PRENSA INDEPENDIENTE
Marzo 11, 2004

SOCIEDAD
¡Pícalo, pícalo!

LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - Cuchilla en mano mientras gritaba el imperativo de la palabra picar, un joven con apariencia de marginal corría detrás de su víctima, en tanto una turba de compañeros eufóricos por el suceso coreaba a plena voz la misma palabra repetida: ¡pícalo, pícalo! Unos metros más y el muchacho sería cortado por el héroe de la noche y para beneplácito de la jauría, sedienta de violencia.

La escena presenciada personalmente un sábado en la noche, constituye un hecho que se va haciendo cotidiano en casi todas las fiestas de fin de semana en la ciudad de La Habana. Decenas de jóvenes se dan cita en casas o locales habilitados para el baile y la música. Sin embargo el índice de agresividad que converge en estos espacios para diversión supuestamente sana, va cobrando un nivel alarmante en la sociedad. Allí acuden estos muchachos de apenas quince años cumplidos, portando armas blancas para ser utilizadas, o bien para agredir o bien para defenderse. Los padres, conocedores de esa situación, prohíben a sus hijos el participar de dichas fiestas, sean populares o caseras.

Es notable la desproporción entre los varones y hembras que se reúnen para supuestamente bailar. Lo que ocurre realmente es que estas actividades se convierten muchas veces en la justificación para tener un lugar donde consumir alcohol y drogas, lo que hacen más peligrosa la estancia en estos antros.

La mayor incidencia de hechos violentos ocurre entre jóvenes de raza negra y mestiza. Muchos de ellos han abandonado los estudios y presentan una desorientación social que se remite al seno familiar y a la falta de futuro que ellos dicen sentir en su medio social concreto. Muchos terminan por asociarse en pequeñas bandas compuestas mayoritariamente por adolescentes, realidad que cobra fuerza y se convierte en una amenaza para la sociedad habanera, sin que se observe una solución definitiva para las mismas por parte de las autoridades.

Generalmente con la ocurrencia de estas riñas, la fiesta termina. La música se suprime y los participantes se dispersan en pequeños o medianos grupos. Finalmente concertarán una nueva cita para el próximo sábado y lo más seguro es que en la misma se protagonice un nuevo incidente, que por lo general terminará como el que llegué a presenciar. cnet/21



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