Memoria
de mi Cuba triste
Juan C. Sosa Azpúrua.
El Universal,
Venezuela, 17 de noviembre de 2004.
Gabriel García Márquez ha pasado
mucho tiempo en Cuba. Involucrado con la Isla
desde 1959, tiempo en que trabajaba para la Agencia
Cubana de Noticias, hasta sus tiempos actuales,
en que con su premio Nobel a cuestas, encuentra
en Fidel a un hermano de tertulias, un cómplice
de su tormento interno endemoniado.
"Nunca me he acostado con ninguna mujer
sin pagarle, y a las pocas que no eran del oficio
las convencí por la razón o por
la fuerza de que recibieran la plata aunque fuera
para botarla en la basura"... "Hasta
los cincuenta años eran quinientas catorce
mujeres con las cuales había estado por
lo menos una vez".
Leyendo "Memoria de mis putas tristes"
a uno le aparecen en la mente imágenes
de las calles malolientes de La Habana. Sus casas
coloniales venidas a menos, pobres e inmundas
(como el Barrio Chino al que hace referencia en
el libro), los rostros de resignación de
los niños descalzos que, con sus caras
de adulto, se cuelgan de las solapas de los turistas,
que ven en estos infantes sólo una atracción
más de unas exóticas vacaciones,
y, por supuesto, las jineteras o putas de la revolución,
como prefieran.
Recuerdo a un conocido mío (de todo se
encuentra uno en esta vida) que solía decirme
que todos los años viajaba a Cuba, que
no se perdía la oportunidad de tener sexo,
por unos pocos dólares, con niñas
tiernitas de 14 o 15, igualitas que Delgadina,
la puta de García Márquez, perdón,
de su periodista imaginario.
Los críticos cursilones, quizás
algunos ingenuos también, han escrito que
este libro del granado escritor es un canto a
la vejez. Un lector emocionado escribe: "Su
rescate y descripción del amor de viejos,
tan fuerte y hermoso como cualquiera aunque nos
cause risa... es un tema poco explorado... y el
Gabo lo hace de manera genial".
Temo aguarle la fiesta a estos críticos
exaltados o a los futuros lectores de esta historia,
pero no veo en ninguna de las letras de este libro
más que un canto a lo más patético
de la vida, un día cualquiera en la Cuba
de Fidel.
jcsa@cantv.net
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