PRENSA INDEPENDIENTE
Marzo 17, 2004

SALUD PUBLICA
¿Y mi hija qué?

Tomás González-Coya

SANTA CLARA, marzo (www.cubanet.org) - El hospital ortopédico Frank País, ubicado en Ciudad de La Habana, tiene fama mundial. Se dicen maravillas de la atención y logros -en ocasiones casi milagros- que exhibe ese centro asistencial.

Ilusionado por esos cantos de sirena, Armando Veitía, un trabajador por cuenta propia residente en la ciudad de Santa Clara, se desveló por conseguir que su pequeña hija de 9 años fuera atendida por los especialistas del "Frank". Yenislaidys Veitía Campos, que es como se llama la niña, presenta una espina bífida de columna cervical y lumbar.

Ese es el diagnóstico ofrecido por el especialista de la policlínica capitán Roberto Fleites, de Santa Clara, donde reside la familia. Pero el mismo doctor indicó para su cura un aparato que no se puede fabricar en Cuba debido a la ausencia de la materia prima, pero que tampoco es el que necesita. ¡Vaya error!

El 15 de octubre de 2002 fue la esperada consulta. Dayami Campos, la mamá, hizo el viaje con la pequeña hasta La Habana. Llevaba en su corazón la esperanza de lograr una indicación que pusiera fin a la fatiga y el cansancio constante que manifiesta la niña a causa de su enfermedad.

Pero todo se desvaneció cuando la asistente del Dr. Jorge Molgado, con la historia clínica en sus manos, le dijo: "el doctor no va a atender este caso". Como es lógico, la reacción de Dayami fue explosiva. Aquello no era una respuesta, era un mazazo para una madre. Así las cosas, "la próxima parada" fue la dirección del hospital, desde donde, después de ofrecer a la angustiada mamá un sinnúmero de vagas explicaciones, orientaron al obstinado galeno que la atendiera.

"Luego de varias horas de espera en el salón, la asistente me llamó", explica Dayami. "El doctor Molgado echó un vistazo a la hoja clínica y me dijo que la niña no va a quedar inválida, que con la enfermedad que tiene puede vivir hasta sin tratamiento. Dicho y hecho. No indicó nada".

Madre e hija regresaron a su ciudad desilusionadas. La consulta de la policlínica del barrio era la única alternativa que les quedaba. Pero nada han logrado. Inexplicablemente la niña carece aún de tratamiento. Mientras tanto, Yenisleidys continúa ausentándose de su escuela cada vez que entra en crisis.

"Esa es la esmerada atención médica que recibimos los cubanos; es decir, la mayoría de los cubanos", expresó la madre casi llorando. "Después de la experiencia vivida, y escuchando el demagógico discurso de los logros de la revolución, no me quedará otra alternativa que llevar mi niña al Noticiero Nacional de Televisión, o a la Mesa Redonda, para ver si le brindan ahí la magnífica atención de que tanto alardea el gobierno, y que sólo brindan los médicos cubanos en sus misiones internacionalistas, o en Cuba, si el paciente es extranjero".

Hoy, en el humilde hogar de la familia Veitía Campos, en Santa Clara, sólo se respira desesperación e incertidumbre. Yenisleidys continúa alimentando la esperanza de verse algún día curada de su dolencia.

Lo cierto es que Cuba se ha convertido en candil de la calle y oscuridad de la casa. Para alguien que reside en el interior del país resulta casi imposible lograr un remitido para alguno de los hospitales nacionales. Quienes lo logran pueden correr la misma suerte de esta niña, pues la orden -por lo menos en el Frank País- ha sido clara: "No se puede atender a nadie del interior". Pero esta orientación no alcanza a los pacientes foráneos; más bien fue dictada para beneficiarlos. Ya son cotidianas las imágenes de niños venezolanos que arriban a nuestros centros asistenciales privados de su locomoción, y regresan por sus propios pies. Esa visión no pasa inadvertida para Armando Veitía, que resumió iracundo el sentir de la mayoría de los padres cubanos. "Muchos médicos para Venezuela; muchos niños venezolanos para ser curados en Cuba. ¿Y mi hija qué?"

Detienen e imponen multa a ex prisionero de conciencia

LA HABANA, 16 de marzo (Reinaldo Cosano Alén / www.cubanet.org) - El ex prisionero de conciencia Javier García Pérez, residente en la capitalina barriada de El Cerro, fue detenido el pasado 13 de marzo desde las 6 y 30 de la tarde hasta la mañana siguiente en que fue liberado luego de pagar una multa en la cuarta estación de policía, en Manglar y Amenidad, en el propio municipio. García Pérez fue arrestado por el jefe de sector de la policía, normado Arnaldo.

"El oficial Arnaldo", expresó García, "llegó a la esquina de mi vivienda, donde acostumbramos a reunirnos un grupo de vecinos, particularmente jóvenes. Pidió identificación a todos, pero sólo a mí me dijo que tenía que acompañarlo. Me negué, diciéndole: "¿Por qué sólo a mí? ¿Qué le he hecho para que usted me detenga? ¡No voy a ir ni a las buenas ni a las malas!". A lo que el oficial respondió que ya estaba cansado de mí, que yo lo estaba desafiando, que era una falta de respeto a la autoridad y me conminó a fajarnos. Acepté el reto, pero los presentes evitaron el encontronazo a los puños. El oficial pidió ayuda. Rápido acudieron seis carros patrulleros a efectuar la detención. Los carros se llenaron con mis vecinos, quienes quisieron presentarse como testigos del incidente. Me quiso acusar por atentado, pero no pudo prosperar la denuncia, que fue cambiada por falta de respeto a la autoridad. Me impusieron una multa de doscientos pesos y me dejaron ir al otro día".



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