Artistas
cubanos y su tránsito de España a la Florida
Adriana Herrera T., El
Nuevo Herald. 17 de octubre de 2004.
En el prefacio del catálogo de la exhibición
De ida y vuelta del Centro Cultural Español
de Miami sobre 11 pintores nacidos en Cuba que
crearon en España antes de desembocar en
la Florida, el curador Carlos M. Luis revela que
estos lugares transformaron su imaginación
y su mirada, y los llevaron alenguajes contemporáneos
que trascienden todo nacionalismo.
Esa ''llamada secreta que hace España''
fue obedecida por todos en El Prado. Comparten
la obsesión por Goya, Velásquez,
y Zurbarán, pero derivaron en lenguajes
intransferibles. Otro elemento común es
el material de las obras expuestas: el papel,
muy preciado en España. Arturo Rodríguez
sostiene que permite obras más inmediatas
que los grandes óleos o la escultura. Las
figuras infantiles que pinta en acuarela surgen
de manchas que extiende sin premeditación,
en una metodología emparentada con la búsqueda
Zen del arte oriental de "la creación
que fluye por sí sola''.
Julio Antonio recuerda que la iniciación
en la pintura ocurre siempre ''de un modo inocente
y en papel''. Este material propicia ''la soltura''
en la ejecución de esa pintura que, como
la suya, busca la espontaneidad del arte bruto
(al estilo Dubuffet) y los trazos puros primitivos.
El caminante es un personaje suyo que se desplaza
como observador de mundos y dirige la mirada a
mensajes que cruzan el horizonte.A su vez, Angel
Ramírez afirma: 'Toda mi obra -aun la escultura-
empieza en papel. El papel me llevó a despojarme
de imágenes y a depurar formas hasta encontrar
'una solución feliz' que deja sólo
lo elemental: la línea''.
En el cuadro de la serie Crow, Florencio Gelabert,
también en busca de la ''simplicidad original''
pinta de negro el papel y deja rastros naranja
y blanco que señalan por dónde pasó
el pincel, antes de fijarse en formas que recuerdan
la pintura óptica. Heriberto Mora ama el
papel hecho a mano e irregular. Pero más
fuerte que el influjo del material es la atmósfera
donde surge la creación. En Cuba, uno de
sus personajes era una rata que protagonizaba
historias; en España surgieron muñecones
desolados. La historia que cuenta en la pintura
expuesta, Los probadores del rey, es así:
''El rey es Dios y los probadores quienes llegan
a él. Los trajes colgados son todo lo inventado
por el hombre que va ocupando menos espacio a
medida que llega al último estante, donde
hay una percha desocupada y una puerta blanca.
Para entrar hay que estar desnudo''. Su arte es
un "diario de viaje''.
Carlos M. Luis habla de la arqueología
de la imaginación de Joaquín González,
cuyas máscaras tienen una reminiscencia
afrocubana, pero transfigurada a partir de una
iconografía que incluye la creación
de alfabetos en piedra y símbolos sobre
la incomunicación y la censura histórica.
Es una obra poderosa hecha por un grabador experto
en las alquimias de las tintas.
Otra influencia compartida provino de la arquitectura
y la luz en España. Desde antes de salir
de Cuba, Gustavo Acosta esgrimía sus mundos
urbanos negros y grises frente a la imposición
del color tropical. Pero en Madrid ahondó
su creación de arquitecturas afines a los
estados mentales, y reinventó las construcciones
coloniales de La Habana poniendo en sus superficies
signos cargados de emociones. Sus arquitecturas
hablan de un desarraigo universal.
En la obra de Yovani Bauta el cuerpo humano es
la arquitectura en donde desembocan todos los
caminos. Aunque evoca los cuerpos de Francis Bacon,
sus figuras no están despedazadas ni usa
el color. Pero expresa el dolor personal convencido
de que ''es lo que universaliza la obra de arte''.
Sus torsos y espaldas narran sus propias pérdidas.
Según él, "No hay un territorio
tan habitado por vivencias como la figura humana''.
Baruj Salinas proclama por su parte el influjo
de la luz de Barcelona y de su intenso universo
cultural. Hizo grabados al lado de Rufino Tamayo
y Masakuni Yamamoto, trató a Joan Miró
y a Manolo Millares y María Zambrano se
dejó atrapar por el misterio de sus cielos
abstractos. La arquitectura gris y la velada luz
barcelonesas llevaron sus paisajes tropicales
a una caligrafía casi blanca. En Miami
apareció en su obra la flora de estas regiones,
aunque en las pinturas expuestas sus trazos cósmicos
recrean el fuego.
El paisaje tropical es omnipresente en la obra
de Ramón Alejandro, cuyo erotismo toca
las fuerzas de la vida y de la muerte, los dramas
dionisiacos de la unión y el desmembramiento,
la inmersión en la naturaleza o en el otro,
y, en medio de la carcajada lúbrica, la
filosofía, como revelan las sentencias
que escribe en La maraña.
Néstor Arenas se nutrió del trabajo
de los fotógrafos europeos, pero sólo
en Florida comenzó a hacer sus fotografías
digitales de Escenas encontradas, con animales
muertos de las carreteras, figuras de juguete
y maquetas. Sus composiciones irreales no surgen
de trucos, sino de la incongruencia entre las
escalas y del modo en que junta cosas que existen,
pero carecen de relación aparente.
Para cada uno de estos artistas fue determinante
arribar a esa España que surgió
tras el derrumbe del franquismo, cuando hizo eclosión
el ansia de expresión. España fue
el territorio de aceptación del otro, y
la inmersión en la libertad del arte.
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