PRENSA INDEPENDIENTE
Marzo 11, 2004

SOCIEDAD
Casa comisionista

Oscar Mario González, Grupo Decoro

LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - La casa comisionista es una imitación de la antigua casa de empeños. Una chapucera reproducción de ésta, por lo que alguna vez alguien la llamó "casa de empeños socialista".

Lo más convincente entre ellas, en lo que a similitud se refiere, es que ambas venden artículos de uso y excepcionalmente nuevos.

La de la factura marxista, que es la existente en Cuba, constituye el trasplante, a la escena criolla, de la que existía en la antigua y desaparecida y suicidada Unión Soviética.

Apareció en esta tierra de camarones y mamoncillos en la década de los años 70 del pasado siglo, cuando los camaradas del Caribe adoptaron algunas experiencias y variantes vigentes en el Imperio y en sus colonias del este de Europa. Anteriormente, y al influjo de la fiebre guerrillera, los jefes barbudos y de verde olivo consideraban muchas cosas del llamado campo socialista como remanentes de la ideología burguesa o rezagos pequeño-burgueses. Pero el descalabro en Bolivia, en 1967, aplacó un poco la soberbia y la altanería de los marxistas isleños.

Sin lugar a dudas, tanto la casa de empeños de antes como ésta de ahora reportan un beneficio económico al propiciar la reutilización de un objeto cualquiera. Es como rescatar un bien, provisto de vida útil, en cuya elaboración la sociedad invirtió trabajo y recursos. Con ello se evita un desperdicio inútil y se favorece el ahorro.

Sin embargo, los mecanismos o modos de operar de estas casas comisionistas entorpecen su funcionamiento, limitando todo el efecto beneficioso que pudieran causar y para lo cual fueron concebidas.

Hay que tener presente que la razón de ser de estos comercios era resolver una necesidad personal, brindar un servicio individual, y de paso (de forma inherente), ayudar a la economía en su conjunto.

Este propósito de ayuda directa e inmediata no es la finalidad de las casas comisionistas, y sí lo era para la casa de empeños. He aquí la principal diferencia de la cual se derivan, o por la cual existen las múltiples desemejanzas entre ambas.

Concretamente y a modo de ejemplo: si se posee un reloj de pulsera y se precisa de dinero inmediato, la casa comisionista no le resuelve el problema, aunque se ofrezca el objeto a modo de garantía. Simplemente su función no es ésa, no está concebida para eso. Ella, como elucubración del surrealismo totalitario, no mira la individualidad humana, sino a la colectividad, a la masa, a la multitud.

Si usted se decide a utilizar sus servicios tendrá que pasar por un sistema lento, largo y fastidioso, lleno de argucias, traquimañas y dilaciones.

Si usted logra que la casa comisionista se interese por el bien que desea poner en venta, ha de fijarle un precio de mutuo acuerdo. En este caso su figura como vendedor desaparece y es ocupada por el comisionista que en este caso representa al estado. Así pues, el gobierno pasa a ser un intermediario entre el vendedor real que es usted y el posible y futuro comprador. Aquí vemos una de las tantas hipocresías del estado totalitario, cuando ejerce una función que le prohíbe ejercer al ciudadano por considerarla contraria a la moralidad ideológica.

Cuando se vende su artículo (si es que se vende), usted recibirá el 80 por ciento del precio fijado. Pero no lo recibirá de inmediato, ni en dinero contante y sonante. La unidad vendedora le extenderá un cheque después de efectuada la venta, nunca antes de los 15 días de realizada la operación mercantil. Si no se recoge el cheque a tiempo, pasados los 60 días se pierde el dinero. Desde luego, esto no sucede, a menos que se trate de una ausencia de difunto.

Para el vendedor real u originario hay exigencias impuestas por el intermediario o vendedor ocasional. Si el artículo no es vendido en 90 días a partir de su oferta, pasa a ser propiedad de la casa comisionista. Es decir, usted pierde el artículo si éste no halla salida. Es decir, si no se vende, y se retira antes de los 90 días se le pagará al comisionista el 3 por ciento del precio fijado como compensación por el tiempo que estuvo ofertándose inútilmente.

Pese a sus evidentes limitaciones, estos comercios son de utilidad, y ocasionalmente resuelven problemas, aunque ya no al que necesita dinero con alguna premura, sino al que requiere de un recurso con alguna urgencia. Esto, porque en sus estantes y en moneda nacional se suelen exhibir, a modo de oferta, los más variados y raros objetos. Desde un casco de bombero hasta una espumadera; desde una palangana hasta un traje de novia. Objetos nuevos y de uso; de procedencia normal o sospechosa y anormal.

Las casas comisionistas son útiles y beneficiosas; y si no lo son en mayor medida, es debido a la mano totalitaria que las manipula y controla, la cual hace inútil todo lo que toca o sostiene.



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