Sin valores personales no se
ama a la patria
María Marquez. El
Nuevo Herald. 12 de marzo de 2004.
Finalmente, la organización cívica,
patriótica, cultural Mujeres Luchadoras
por la Democracia, Women Fighters for Democracy,
entregó su prestigioso premio Democracia
Internacional a los presos políticos Marta
Beatriz Roque Cabello y Dr. Oscar Elías
Biscet González, condenados por el régimen
castrista a veinte y cinco años, respectivamente.
Como suele hacer la organización que he
fundado y presido, fue un acto sencillo, humano,
emotivo, sin presunciones, donde se destacó
la valía de los galardonados, su historia
y trayectoria, dentro y fuera de las prisiones.
Un evento que ennoblece a dos compatriotas que
sufren con dignidad y orgullo los riesgos de la
acción por el sueño que ansían
convertir en realidad.
Su lucha por los derechos humanos, por la enseñanza
de la sociedad civil, por un estado de derecho,
por la felicidad, el bienestar, la libertad y
el futuro de Cuba quedan resumidos patrióticamente
en sus propios valores morales, cívicos,
éticos y espirituales, que a nivel íntimo,
personal, los califica para defender la democracia.
Porque sin esos valores personales no se puede
amar a la patria y menos luchar por ella cueste
lo que cueste.
Desde el hospital Carlos Finlay en que está
recluida por su pésimo estado de salud,
Marta Beatriz Roque Cabello se siente ennoblecida
por el premio. Supongo que, en su momento, cuando
le permitan a su esposa verlo, el doctor Biscet
coincidirá. Y de eso se trata. De ennoblecer
sus nobles amores patrióticos, que van
desde lo político a lo social. Desde los
mambises de la independencia a los mambises que
ofrendaron sus vidas maravillosas frente al paredón
de fusilamiento de la revolución.
Se trata de mantenerlos vivos dentro y fuera
de la isla, aunque los quieran inmolar. De darlos
a conocer aún mucho más en el mundo
entero. Se trata de hacerles llegar el mensaje
de apoyo que estimule su hidalguía. Se
trata de que sientan que el apoyo a ellos es algo
más que palabras o almuerzos. Es un apoyo
solidario y absoluto a su constante quehacer.
A su lealtad a la causa de la libertad.
En el fino tejido de ideales que conforma al
exilio cubano, en Estados Unidos y otras naciones,
como un fantasma, como la etérea figura
de la duda innoble, surge a cada paso idéntica
pregunta: ¿está el exilio unido
o no?
La respuesta ha sido concreta, amplia, diáfana
en la entrega de los galardones Democracia Internacional.
A lo ancho y largo de la hora y media que duró,
las distintas personalidades que integran las
organizaciones por la libertad de la patria y
que se dieron cita ante la convocatoria de Mujeres
Luchadoras por la Democracia, lo hicieron sentir
con fuerza. La solidaridad fue total. La convergencia
de actitud fue una roca. La conexión interior
sobre las dos figuras, máxima.
Más que un acto de convicción,
lo fue de alineamiento a dos trayectorias y sus
ideales. Con dulce y suave champaña se
brindó por su salud. Por la libertad. Por
todos y cada uno de los escalones que, con esperanza,
ilusión y realidad, nos impulsan, muy unidos
al final de la pesadilla, a subir la escalera
de cuarenta y cinco años trágicos.
Como diría el primer recipiente del Democracia
Internacional, don José Aznar, presidente
del gobierno español, ''ha sido un verdadero
éxito''. Aunque el dicho señala
que todos los caminos conducen a Roma, no equivoquemos
el nuestro cayendo en la tentación de senderos
lejanos, extraños, dudosos. Esta entrega
de premios sirvió, entre otras muchas cosas
que profundizan las experiencias, para saber y
demostrar que cuando se unen los sentimientos
más puros y se entregan los valores más
eternos el milagro es posible.
Y se siente más cercano.
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