La
Habana saqueada
Por Oswaldo Payá. Disidente
cubano. Premio Sajarov. ABC,
España, 22 de noviembre de 2004.
Una vez pregunté a un amigo latinoamericano
que vino a visitarnos: ¿qué te parece
La Habana? Me respondió: es una ciudad
formidable, una gran ciudad, pero da la impresión
de haber sido abandonada hace cuarenta años
por todos sus habitantes y haber regresado de
pronto y encontrarla en ruinas, como paralizada
por el tiempo.
Mi amigo chileno no era turista. Por eso caminó
unos metros mas allá de los palacetes consagrados
ahora a los extranjeros y vio el interior de las
ciudadelas apuntaladas, donde se hacinan miles
y miles de habaneros que sienten la peste de la
orina que circula por las calles. Ven su ciudad,
la de los cubanos, convertida en un gran barrio
marginal, en todos los sentidos. En este aniversario
de la fundación de nuestra ciudad, como
habanero que soy, levanto mi voz en defensa de
mi ciudad saqueada.
La Habana se fundó con una misa. Esto
es suficiente para recordar la raíz cristiana
de esta ciudad y de la nación cubana que,
en sintonía con el saqueo físico,
sufrió, desde el principio, el saqueo cultural
y el saqueo espiritual de sus habitantes. Sufrió
el proceso de descristianización forzoso,
el aniquilamiento de todas sus instituciones,
la profanación de muchos de sus templos,
convertidos en salones de injuria y potreros de
la mentira, por la persecución y la apostasía.
Hay que reconocer este saqueo espiritual si se
quiere comprender por qué en La Habana
hay más prostitución que nunca.
Es un ultraje que muchos turistas y también
muchos policías traten a las mujeres cubanas
como prostitutas mientras no se demuestre lo contrario.
Ese ultraje es posible y permitido porque los
habaneros y los cubanos han perdido los derechos
en su propio país. Por eso los neocolonos
pueden divertirse y hacer negocios usando la mano
de obra alquilada, ya que saben que a los cubanos
su Estado no les reconoce derechos. Así
algunos sienten el morboso placer de sentirse
superiores y adulados, viniendo casi siempre de
países donde desde hace mucho se proclaman
y se hacen ley los derechos humanos.
Nunca hubo en esta ciudad más barrios
marginales, contando los barrios que se han convertido
en marginales y que no lo eran, como la misma
Habana Vieja. Nunca hubo más delincuencia,
más corrupción, más pobreza
y más diferencias. Nunca un habanero fue
discriminado en su propia ciudad, ni un cubano
fue discriminado en La Habana, ni en Cuba, por
ser cubano. Hay un letrero invisible en el casco
histórico que dice: "Habanero, esta
Habana no es para ti. Ha sido prostituida y ofrendada
al placer extranjero y tú sólo eres
telón de fondo. Y si eres negro, o vistes
pobremente, ya sabes que en cualquier esquina
un policía te pedirá identificación
y tu dinero no vale, confórmate con mirar
a los seres que por decreto despótico ahora
son superiores".
Esas prácticas humillantes, soportadas
por la fuerza de agentes con traje de fascista
(o estalinista que es lo mismo) recuerdan que
el despotismo convertido en baba, para disertar
de una historia ahora confiscada, también
tiene garras para reprimir.
Hay un amargo chiste popular en el que se le
pregunta a un niño cubano: "¿Qué
quieres ser cuando seas grande: médico,
piloto, abogado, bombero..?" Y el niño
responde : "Yo quiero ser extranjero".
Los demagogos se rasgarán las vestiduras,
pero todos saben que es verdad: hay una pérdida
de la autoestima en muchos y una gran desorientación
generada por años de humillación,
discriminación, ausencia de derechos, coronada,
con espinas, por el privilegio de los extranjeros
en nuestro propio país .
Los cubanos de otras provincias están
limitados hasta con leyes que les quieren prohibir
que vivan en su capital. En vez de despreciar
a nuestros hermanos de otras provincias, el gobierno
debería realizar la apertura necesaria
para que tanta pobreza, miseria y falta de horizontes
no obligue a muchos cubanos a emigrar hacia La
Habana, para seguir siendo pobres. La solución
no es la ocupación de La Habana con policías
y tropas de otras zonas, sembrando así
las tensiones y recelos entre cubanos, ya que
somos todos parte de un mismo pueblo.
