OLA
REPRESIVA
Neptuno 963: un
canto a la libertad
Tomás González-Coya
SANTA CLARA, 23 de marzo (www.cubanet.org) -
Recuerdo con exactitud aquellas palabras, nacidas
del alma de una esposa con la ferviente convicción
de la mujer comprometida con el destino de muchos
hombres que, como el suyo, habían ido a
prisión por defender su derecho a la libre
expresión.
"Nunca he pertenecido a ningún partido;
ni de gobierno, ni de la oposición, pero
mi lugar está al lado de mi esposo. Mi
deber es exigir su libertad y luchar por ella",
manifestó el 28 de abril de 2003 en Santa
Clara, Laura Pollán Toledo, esposa del
disidente cubano Héctor Maseda Gutiérrez,
condenado a 20 años de cárcel en
la última ola represiva del régimen
cubano contra la disidencia y la prensa independiente,
cuando asistió a la "visita de aseo"
reglamentada por el traslado de su cónyuge
a la penitenciaría La Pendiente, ubicada
en la capital villaclareña.
Once meses después, Laura rubricó
con hechos sus afirmaciones, convocando a los
familiares de los 75 periodistas independientes
y disidentes encarcelados a un ayuno en su domicilio,
ubicado en Neptuno 963, en el capitalino municipio
Centro Habana, para conmemorar este 18 de marzo
el primer aniversario de lo que ha sido la más
grande ola represiva del gobierno cubano en las
últimas décadas.
La puerta, coronada por un lazo negro, se abrió
a las 6 y 35 de la mañana, cuando ya estaba
listo el enorme mural donde los nombres de los
75 condenados y sus respectivas fotografías
se fundían con los colores del pabellón
patrio. Al centro, el nombre y la fotografía
de Martha Beatriz Roque Cabello, la única
mujer condenada en ese grupo.
No era la bandera cubana. Eran grandes franjas
de tela con sus colores, y una estrella amarilla
ubicada al centro extremo superior. Los cargos
por "ultraje a los símbolos de la
patria", imputados al Dr. Oscar Elías
Biscet años atrás no podrían
esgrimirse ahora.
Fue realmente emocionante ver reunidas a tantas
mujeres vestidas de blanco e identificadas por
el mismo dolor. El recinto se colmó de
esa mezcla de belleza y valor a la que tanto teme
la injusticia. Muchas de ellas vestían
camisetas blancas con la imagen de su familiar
encarcelado. Era un claro mensaje: Este es mi
hijo, mi hermano, mi hombre. ¡Libérenlo!
Desde su apertura y hasta el final del ayuno,
se mantuvo lleno el lugar. Laura solicitó
la presencia de los medios de prensa nacionales
-que no asistieron, quizás para no verse
en la obligación de ser testigos de algo
que no pueden publicar- y, por supuesto, la de
las agencias internacionales acreditadas en Cuba,
que sí pudieron captar en sus lentes las
imágenes de lo que fue un canto a la libertad.
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