La
"indignación" de Holanda aborta, por ahora, el
cambio de la UE hacia Cuba que pide el PSOE
La intención del Gobierno
español no es compartida por la mayoría
de los países miembros y. menos aún,
por los diez nuevos, que sufrieron la dictadura
comunista
Enrique Serbeto, Corresponsal.
ABC, España,
17 de octubre de 2004.
BRUSELAS. La airada reacción del Gobierno
holandés, que preside este semestre la
Unión Europea, hace prever que, al menos
por ahora, tendrán poco éxito los
intentos de suavizar la política exterior
común hacia Cuba que pretende alentar el
Gobierno socialista español. El ministro
de Asuntos exteriores de los Países Bajos,
Bernard Bot, dijo ayer que estaba "indignado"
por el incidente en el aeropuerto de La Habana
del que fueron víctimas dos diputados holandeses
y el parlamentario español Jorge Moragas
y que mañana lunes se disponía a
convocar al embajador cubano para exigirle explicaciones.
Según declaró ayer un portavoz
del Ministerio holandés de Asuntos Exteriores,
"el ministro está indignado con el
arresto y expulsión de los dos diputados.
Está encolerizado porque el representante
de la Embajada de los Países Bajos en Cuba
no ha podido entrar en contacto con ellos"
antes de que fuesen expulsados del país
y devueltos a Europa en el mismo avión
en el que habían llegado junto al diputado
español Jorge Moragas.
El incidente se ha producido precisamente en
un momento en el que el Gobierno socialista español
ha anunciado que pretende suavizar las relaciones
de la Unión Europea con Cuba, que se encuentran
prácticamente bloqueadas. No es la primera
vez que Europa intenta este tipo de medidas de
apaciguamiento, pero se ha convertido en una especie
de mecanismo automático de respuesta que
el régimen cubano aborte sistemáticamente
todos los intentos de aproximación.
Reacción típica de Castro
El último ejemplo se produjo en marzo
de 2003, cuando la Comisión Europea le
ofreció a Cuba con todos los parabienes
el ingreso en el mecanismo económico de
Cotonú y mes y medio después, La
Habana condenó a largas penas de prisión
a más de 70 disidentes democráticos
y ejecutó a tres personas que habían
secuestrado una lancha para tratar de huir del
país. La reacción de condena por
parte europea desembocó en la retirada
de la solicitud cubana de ingresar en Cotonú.
Se diría que con el caso de la expulsión
de los tres diputados se ha repetido la misma
mecánica. El ministro Miguel Ángel
Moratinos acababa de introducir en el último
consejo europeo de ministros de Asuntos Exteriores
la idea de que el nuevo Gobierno de España
deseaba volver a intentar el diálogo con
la dictadura castrista, alegando que la actual
ausencia de relaciones se revelaba como un gesto
"inútil".
Desde junio de 2003, y como respuesta a la ola
de represión contra disidentes democráticos,
la UE decidió limitar las visitas gubernamentales
de alto nivel de carácter bilateral, reducir
la importancia de la participación de los
Estados miembros en las manifestaciones culturales
e invitar a disidentes cubanos a las ceremonias
organizadas con ocasión de las fiestas
nacionales. Como consecuencia, los funcionarios
cubanos dejaron de asistir a esas recepciones
y limitan sus contactos formales con las embajadas
europeas en asuntos corrientes.
Los nuevos países, más reacios
aún
Para modificar estas sanciones, sería
necesario convencer a muchos países que
desde el 1 de mayo también participan en
los consejos de ministros. La mayor parte de los
diez nuevos países miembros conocieron
en sus propias carnes los efectos de los regímenes
dictatoriales comunistas similares al de La Habana
y no parece probable que los Gobiernos de la República
Checa, Polonia, o Hungría o de los países
bálticos estén pensando en enviar
balones de oxígeno al Gobierno castrista.
Para los observadores europeos, resultaría
muy chocante que para contentar al Gobierno cubano,
las embajadas europeas le diesen la espalda y
dejasen de tener relaciones con los dirigentes
de la oposición democrática. No
parecería razonable que después
de haberlos invitado a los actos oficiales, las
embajadas europeas pretendiesen ahora ignorar
a personalidades como Oswaldo Payá, premio
Sajarov de los derechos humanos otorgado nada
menos que por el Parlamento Europeo.
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