PRENSA INTERNACIONAL
Octubre 18, 2004
 

La "indignación" de Holanda aborta, por ahora, el cambio de la UE hacia Cuba que pide el PSOE

La intención del Gobierno español no es compartida por la mayoría de los países miembros y. menos aún, por los diez nuevos, que sufrieron la dictadura comunista

Enrique Serbeto, Corresponsal. ABC, España, 17 de octubre de 2004.

BRUSELAS. La airada reacción del Gobierno holandés, que preside este semestre la Unión Europea, hace prever que, al menos por ahora, tendrán poco éxito los intentos de suavizar la política exterior común hacia Cuba que pretende alentar el Gobierno socialista español. El ministro de Asuntos exteriores de los Países Bajos, Bernard Bot, dijo ayer que estaba "indignado" por el incidente en el aeropuerto de La Habana del que fueron víctimas dos diputados holandeses y el parlamentario español Jorge Moragas y que mañana lunes se disponía a convocar al embajador cubano para exigirle explicaciones.

Según declaró ayer un portavoz del Ministerio holandés de Asuntos Exteriores, "el ministro está indignado con el arresto y expulsión de los dos diputados. Está encolerizado porque el representante de la Embajada de los Países Bajos en Cuba no ha podido entrar en contacto con ellos" antes de que fuesen expulsados del país y devueltos a Europa en el mismo avión en el que habían llegado junto al diputado español Jorge Moragas.

El incidente se ha producido precisamente en un momento en el que el Gobierno socialista español ha anunciado que pretende suavizar las relaciones de la Unión Europea con Cuba, que se encuentran prácticamente bloqueadas. No es la primera vez que Europa intenta este tipo de medidas de apaciguamiento, pero se ha convertido en una especie de mecanismo automático de respuesta que el régimen cubano aborte sistemáticamente todos los intentos de aproximación.

Reacción típica de Castro

El último ejemplo se produjo en marzo de 2003, cuando la Comisión Europea le ofreció a Cuba con todos los parabienes el ingreso en el mecanismo económico de Cotonú y mes y medio después, La Habana condenó a largas penas de prisión a más de 70 disidentes democráticos y ejecutó a tres personas que habían secuestrado una lancha para tratar de huir del país. La reacción de condena por parte europea desembocó en la retirada de la solicitud cubana de ingresar en Cotonú.

Se diría que con el caso de la expulsión de los tres diputados se ha repetido la misma mecánica. El ministro Miguel Ángel Moratinos acababa de introducir en el último consejo europeo de ministros de Asuntos Exteriores la idea de que el nuevo Gobierno de España deseaba volver a intentar el diálogo con la dictadura castrista, alegando que la actual ausencia de relaciones se revelaba como un gesto "inútil".

Desde junio de 2003, y como respuesta a la ola de represión contra disidentes democráticos, la UE decidió limitar las visitas gubernamentales de alto nivel de carácter bilateral, reducir la importancia de la participación de los Estados miembros en las manifestaciones culturales e invitar a disidentes cubanos a las ceremonias organizadas con ocasión de las fiestas nacionales. Como consecuencia, los funcionarios cubanos dejaron de asistir a esas recepciones y limitan sus contactos formales con las embajadas europeas en asuntos corrientes.

Los nuevos países, más reacios aún

Para modificar estas sanciones, sería necesario convencer a muchos países que desde el 1 de mayo también participan en los consejos de ministros. La mayor parte de los diez nuevos países miembros conocieron en sus propias carnes los efectos de los regímenes dictatoriales comunistas similares al de La Habana y no parece probable que los Gobiernos de la República Checa, Polonia, o Hungría o de los países bálticos estén pensando en enviar balones de oxígeno al Gobierno castrista.

Para los observadores europeos, resultaría muy chocante que para contentar al Gobierno cubano, las embajadas europeas le diesen la espalda y dejasen de tener relaciones con los dirigentes de la oposición democrática. No parecería razonable que después de haberlos invitado a los actos oficiales, las embajadas europeas pretendiesen ahora ignorar a personalidades como Oswaldo Payá, premio Sajarov de los derechos humanos otorgado nada menos que por el Parlamento Europeo.

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