Transición con marcha atrás
Pablo Alfonso / El
Nuevo Herald, 14 de julio de 2004.
Hace una década, cuando la escasez y el
agobio económico lanzaron a los cubanos
al mar en precarias balsas con la complacencia
del gobierno; y los habaneros protagonizaron una
sorpresiva protesta callejera, la dictadura cubana
decidió que era el momento de sembrar nuevas
ilusiones.
Asi nacieron los trabajadores por cuenta propia,
los paladares, los mercados agropecuarios, comenzó
a descentralizarse la rígida economía
estatal, florecieron las tiendas que recaudaban
los dólares de las remesas y se vislumbró
lo que parecían ser los primeros pasos
de necesarias reformas económicas.
Inspirada en este aire de renovación y
relativa libertad económica, comenzó
a revertirse la crisis y se dieron los primeros
signos de recuperación.
Algunos expertos en asuntos cubanos calificaron
ese proceso de 'reformas' mientras otros más
cautelosos lo llamaron ''medidas conyunturales''.
Incluso los más optimistas esperaban que
el gobierno autorizara la operación privada
de medianas empresas.
Con menos títulos académicos ni
categorías de expertos, los cubanos en
la isla siempre miraron con recelo esos signos
de apertura. Para ellos el cuentapropismo era
una válvula de escape que el régimen
cerraría cuando lo creyera oportuno. Tampoco
le hicieron mucho caso a las cuentas de ahorro
y prefirieron guardar sus dólares "bajo
el colchón''.
Creo que acertaron.
Para la cúpula gobernante aquellas medidas
se trataban de un mal necesario. La tímida
apertura a la iniciativa privada, que tan rápidos
y positivos resultados produjo en el país,
representó siempre un peligro para la ideología
dominante. Por lo menos, para la ideología
proclamada.
Hoy Cuba se encuentra inmersa en una crisis económica
y social semejante a la que enfrentó en
1994. No es todavía igual pero hay muchas
señales que apuntan en esa dirección.
Sin embargo esta vez la dictadura no está
dispuesta a liberalizar más el mercado
y la sociedad. El marxismo-leninismo no puede
coexistir con la economía de mercado ni
con la iniciativa económica privada, que
conducen al final a la libertad política.
La dictadura cubana ha llegado al máximo
tolerable para ella en materia de libertades económicas.
Por eso la transición política que
está en marcha en la isla, de manera cada
vez más evidente bajo el mando de Raúl
Castro, ha comenzado su política de marcha
atrás.
La contrarreforma es la respuesta, por lo menos
eventual, a los asomos de democratización
y apertura política. Ahora se condena bajo
el pretexto de la corrupción y el enriquecimiento
ilícito lo que hace una década se
aprobó como necesario.
Nuevas medidas cancelando 40 actividades por
cuenta propia entrarán en vigor en las
próximas semanas. Se acabaron entre otros
los ''preparadores de alimentos'', vendedores
de periódicos, masajistas o barberos. Todos
ellos tendrán que trabajar con el Estado.
En lo adelante no se otorgarán nuevas
licencias para abrir más 'paladares'. Los
pocos que ya quedan tendrán que seguir
sorteando las restricciones burocráticas
y los exhorbitantes impuestos, para tratar de
sobrevivir.
La contrarreforma incluye un retorno a la centralización
de las empresas del Estado, mayor control de la
circulación de divisas y hasta un probable
canje de la misma por el llamado peso convertible,
equivalente al dólar en el territorio nacional.
La dictadura necesita la contrarreforma para
seguir en el poder; pero es todo lo contrario
de lo que el país necesita para superar
el abismo económico en que se encuentra.
Es lo que asegura un reciente informe de la la
Comisión Económica para América
Latina y el Caribe (CEPAL) titulado "Política
Social y Reformas Estructurales: Cuba a principios
del siglo XXI''.
El estudio, presentado en La Habana el pasado
viernes, con la presencia del ministro de Economía,
José Luis Rodríguez, afirma entre
otras cosas que Cuba necesita abrirse más
a la "diversificación de las relaciones
de propiedad, la descentralización de la
gestión empresarial y un papel del mercado''.
Todo lo contrario del nuevo giro político
que está dando La Habana.
palfonso@herald.com
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