Sepan que hubo una Habana con más de diez
periódicos diarios, con muchas emisoras
de radio, con un gran sistema de transporte y
donde al menos los pobres tenían un poco
de dinero que valía y servía para
algo. Una Habana en la que los orientales y cubanos
de otras regiones jamás fueron despreciados.
De esta ciudad ahora dicen que era lo peor e
insisten que pululaban las prostitutas. Por eso
los habaneros y todos los cubanos debemos protestar,
porque la mayoría no tenemos ese origen
y allá quien quiera reclamarlo para sí.
Es momento para reivindicar la decencia y educación
de nuestros padres. Esta era una ciudad en la
que era respetada la mujer, los viejos, los maestros
y los ciudadanos por los ciudadanos, aún
en medio de la otra dictadura. Es momento para
recordar que la mayoría de la ciudad, inclusive
la que está ahora en ruinas, ya estaba
hecha en 1959. Claro está: había
zonas donde vivían los ricos de antes y
un inmenso área donde vivía lo que
llamaban la clase media. Todo eso antes de lograr
con el socialismo un régimen de igualdad
en el que los barrios ricos se convirtieron en
las ahora oficialmente establecidas zonas congeladas,
en la que los sacrificados dirigentes viven en
las otroras residencias de los ricos y otras nuevas
que se construyen. Es la igualdad más desigual
que se puede concebir, mientras todos los sábados
desde las tribunas algunos de los ricos gritan
a los pobres "socialismo o muerte".
Sí, porque en La Habana había gran
vitalidad, había miles de pequeños
negocios de personas honestas y trabajadoras,
familias completas que abnegadamente, durante
décadas, levantaron restaurantes, tiendas,
talleres de todo tipo, pequeñas fábricas,
imprentas, cafeterías, puestos de limpiabotas
y cuantos servicios y productos puedan ser creados.
Todo fue arrasado, matado por la llamada "ofensiva
revolucionaria" que convirtió a La
Habana y a Cuba, en una zona de posguerra. Eliminaron
todo vestigio de libertad económica. Esto
llevó a Cuba a la miseria, la angustia
y las carencias que sufren hoy las mayorías
pobres. Todo a nombre del socialismo y de la metrópoli
soviética. Así secaron La Habana.
Arrebataron el fruto del trabajo de cientos de
miles de familias, cerraron sus locales para convertirlos
en ruinas, trataron a sus propietarios con odio
y con la burla humillante, a los que decían
sádicamente "siquitrillados"
Destruyeron la vida de miles y miles de familias.
Entre éstas, de muchísimos inmigrantes
que ya se habían fundido con el pueblo
cubano. Judíos, árabes, chinos y,
sobre todo, españoles. A estos últimos
les trataron con particular desprecio mientras
los despojaban de lo que habían logrado
con su sudor, partiendo de la nada. Todo esto,
¿para qué? Para que ahora algunos
dirigentes se conviertan en gerentes y empresarios
capitalistas, para que ahora se restriegue en
la cara de los cubanos la existencia de empresas
extranjeras y surja el capitalismo de los extranjeros
y los que tienen el poder. Detrás del partido
único surgen entonces los capitalistas
únicos. Esto que están haciendo
es lo que el autor peruano llamó La Gran
Estafa. Todo para al final decirle a los cubanos:
capitalismo sí, pero no para ti. Para ti:
"socialismo o muerte".
Mientras los habaneros están silenciados
por el miedo, otros vienen de lejos a tomar mojito
y decirles "qué simpáticos
son, qué alegre es su música y qué
lindas sus mulatas".
Los que entren a la catedral, que es un iglesia
de una comunidad viva y no un museo, para celebrar
nuestro aniversario de ciudad, verán a
San Cristóbal con el Niño Jesús
en los hombros; recuerden entonces que allí,
frente a la ciudad, las hordas represivas hundieron
el remolcador 13 de Marzo, ahogando alevosamente
a más de dos decenas de niños, que
todavía claman por justicia, día
a día, frente a La Habana carnavalesca.
Desde la colina de la bahía, casi junto
a los murallones de la Fortaleza de la Cabaña,
en los que están incrustados tantos corazones
de fusilados desgarrados por las balas, mira el
Cristo vigilante, al que aún muchos habaneros
tienen miedo a mirarle y hablarle frente a frente.
Quizás los habaneros aún tienen
miedo a invitarle a su ciudad. Cuando se decidan,
entonces La Habana será liberada y Cuba
también.
Copyright ©
Diario ABC. S.L., Madrid, 2004. Todos los derechos
reservados.
|