El plan migratorio cubano
más temerario
Univisión,
29 de julio de 2004.
LA HABANA, Cuba - Cientos de cubanos tratan
de llegar cada año a Estados Unidos con
el plan migratorio más temerario: un par
de neumáticos atados a maderos y láminas
de tergopol, una "balsa" para recorrer
190 kilómetros de mar entre tiburones y
olas de furia capaz de causar un infarto.
Riesgo mortal
Además de los elementos naturales, el
balsero debe sortear otro riesgo: ser interceptado
por la guardia costera de Estados Unidos, que
generalmente lo devuelve a la isla en virtud de
los acuerdos migratorios bilaterales de 1994,
de los cuales están por cumplirse 10 años.
La Crisis de los Balseros de ese año,
en la cual 36 mil personas abandonaron la isla
en precarias embarcaciones, dejó una verdadera
escuela de construcción de esos precarios
artefactos para atravesar el Estrecho de Florida.
"Bastan dos cámaras grandes de tractor
y algunos maderos para construir una mínima
base interna", explicó Julio González,
que asegura haber ayudado a armar balsas a un
centenar de amigos y conocidos para abandonar
el país.
"Los mejores meses para la navegación
son desde junio hasta septiembre, cuando el mar
está en calma y los vientos pueden ser
de entre 10 y 25 kilómetros", señaló
González, de 36 años, quien subsiste
gracias a labores de pesca en el litoral cercano
a la capital cubana.
Para este hombre, "los mayores riesgos son
el oleaje y el sol", por lo que aconseja
salir dos o tres horas antes de la medianoche,
con provisiones de agua, refrescos con mucho azúcar,
leche condensada, galletas y carne enlatada. La
deshidratación por el doble efecto del
sol y la sed, causa rápido deterioro físico
y mental, que lleva a angustias, delirios y a
cometer acciones fatales.
Pero, las noches no son mejores que el día,
según relatan quienes han sobrevivido a
la travesía. La oscuridad absoluta no deja
ver a los compañeros de viaje, se pierde
la noción de tiempo-espacio y cualquier
ruido sugiere la presencia de un tiburón.
Según evidencias encontradas por la Guardia
Costera de Estados Unidos, desde el 2000 a la
fecha perecieron unas 200 personas en la travesía,
pero la misma fuente estimó que la cifra
de fallecidos podría ser más alta.
"No recomiendo más de dos o tres
personas en cada balsa, ni construirlas con más
de dos neumáticos", advirtió
González, quien vio partir como balseros
hacia Estados Unidos a varios de sus vecinos en
1994.
En busca de una salida
Medios de prensa registran sistemáticamente
el arribo de balseros a costas y cayos de Florida,
pero también a países centroamericanos
e islas del Caribe, muchas veces arrastrados por
las corrientes marinas.
Las salidas ilegales en embarcaciones son utilizadas
generalmente por quienes no clasifican para un
visado norteamericano y por aquellos a quienes
no se le permite salir de Cuba debido a su vinculación
laboral u otras causas esgrimidas por las autoridades
de la isla.
De vez en cuando, la opinión pública
de ambos países se estremece con macabras
historias sobre el hallazgo de restos humanos
flotando en alta mar, fragmentos de balsas destrozadas
y testimonios de náufragos que sobrevivieron
alimentándose de gaviotas y bebiendo su
propia orina.
El potencial migratorio de Cuba fue estimado
a fines de la década pasada entre 490 mil
y 700 mil personas, según fuentes del Centro
de Estudios de Migraciones Internacionales de
la Universidad de La Habana.
Detrás del drama de los balseros se esconde
otra forma de emigración ilegal que, a
pesar de ser fuertemente sancionada en Estados
Unidos y Cuba, constituye la vía mas utilizada
según los especialistas: el tráfico
clandestino de personas.
Los traficantes se movilizan en modernas lanchas
rápidas y exigen pagos de entre tres mil
y diez mil dólares por pasajero, dinero
generalmente abonado por familiares en Estados
Unidos para asegurar a sus parientes una travesía
menos peligrosa que la de navegar en una precaria
balsa.
|