PRENSA INDEPENDIENTE
Marzo 26, 2004

ECONOMIA INFORMAL
Los quesos de Dalia

Ariel Delgado Covarrubias

LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - Los quesos de Dalia son famosos por lo menos en el Vedado, esa céntrica zona capitalina de altos edificios y concurridas calles que muchos consideran el verdadero centro urbanístico y poblacional de La Habana. No se trata de una marca registrada, por el momento eso no es posible en una economía centralizada por un Estado que coarta la libertad económica individual (entre muchas otras). Sus clientes llaman a los quesos así por el nombre de su suministradora.

Dalia es una joven espirituana, casada y madre de dos pequeñines. Nació, se crió y vive en el campo, aunque sus modales son refinados como la mejor de las capitalinas. Su padre antes de 1959 era un aparcero, y con la Ley de Reforma Agraria pasó a propietario de unas tierras que han servido para criar a sus numerosos hijos. Vivió para esa Revolución que le materializó sus sueños, y por ello no dudó en combatir a los que luchaban contra el nuevo régimen en las montañas del Escambray.

Sus hijos cogieron distintos rumbos. Uno militar, otro médico, una dependiente de una tienda, otro que emigró en la oleada del 80 y ahora sostiene con sus remesas la vejez de sus incomprensibles padres y Dalia, que se casó con un técnico veterinario de una empresa cercana a su residencia. La familia, como la mayoría de las existentes en el país, ha evolucionado acorde a los tiempos y la situación política y económica.

Antes eran "los comecandelas" del pueblo, y hoy, aunque sea en el aspecto económico, son disidentes. Sí, disidentes de una disidencia a la que gran parte de este pueblo no teme pertenecer. Son disidentes económicos, porque antes trabajaban en las formas socialistas y vivían acorde a sus recursos modestos, pero que hoy ante la demanda y escasez de los productos del campo, y lo terriblemente caro de los productos industriales, han integrado lo que en otros países se llama "economía subterránea".

El padre de Dalia aprendió a hacer quesos exquisitos de su abuelo, y ahora ella los hace ayudada por su esposo. La leche de sus dos vacas más la que compran a otros vecinos y amigos es su materia prima. El gobierno prohíbe vender la leche y sus derivados en los mercados agropecuarios, toda la que obtienen debe ser entregada al Estado, excepto la de consumo familiar.

Pero tan injusta e irreal medida no es cumplida. Los campesinos entregan lo acordado en el plan y se acabó.

Dalia podría vender sus quesos en su casa, pero traerlos a La Habana tiene sus ventajas y desventajas. Ventaja es el precio: en su poblado no valen más de 10 pesos la libra. En La Habana oscila entre 20 pesos, y hasta a un dólar, como se lo pagan muchos clientes agradecidos. Las desventajas son más. Primero el transporte, que no resulta fácil. Pero ella se las agenció para obtener semanalmente un pasaje, en ómnibus interprovinciales o en el tren de Sancti Spíritus a La Habana.

La segunda gran desventaja es el acoso de la policía. En más de una ocasión ha perdido su mercancía, decomisada por agentes de un orden injusto que dan a esa mercancía requisada un destino no precisamente social como dice la propaganda gubernamental. Ella ha sido multada y advertida, pero siempre se las ingenia para salir airosa, reclamando a Dios una mejor suerte para con sus quesos.

Esa amenaza es latente desde la terminal de trenes o de ómnibus de su localidad hasta las calles del Vedado.

Y la tercera es su propia estancia en la gran urbe. Además de los uniformados de las calles están los posibles clientes. Advertida por amistades de que algunos podían ser delatores de la policía, ha tenido la suerte de que ninguno de sus consumidores la haya denunciado. Y si alguno es un "trompeta", ha incumplido su nefasto deber embriagado por el exquisito sabor de los quesos de Dalia.

El queso está conceptuado como un alimento de primera necesidad, rico en nutrientes y de gran utilidad para la preparación de diversos platos muy apetecidos en la mesa de los cubanos.

Para cumplir con la legalidad establecida hay que comprarlo en las tiendas recaudadoras de divisas, a un precio exorbitante aún para un cubano que reciba remesas. El que se vende acompañando bocadillos, pizzas y otros platos en moneda nacional es un invento llamado "queso de papa".

Dalia, como se sabe, viajaba semanalmente. Viajaba, porque ya hace algunas semanas que no aparece en las puertas de las casas de sus consumidores, que la extrañan. Unos quieren pensar que la sequía que afecta al campo cubano habrá secado a sus vacas y las de sus vecinos. Otros que si tendrá a alguno de sus hijos enfermo. Pero en el cálculo de las probabilidades no escapa la posibilidad de que haya sido víctima de la represión. Una represión que se recrudece en la primavera, como para que no haya una legítima para todo el pueblo.

Una represión que no sólo se ejerce contra los disidentes políticos y los periodistas independientes. También se ejerce contra los disidentes económicos, que constituyen una gran mayoría y se niegan a vivir con salarios de miseria cuando tienen posibilidades de servir a un mercado insatisfecho y con ello mejorar la alimentación del pueblo.

Quiera Dios que la represión no se haya cebado en la pobre Dalia y sus quesos, a ambos los extrañamos. Y que un día esta pesadilla política y económica termine y que en los mercados libres aparezcan los productos con la marca Los Quesos de Dalia.



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