Diplomacia socialista o el nuevo tráfico de esclavos
Federico Jiménez Lozanitos.
Libertad
Digital, España, 28 de noviembre de
2004.
Parece que el genocida más longevo y siniestro
de cuantos han ensangrentado América en
el último medio siglo va a repetir con
el izquierdista Zapatero la misma jugada que con
el derechista Fraga: soltar algún preso
político a cambio de ser diplomáticamente
aceptado, censurada su Oposición y económicamente
recompensado por su largueza. Conviene recordar
que después de que Fraga, Gabino de Lorenzo
o Durán i Lleida, entre otros derechistas
notorios, viajaran a la isla dizque para promover
las buenas relaciones entre España y Cuba
(como si los once millones de la población
oprimida de la Isla y los dos millones de exiliados
no fueran cubanos), Castro ha perpetrado otras
muchas hazañas represivas, como la que
le llevó a la crisis con la Unión
Europea: el fusilamiento de tres pobres hombres
que pretendían huir del paraíso
castrista y el encarcelamiento de ochenta disidentes,
condenados a décadas de prisión
y tortura por el terrible delito de defender la
pacífica celebración de elecciones
libres. Pero la ventaja que tiene el dictador
cubano es que su capacidad de crear presos políticos
es siempre mayor que la de los políticos
europeos para fingir que el rescate es gratis.
La misma basura vendida por Fraga será
ahora vendida por Zapatero. La vergüenza
es ambidextra.
Que la deportación de presos no supone
apertura ninguna del régimen totalitario
cubano lo demuestra que a los presos políticos
excarcelados no se les permite una mínima
actividad cívica, sino que se les suele
expulsar por la fuerza de su país, privados
del derecho de disentir incluso al precio de la
cárcel. Naturalmente, un gobierno capaz
de gobernar al dictado de Carod Rovira, el cómplice
de la ETA, es muy capaz de poner su política
exterior al servicio de las necesidades propagandísticas
de Castro. Lo que cabe preguntarse es si se puede
considerar legítimo, no sólo legal,
un Gobierno cuya política nacional está
en manos de enemigos de España y cuya política
internacional se define por su alianza con los
enemigos más grotescos, criminales y siniestros
de la Libertad.
Desde que se cayó el Muro, hace ahora quince
años, la diplomacia socialista se redujo
a un nuevo tráfico de esclavos: los que
no podían abandonar el paraíso del
proletariado salvo que Occidente se allanase a
pagar un tributo político y económico
a los que los esclavizaban. Nada ha cambiado en
el socialismo, ni en el real ni en el supuestamente
democrático: unos siguen asesinando cimarrones
o encadenando a esclavos rebeldes mientras otros
defienden los "logros" de la esclavitud
y pagan a cuenta de todos los ciudadanos lo que
su sectarismo necesita para consolar el síndrome
de abstinencia totalitaria. Sin embargo, da la
impresión de que ZP y Moratinos cada vez
necesitan una dosis más fuerte: Chávez,
Fidel Castro... ¿para cuando Kim Jong Il?
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