Elogio
y reivindicación de la locura
Arnaldo M. Fernández, El
Nuevo Herald, 8 de octubre de 2004.
El 14 de diciembre de 1964, Tad Szulc (''The
New York Times''), Richard Hottelet y Paul Niven
--ambos de la CBS-- entrevistaron en Nueva York
a Ernesto Guevara para el programa televisivo
Ante la Nación. Cuando Hottelet refirió:
"Usted es probablemente el más importante
exponente de la guerra de guerrillas [y] ha dicho
que los problemas de la revolución en América
Latina se resolverán con balas más
bien que con votos'', el Che repuso que ese exponente
era Fidel Castro, pero reafirmó: "El
camino para la liberación de los pueblos,
que será el camino del socialismo, marchará
a través de las balas en casi todos los
países, y puedo pronosticar con tranquilidad
que usted será testigo''.
Para el 10 de agosto de 1967, Castro precisaba
en la primera conferencia de la Organización
Latinoamericana de Solidaridad: "Estamos
absolutamente convencidos de que hay [...] un
camino nada más: el papel de la guerrilla''.
Esta clave del castrismo había sido conceptualizada
por el Che (Guerra de guerrillas, 1960), quien
se encargó aun de darle tonalidad marxista-leninista
(Guerra de guerrillas: un método, revista
Cuba Socialista, septiembre de 1962).
El francés Regis Debray refinaría,
casi filosóficamente, las hipótesis
del único camino --la lucha armada-- y
de la forma ejemplar --guerrilla castrista-- de
abrirlo y recorrerlo (Revolución en la
revolución, 1967). El foco guerrillero
llevaría, por sí mismo, a la situación
revolucionaria en cualquier país latinoamericano.
El teatro de operaciones sería el campo,
donde la guerrilla tendría mayor movilidad
y contaría con el apoyo de las masas campesinas.
El Che merece ser elogiado por agrandar el abismo
entre la teoría y la práctica. Ante
todo trató de prender el foco en el sudeste
boliviano, Santa Fe y Chuquisaca, donde los campesinos
poseían de antaño sus tierras y
no afrontaban problemas tan agudos como, por ejemplo,
los mineros del sudoeste. Para 1966, el general
golpista René Barrientos era elegido presidente
con respaldo del campesinado. En junio de 1967,
el Congreso Nacional de Trabajadores del Campo
ratificó su lealtad al gobierno, tachó
la guerrilla guevarista de ''antinacional'' y
prometió colaborar con el ejército.
Sin embargo, Castro aseveró en su ''Introducción
necesaria'' a El diario del Che en Bolivia (1968)
que se apreciaba ''cuán reales eran sus
posibilidades de éxito y cuán extraordinario
el poder catalizador de la guerrilla''. De este
modo juzgó la agonía del llamado
Ejército de Liberación Nacional
(ELN), que nunca sobrepasó medio centenar
de tropas y desde la primera escaramuza (22 de
marzo de 1967) tuvo que sobrevivir en condiciones
que el propio Che resumió así: "El
aislamiento sigue siendo total''.
Luego de fragmentarse, aquel ejército
corrió la peor suerte: la partida de Vilo
Acuña sería liquidada en Vado del
Yeso (31 de agosto) y el grupúsculo del
Che pulverizado en Quebrada del Yuro (8 de octubre).
Parece irónico que el número de
guerrilleros revelado por el Diario del Che sea
tres veces menor que el estimado por el analista
inglés Richard Gott, justamente al señalar
que el foco guevarista gozó de atención
desproporcionada con respecto a su fuerza (La
experiencia guerrillera en Bolivia, revista Estudios
Internacionales, abril-junio 1968). Esta inflación
no sólo provino de la aureola del Che y
la algarabía de sus acólitos en
el exterior. También el gobierno boliviano
hizo circular historias exageradas, con intención
de obtener mayor ayuda militar estadounidense.
Al auge publicitario contribuyó, además,
la campaña internacional por la liberación
de Debray, quien había visitado el campamento
del Che y fue capturado al regreso en Mayupampa
(19 de abril de 1967).
La guerrilla desfogó su pasión
inútil de hacer historia en numerosas fotografías
y documentos, que cayeron en manos del ejército
boliviano y precipitaron así tanto la detección
del foco como la identificación de su jefatura
cubana. Puesto que no hubo examen previo de la
revolución en Bolivia (1952) ni del golpe
de estado subsiguiente (1964), se comprende por
qué el Che anotó que los campesinos
"se convierten en delatores [y] parece que
mediante el terror planificado lograremos la neutralidad''.
Semejante desastre trajo su causa última
de haberse reconstruido ideológicamente
la revolución castrista como pauta titánica
de emancipación continental. Junto al paralelismo
pueril entre la Sierra Maestra y los Andes, se
dio por sentado que todo gobernante latinoamericano
era tan derrocable como Fulgencio Batista. Mas
el Che probaría dramáticamente que
ninguna guerrilla moldeada por Cuba encajaba en
el resto de Latinoamérica. Para el centenario
del natalicio de Lenin (22 de abril de 1970),
Castro rectificaba que su fervor revolucionario
no tenía "que expresarse exclusivamente
en favor de movimientos guerrilleros, [porque]
no hay dos casos iguales en la historia''.
Este 11 de octubre, Hottelet relatará
sus experiencias como corresponsal de la UPI durante
la Segunda Guerra Mundial (Canal WRLN, Miami,
10 p.m.). Pero aún no ha podido dar testimonio
de lo pronosticado en Nueva York por el Che hace
casi cuarenta años.
|