SOCIEDAD
Casa comisionista
Oscar Mario González,
Grupo Decoro
LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - La casa
comisionista es una imitación de la antigua
casa de empeños. Una chapucera reproducción
de ésta, por lo que alguna vez alguien
la llamó "casa de empeños socialista".
Lo más convincente entre ellas, en lo
que a similitud se refiere, es que ambas venden
artículos de uso y excepcionalmente nuevos.
La de la factura marxista, que es la existente
en Cuba, constituye el trasplante, a la escena
criolla, de la que existía en la antigua
y desaparecida y suicidada Unión Soviética.
Apareció en esta tierra de camarones y
mamoncillos en la década de los años
70 del pasado siglo, cuando los camaradas del
Caribe adoptaron algunas experiencias y variantes
vigentes en el Imperio y en sus colonias del este
de Europa. Anteriormente, y al influjo de la fiebre
guerrillera, los jefes barbudos y de verde olivo
consideraban muchas cosas del llamado campo socialista
como remanentes de la ideología burguesa
o rezagos pequeño-burgueses. Pero el descalabro
en Bolivia, en 1967, aplacó un poco la
soberbia y la altanería de los marxistas
isleños.
Sin lugar a dudas, tanto la casa de empeños
de antes como ésta de ahora reportan un
beneficio económico al propiciar la reutilización
de un objeto cualquiera. Es como rescatar un bien,
provisto de vida útil, en cuya elaboración
la sociedad invirtió trabajo y recursos.
Con ello se evita un desperdicio inútil
y se favorece el ahorro.
Sin embargo, los mecanismos o modos de operar
de estas casas comisionistas entorpecen su funcionamiento,
limitando todo el efecto beneficioso que pudieran
causar y para lo cual fueron concebidas.
Hay que tener presente que la razón de
ser de estos comercios era resolver una necesidad
personal, brindar un servicio individual, y de
paso (de forma inherente), ayudar a la economía
en su conjunto.
Este propósito de ayuda directa e inmediata
no es la finalidad de las casas comisionistas,
y sí lo era para la casa de empeños.
He aquí la principal diferencia de la cual
se derivan, o por la cual existen las múltiples
desemejanzas entre ambas.
Concretamente y a modo de ejemplo: si se posee
un reloj de pulsera y se precisa de dinero inmediato,
la casa comisionista no le resuelve el problema,
aunque se ofrezca el objeto a modo de garantía.
Simplemente su función no es ésa,
no está concebida para eso. Ella, como
elucubración del surrealismo totalitario,
no mira la individualidad humana, sino a la colectividad,
a la masa, a la multitud.
Si usted se decide a utilizar sus servicios tendrá
que pasar por un sistema lento, largo y fastidioso,
lleno de argucias, traquimañas y dilaciones.
Si usted logra que la casa comisionista se interese
por el bien que desea poner en venta, ha de fijarle
un precio de mutuo acuerdo. En este caso su figura
como vendedor desaparece y es ocupada por el comisionista
que en este caso representa al estado. Así
pues, el gobierno pasa a ser un intermediario
entre el vendedor real que es usted y el posible
y futuro comprador. Aquí vemos una de las
tantas hipocresías del estado totalitario,
cuando ejerce una función que le prohíbe
ejercer al ciudadano por considerarla contraria
a la moralidad ideológica.
Cuando se vende su artículo (si es que
se vende), usted recibirá el 80 por ciento
del precio fijado. Pero no lo recibirá
de inmediato, ni en dinero contante y sonante.
La unidad vendedora le extenderá un cheque
después de efectuada la venta, nunca antes
de los 15 días de realizada la operación
mercantil. Si no se recoge el cheque a tiempo,
pasados los 60 días se pierde el dinero.
Desde luego, esto no sucede, a menos que se trate
de una ausencia de difunto.
Para el vendedor real u originario hay exigencias
impuestas por el intermediario o vendedor ocasional.
Si el artículo no es vendido en 90 días
a partir de su oferta, pasa a ser propiedad de
la casa comisionista. Es decir, usted pierde el
artículo si éste no halla salida.
Es decir, si no se vende, y se retira antes de
los 90 días se le pagará al comisionista
el 3 por ciento del precio fijado como compensación
por el tiempo que estuvo ofertándose inútilmente.
Pese a sus evidentes limitaciones, estos comercios
son de utilidad, y ocasionalmente resuelven problemas,
aunque ya no al que necesita dinero con alguna
premura, sino al que requiere de un recurso con
alguna urgencia. Esto, porque en sus estantes
y en moneda nacional se suelen exhibir, a modo
de oferta, los más variados y raros objetos.
Desde un casco de bombero hasta una espumadera;
desde una palangana hasta un traje de novia. Objetos
nuevos y de uso; de procedencia normal o sospechosa
y anormal.
Las casas comisionistas son útiles y beneficiosas;
y si no lo son en mayor medida, es debido a la
mano totalitaria que las manipula y controla,
la cual hace inútil todo lo que toca o
sostiene.
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