La propuesta de Kerry sobre
Cuba
Andres Oppenheimer. El
Nuevo Herald, 6 de junio de 2004.
La parte más convincente de lo que dijo
el probable candidato demócrata John Kerry
al anunciar su política hacia Cuba en una
entrevista telefónica con The Miami Herald
fue que, de ganar la presidencia, tendría
más posibilidades que el presidente George
W. Bush de lograr apoyo internacional para presionar
por una apertura política en la isla.
Está claro que la parte de la entrevista
que le hice a Kerry con mi colega Lesley Clark
el viernes que va a generar los mayores titulares
fue el anuncio del candidato de que apoya el embargo
comercial de Estados Unidos a Cuba, pero que está
en desacuerdo con las restricciones del gobierno
de Bush a los viajes y el envío de remesas
a la isla.
Sin embargo, aunque el gobierno de Bush seguramente
va a criticar esta última postura de Kerry
diciendo que un aumento de bañistas estadounidenses
en las playas de Varadero no va impulsar la democracia
en la isla, el arma más poderosa de Kerry
para ganar una parte del voto cubano--americano
será explotar la principal debilidad de
Bush: su falta de credibilidad internacional para
lanzar cualquier ofensiva diplomática en
pos de cambios democráticos en Cuba.
''Quiero trabajar con la comunidad internacional
para aumentar la presión política
y diplomática sobre el régimen de
(Fidel) Castro, para empezar un proceso de verdaderas
reformas políticas'', me dijo Kerry.¿Qué
significa eso?, le pregunté.
''La comunidad internacional se ha negado a ser
parte de nuestros esfuerzos para lidiar con Castro'',
dijo. "Creo que la credibilidad de Estados
Unidos está tan dañada en el resto
del mundo debido a Irak y otras áreas,
que será muy complicado para esta administración
lograr cualquier tipo de cooperación''.
En este punto, Kerry tiene razón. La guerra
del presidente Bush contra Irak, como su oposición
a la Corte Penal Internacional, al Tratado de
Kyoto del calentamiento global y varios otros
tratados internacionales han volcado a gran parte
del mundo contra Estados Unidos. Hoy por hoy,
cuando el presidente Bush sale a pedir una mayor
condena internacional a Castro por el reciente
fusilamiento de tres personas por haber tratado
de escapar de la isla, o las condenas de 25 años
de prisión de 75 opositores pacíficos,
muy pocos le prestan atención. En los foros
internacionales, prácticamente nadie está
hablando de aislar diplomáticamente a Cuba
por estos crímenes.Lo vi en carne propia
en la cumbre de 58 países de América
Latina y la Unión Europea celebrada en
Guadalajara, México, la semana pasada.
La cumbre condenó oficialmente las humillaciones
a las que fueron sometidos los prisioneros de
Estados Unidos en Irak, y dedicó gran parte
de su tiempo a discutir un párrafo de condena
a Washington por sus sanciones comerciales a Cuba.
Sin embargo, increiblemente, ninguno de los mandatarios
presentes mencionó el asesinato de 104
prisioneros en una cárcel de Honduras pocos
días antes, o el hecho que Cuba, además
de los recientes fusilamientos, condenó
a muchos opositores pacíficos a décadas
de prisión por ''delitos'' como poseer
una máquina de escribir no autorizada,
o distribuir panfletos, o escribir para periódicos
extranjeros.
Cuando le pregunté a un presidente sudamericano
si la cumbre de Guadalajara no debería
haber criticado las violaciones a los derechos
humanos en todos lados, vengan de donde vengan,
se encogió de hombros y me dijo: "Lo
que pasa es que lo de Irak cambio todo''.
¿Que más me llamó la atención
de lo que dijo Kerry? Me sorprendió que,
en otra parte de la entrevista, no mostró
mucho entusiasmo por el Proyecto Varela, la petición
firmada por más de 30 mil cubanos dentro
de la isla para pedir un referéndum sobre
si permitir libertades civiles en la isla.
Aunque Kerry ha apoyado el Proyecto Varela en
el pasado, me dijo que la petición ''le
ha causado muchos problemas a mucha gente, y muchos
han terminado en prisión, y les ha caído
el martillo de una forma que creo que terminó
siendo contraproducente''. Agregó que ''lo
que quiero tratar de hacer es abrir (nuevas) posibilidades''
mediante, por ejemplo, el aumento de los viajes
de los cubano--americanos a la isla, que según
él son "la fuerza más positiva
para el cambio en Cuba''.
Mi conclusión: Kerry hace bien en proponer
una mayor presión internacional para exigir
libertades políticas en Cuba, pero peca
de demasiada cautela sobre el Proyecto Varela.
Tal como pudiera estar ocurriendo en Venezuela,
y como pasó en el plebiscito contra el
dictador chileno Augusto Pinochet en 1989, o en
las elecciones contra el régimen Sandinista
en Nicaragua en 1990, el arma más efectiva
contra los gobiernos autoritarios suele ser una
oposición interna activa con el apoyo político
de la comunidad democrática internacional.
Sin una oposición pacífica interna
con una petición definida, como el Proyecto
Varela, la presión diplomática internacional
que propone Kerry no tendría nada concreto
que defender en Cuba.
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