PRENSA INDEPENDIENTE
Marzo 5, 2004

SOCIEDAD
Prefiero no vender

LA HABANA, marzo (www.cubanet.org) - Explicar lo inexplicable es como adentrarse en el laberinto de la lógica que pueda sostener una teoría de la anti lógica. Por más que uno se rompa la cabeza buscando una explicación posible a estos casos, no logra entender nada, no quedando otra alternativa que dar la espalda y continuar el camino, como si lo ocurrido nunca hubiera acontecido. Si intentas buscarle un razonamiento lo más probable es que termines en presencia de un psicólogo.

El hecho que motiva la anterior reflexión tuvo lugar en una de las cafeterías de la red gastronómica que abundan en Cuba, específicamente en la capital del país. Las paredes despintadas, el local y las mesas con evidentes muestras de suciedad y el típico ambiente depresivo de unas pocas y de mala calidad ofertas en moneda nacional, es el prototipo de comercio estatal cubano que se puede encontrar por doquier. Entre los productos ofertados en la tablilla de ventas estaba, además de los cigarrillos, el pan con carne de puerco asada, al precio de cinco pesos la ración de una onza y media contenida en uno de esos panes que se expenden en las panaderías por la libreta de racionamiento. Si se tiene en cuenta que cinco pesos muchas veces constituye el salario básico de muchas personas en un día de trabajo, se comprenderá que de módico no tenía nada este precio. Adquirir un pan con lechón en Cuba es casi un lujo.

Sobre la mesa de despacho estaba el pedazo de carne de cerdo, de aproximadamente quince libras, de donde el dependiente sacaba las lascas con la que prepararía el bocadito. Apenas eran las once de la mañana, lo que hacía suponer que el establecimiento llevaba poco tiempo abierto.

Un cliente, quizás uno de los primeros en acudir allí, solicitó uno de esos panes. La respuesta del dependiente fue inesperada para todos: "No puedo venderte nada porque no tengo pan".

El cliente, que al parecer estaba decidido a comer su pan con lechón, sacó como por arte de magia un pan de una jaba que pendía de su brazo y se lo ofreció al vendedor diciéndole: "Si no tienes pan aquí tienes el de mi libreta y de todas maneras te pago el precio total del producto".

Sin dar respuesta negativa o afirmativa, el trabajador viró la cara, al tiempo que decía por toda explicación que no podía venderle el pan con puerco porque no le convenía. Dicho aquello comenzó a hablar de diferentes temas con otros empleados, dejando al comprador en una pieza y con la frustración de no poder comer lo que deseaba en esos momentos.

El hecho carecería de importancia si fuera el único, quedando como una rareza en la intensa vida de una ciudad como La Habana. Pero la realidad arroja que casos como éste se producen a diario en los comercios del país. Mientras que lo racional fuera vender con calidad, aquí lo que parece normal es no vender o vender lo menos posible, haciendo que sea la ilógica la que funciona como algo normal. Cosas de Macondo, diría un viejo amigo. cnet/21



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