Las contradicciones de Zapatero
Alejandro Gómez, El
Nuevo Herald, 28 de noviembre de 2004.
No hace mucho el jefe del gobierno español,
José Luis Rodríguez Zapatero, reclamó
cambios y democracia en Cuba. Sin embargo, el
pasado jueves su embajador en La Habana, Carlos
Alonso Zaldívar, se reunió con el
canciller cubano Felipe Perez Roque.
La intención, se dijo, era restablecer
el diálogo entre la Unión Europea
y el régimen de Castro, roto desde la ola
represiva de junio del 2003, que terminó
con 75 disidentes en la cárcel. Una de
las medidas que tomó la Unión Europea
fue ordenar a sus representantes en Cuba que invitaran
a las fiestas de las embajadas a la disidencia
cubana.
El canciller español, Miguel Angel Moratinos,
afirmó no hace mucho que esto entorpecía
el necesario diálogo con el gobierno de
Castro.
Y aquí se plantean dos cuestiones básicas
a la hora de analizar el tema cubano y cómo
tratar a su gobierno. La primera es que, después
de 45 años, no hay nadie, con excepción
de Zapatero y Moratinos, que no sepa que el diálogo
con Castro es imposible. Simplemente porque no
cumple lo que promete. Desde los familiares de
Tony de la Guardia hasta el mismisimo Papa Juan
Pablo II saben que a las palabras de Fidel Castro
se las lleva el viento.
Jamás hará nada que le impida seguir
ejerciendo el poder absoluto que acumuló
apenas llegado al poder.
La otra cuestión es la representatividad.
En un país que lleva 45 años celebrando
elecciones simbólicas con un partido único
nadie tiene la certeza de quién representa
al pueblo cubano. Lo más probable es que
ese pueblo, que se lanza al estrecho de la Florida
en una balsa o se mete en la caja de una empresa
de correos para salir de la isla, esté
más representado por Payá, Martha
Beatriz Roqué o Raúl Rivero que
por la nomenclatura que lidera Fidel Castro.
Las democracias europeas, que en su momento sufrieron
franquismos, nazismos y fascismos, deben saber
que su casa es soberana y ellas deciden con quién
comparten la fiesta. Y elegir compartirla con
el tirano y los suyos es un peligroso síntoma
de que, en algunos terrenos, no han aprendido
mucho de las dolorosas lecciones que les dio la
historia del siglo XX.
Más allá de las medidas que tome
Washington para sancionar al gobierno cubano,
medidas que afectan más a quien quiere
enviar unos pocos dólares a su familia
que a quienes hacen acuerdos millonarios, el futuro
cubano, más tarde o más temprano,
pasa por la disidencia. Esos hombres y mujeres
valientes que han dicho lo que sentían
y no se han aceptado lo que ese poder absoluto
podía ofrecerles, son quienes deberán
reconstruir una sociedad que día a día
entrega sus valores para poder sobrevivir.
Si Europa les da la espalda en procura de un
imposible diálogo con Castro, está
contribuyendo a que la transición sea más
larga y dolorosa. Y, lo que es aún peor,
está traicionando los valores que proclama.
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