Las contradicciones de la posición
argentina
Por Rosendo Fraga , Para La
Nación, Argentina, 11 de marzo de 2004.
En términos internacionales, Cuba es una
de las pocas dictaduras que sobrevivieron a la
caída del Muro, como sucede con Bielorrusia
en Europa o Corea del Norte en Asia.
Mantiene un régimen político autoritario
de partido único, las elecciones son sólo
formales, como lo eran en los regímenes
comunistas, y además no ha avanzado hacia
la modernización económica, como
lo ha hecho con éxito el régimen
chino y ahora lo está haciendo Vietnam,
gobernado por los sucesores del Vietcong, que
derrotó militarmente a los Estados Unidos
hace más de tres décadas.
La política de Washington hacia Cuba se
explica no ya por razones estratégicas,
como sucedía hasta la caída del
Muro, sino por razones políticas e ideológicas.
Es una combinación derivada de las presiones
de la comunidad cubano-norteamericana, pero también
es una manifestación en el ámbito
de América latina de la defensa universal
de los valores democráticos.
En el caso de Europa, la posición contraria
al régimen de Castro es homogénea
y unánime. Los tres gobiernos socialdemócratas
que hoy quedan en la Europa de los Quince, Alemania,
Gran Bretaña y Suecia, reclaman la democratización
del régimen y condenan las violaciones
de los derechos humanos que sufren los disidentes
en la isla.
En lo que concierne a los diez países
que este año se incorporan a la Unión
Europea, la posición es también
homogénea en contra del régimen
de Fidel Castro, lo que se explica porque está
fresco el recuerdo de los gobiernos comunistas
que sufrieron.
Ello explica que quienes lideraron desde la oposición
la democratización de países como
Checoslovaquia, Polonia y Hungría, hoy
encabezados por el dramaturgo y ex presidente
del primer país, Václav Havel, impulsan
un movimiento mundial de políticos, intelectuales
y hombres de la cultura para apoyar a la disidencia
cubana en su reclamo de democratización.
Este movimiento ha tenido manifestaciones en nuestro
país, con la actitud asumida, de forma
pública, entre otros, por Marcos Aguinis,
Juan José Sebrelli y María Sáenz
Quesada.
En América latina, la mayoría de
los países, como Chile y México,
vienen apoyando en los últimos años
en la ONU el reclamo de que se envíe una
misión a la isla, para que se escuche el
reclamo de los disidentes y se informe sobre la
situación al organismo internacional.
Venezuela, en este caso por conveniencia política
de Chávez, se vienen absteniendo.
Cabe señalar que no se vota una condena
explícita a Cuba, sino sólo si se
envía o no un funcionario para tomar nota
de la opinión de los disidentes e informar.
La Argentina, desde comienzos de los años
noventa, votó a favor de que dicha misión
se enviara, lo que en los hechos ha constituido,
más que una condena formal, una suerte
de llamado de atención para Fidel Castro,
posición que se mantuvo durante el gobierno
de Menem, el de la Alianza y el primer año
de la gestión de Duhalde.
Cambio de posición
En 2003 Duhalde, a instancia de Kirchner, quien
ya era su candidato presidencial, cambió
el voto a favor por el de la abstención.
Ahora, es la primera vez que el actual presidente
debe formalizar la posición. Ya anticipó
que mantendrá la abstención del
año pasado. Lo hizo cuando el canciller
cubano, Felipe Pérez Roque, visitó
la Argentina.
En el caso de Kirchner, su actitud frente a Cuba
entra en contradicción con su política
interna, que da especial prioridad al valor de
los derechos humanos. Más concretamente,
ha demostrado un interés por esclarecer
casos de desaparecidos en Uruguay, sin mostrar
el mismo tipo de preocupación respecto
de las violaciones de los derechos humanos que
tienen lugar en Cuba. Esta doble actitud evidencia
que la concepción de derechos humanos que
tiene la administración argentina expresa,
en términos objetivos, un sesgo ideológico
marcado.
En conclusión, si la Argentina revisara
la política anunciada de abstenerse en
la votación de la ONU respecto de Cuba,
daría una señal de mayor coherencia
en lo interno, adoptaría una actitud coincidente
con la mantenida por las democracias más
fuertes y coincidiría también con
la mayoría de los países de América
latina.
El autor es director del Centro de Estudios
Unión para la Nueva Mayoría
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