola represiva de la primavera de 2003. Como
se dice en Estados Unidos, "shame on you."
Afortunadamente, el comunista portugués
José Saramago, Premio Nobel de Literatura;
el cineasta español Pedro Almodóvar,
ganador del Oscar; el alemán Günther
Grass, también Premio Nobel de Literatura,
los cantautores españoles Joaquín
Sabina y Joan Manuel Serrat, y la argentina Mercedes
Sosa, entendieron aunque a destiempo, junto a
centenares de figuras importantes, que el prestigio
de la izquierda internacional y el suyo propio
sufría pérdidas terribles por su
respaldo a Castro. Entonces lo criticaron fuertemente
la primavera de 2003 por haber fusilado a jóvenes
que intentaban huir de Cuba y por haber condenado
a largas penas de cárcel a opositores pacíficos,
incluidos periodistas y poetas. El capítulo
estadounidense de Amnistía Internacional
y el Pen Club de Estados Unidos, cuyos miembros
son de cualquier signo político, sí
se unieron a las críticas mundiales contra
Castro.
Pero esa gran parte de la izquierda norteamericana,
apegada a la nostalgia de los días de Stalin
y resentida por lo poco que puede ofrecer como
alternativa política a sus coterráneos,
todavía se maravilla con Castro sin percatarse
de que la humanidad moderna acepta mejor como
progresistas a figuras de la talla del archiconocido
fundador de Microsoft, Bill Gates, a Tim Berners-Lee,
el creador de la world wide web y a los jóvenes
científicos de la NASA que hacen posible
experimentos médicos y comunicaciones vía
satélite, desde el espacio.
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