Cuba y su próxima transición
Infoabe,
Argentina, 5 de marzo de 2004.
Después de décadas de totalitarismo,
Cuba es uno de los últimos paradigmas de
un sistema acabado. Para los aún desprevenidos
y quizá bien intencionados, vale recordar
a Raymond Aron cuando, refiriéndose al
marxismo, hablaba del "opio de los intelectuales".
Después de todo lo que cayó con
el muro de Berlín, el régimen cubano
es hoy algo anacrónico. No se puede construir
sobre el "opio". Tarde o temprano las
realidades se imponen. Son las que se impusieron
en Europa del Este y permitieron el cambio por
el cual podemos presenciar la incorporación
de buena parte de ese antiguo bloque a la Unión
Europea.
Cuando pensamos en el futuro de Cuba no debemos
olvidar la experiencia de los países del
Este. También ellos tuvieron alrededor
de medio siglo de régimen del mismo signo
y color. La realidad barrió mucho más
que el signo y el color, y llevó a una
transición en la que todavía se
encuentran, pero cuya dirección ya está
suficientemente marcada como para no permitir
vueltas a ningún tipo de pasado. Esa transición
es extrapolable al caso cubano. Mencionemos aquí
sólo dos de sus elementos.
El primero es el ideológico. Las mentes
de los cubanos están desde hace cuarenta
y cinco años sometidas y finalmente infectadas
por una ideología y un sistema político,
que imposibilitan la existencia de horizontes.
Esta es la principal y la peor de las consecuencias
que deja al desaparecer un sistema totalitario,
parecida o igual a la actitud que se observó
entre los sobrevivientes de los campos de concentración
al ser liberados: no pueden creer que el horror
verdaderamente ha terminado y desconfían
de todo y de todos. Los mecanismos de la falta
de libertad, incorporados al torrente sanguíneo,
no pueden ser eliminados de la noche a la mañana.
A la sociedad esto le produce efectos demoledores
porque no se puede construir ninguna convivencia
sobre la base de la desconfianza.
El otro elemento es que, después de cuatro
décadas y media de régimen de pensamiento
y de partido únicos (tres generaciones),
es imposible tener políticos experimentados
fuera de los del ex partido dominante. Como éste
ya no está (no estará), sobreviene
la necesidad de dirigentes con mentalidad democrática,
lo que supone mucho más que sólo
abrir una puerta para habilitar varios partidos
políticos o introducir una boleta en una
urna electoral cada tanto. ¿De dónde
surgirán los políticos? Dos posibilidades
se presentan: de los emigrados en Miami, por un
lado; por el otro, de los funcionarios ex comunistas
reciclados, devenidos en demócratas, realmente
convencidos unos y falsos otros.
Los emigrados en Miami intentarán intervenir,
pero en cuarenta y cinco años de vida diferenciada,
su forma mentis es y será tan diferente
de la de los cubanos de la isla, que éstos
no los aceptarán fácilmente como
sus referentes naturales, salvo excepciones. En
cuanto a los funcionarios reciclados del régimen,
un número significativo de ellos tendrá
éxito, especialmente con algún apoyo
de afuera. Intentarán aparecer como socialistas
(ya no marxistas), quizás al estilo de
un Tony Blair, un Schröder o un Lula. Ellos,
que antes manejaban un sistema totalitario, querrán
manejar ahora un sistema democrático. Muchos
cubanos, cansados del régimen castrista,
se dejarán seducir por el camaleónico
cambio de chaqueta y los votarán en elecciones
libres. Algo de esto seguramente ocurrirá,
porque ocurrió y ocurre en los países
del Este.
Esperando lo inevitable, ¿cuál
es la actitud que el sentido común nos
indica como adecuada frente al régimen
de Castro? Después de la visita del canciller
cubano, el canciller Bielsa se reunirá
con opositores, según anunciara nuestro
embajador en la OEA, Rodolfo Gil. Parece una medida
inteligente que sugiere un cambio de actitud.
De no ser así, ¿qué sentido
tendría apoyar a un régimen que
indefectiblemente caerá? No nos engañemos.
No condenar es más elegante, pero es lo
mismo. No sería otra cosa que mantenerse
en un platonismo perverso, idealizador de ese
"algo" que "está podrido
en Dinamarca". La política está
hecha de realidades. Extraña que quienes
se dicen buenos administradores, hasta ahora no
han actuado sobre la base de realidades. Las convicciones
firmes son muy importantes, pero necesitan tener
sustento en la realidad. De lo contrario se vuelven
muy peligrosas.
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