SOCIEDAD
Prefiero no vender
LA HABANA, marzo (www.cubanet.org)
- Explicar lo inexplicable es como adentrarse
en el laberinto de la lógica que pueda
sostener una teoría de la anti lógica.
Por más que uno se rompa la cabeza buscando
una explicación posible a estos casos,
no logra entender nada, no quedando otra alternativa
que dar la espalda y continuar el camino, como
si lo ocurrido nunca hubiera acontecido. Si intentas
buscarle un razonamiento lo más probable
es que termines en presencia de un psicólogo.
El hecho que motiva la anterior reflexión
tuvo lugar en una de las cafeterías de
la red gastronómica que abundan en Cuba,
específicamente en la capital del país.
Las paredes despintadas, el local y las mesas
con evidentes muestras de suciedad y el típico
ambiente depresivo de unas pocas y de mala calidad
ofertas en moneda nacional, es el prototipo de
comercio estatal cubano que se puede encontrar
por doquier. Entre los productos ofertados en
la tablilla de ventas estaba, además de
los cigarrillos, el pan con carne de puerco asada,
al precio de cinco pesos la ración de una
onza y media contenida en uno de esos panes que
se expenden en las panaderías por la libreta
de racionamiento. Si se tiene en cuenta que cinco
pesos muchas veces constituye el salario básico
de muchas personas en un día de trabajo,
se comprenderá que de módico no
tenía nada este precio. Adquirir un pan
con lechón en Cuba es casi un lujo.
Sobre la mesa de despacho estaba el pedazo de
carne de cerdo, de aproximadamente quince libras,
de donde el dependiente sacaba las lascas con
la que prepararía el bocadito. Apenas eran
las once de la mañana, lo que hacía
suponer que el establecimiento llevaba poco tiempo
abierto.
Un cliente, quizás uno de los primeros
en acudir allí, solicitó uno de
esos panes. La respuesta del dependiente fue inesperada
para todos: "No puedo venderte nada porque
no tengo pan".
El cliente, que al parecer estaba decidido a
comer su pan con lechón, sacó como
por arte de magia un pan de una jaba que pendía
de su brazo y se lo ofreció al vendedor
diciéndole: "Si no tienes pan aquí
tienes el de mi libreta y de todas maneras te
pago el precio total del producto".
Sin dar respuesta negativa o afirmativa, el trabajador
viró la cara, al tiempo que decía
por toda explicación que no podía
venderle el pan con puerco porque no le convenía.
Dicho aquello comenzó a hablar de diferentes
temas con otros empleados, dejando al comprador
en una pieza y con la frustración de no
poder comer lo que deseaba en esos momentos.
El hecho carecería de importancia si fuera
el único, quedando como una rareza en la
intensa vida de una ciudad como La Habana. Pero
la realidad arroja que casos como éste
se producen a diario en los comercios del país.
Mientras que lo racional fuera vender con calidad,
aquí lo que parece normal es no vender
o vender lo menos posible, haciendo que sea la
ilógica la que funciona como algo normal.
Cosas de Macondo, diría un viejo amigo.
cnet/21
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