Kerry tiene la palabra
Alejandro Armengol, El
Nuevo Herald, 5 de julio de 2004.
El senador John Kerry, aspirante a la candidatura
presidencial demócrata, debe definir con
claridad su política hacia Cuba. Hasta
ahora no lo ha hecho. Sus comentarios no van más
allá de la intención de una mayor
flexibilidad en los viajes a la isla y el oportuno
apoyo al embargo. Kerry ha esquivado pronunciarse
sobre un elemento clave para el exilio: la política
migratoria.
Cuando la administración del presidente
George W. Bush repatrió a seis cubanos
acusados de secuestrar una embarcación,
que luego recibieron condenas en la isla, la comunidad
exiliada respondió indignada. Existían
precedentes, desde la época del venerado
ex mandatario Ronald Reagan, cuando Andrés
Rodríguez Hernández --quien llegó
de polizón a estas tierras-- fue repatriado
para que Fidel Castro lo condenara. Luego la devolución
de cubanos recogidos en alta mar se convirtió
en norma diaria bajo el mandato de Bill Clinton.
Muchos en Miami, sin embargo, alentaron la esperanza
de que esta situación cambiaría
con la llegada al poder de Bush.
De acuerdo a una carta de prominentes políticos
republicanos locales, enviada al Presidente el
12 de agosto del pasado año, existían
fundamentos para esa esperanza:
''En el otoño del 2000, como candidato
a la presidencia, usted se comprometió
en una carta dirigida al congresista Lincoln Díaz-Balart
que, como presidente, llevaría a cabo una
exhaustiva revisión de todas las medidas
ejecutivas de Clinton en relación con Cuba,
entre ellas el acuerdo migratorio. La comunidad
sigue esperando por la prometida revisión'',
dice el texto de la misiva, que apareció
publicada en El Nuevo Herald y en The Miami Herald.
No sólo la comunidad sigue esperando el
prometido cambio en la política migratoria.
También da la impresión de que los
firmantes se han conformado con el nuevo decreto
--que limita los viajes familiares, los envíos
y las remesas a la isla-- como respuesta. Es cierto
que el conjunto de medidas tendientes a lograr
una transición democrática en Cuba
es mucho más amplio, pero en la práctica
los únicos afectados hasta el momento son
las familias de los refugiados.
Es posible que estas medidas le resten votos
a Bush en sus aspiraciones a la reelección.
Para los cubanos, el fin del régimen castrista
no debe ser un problema electoral. Kerry pudiera
beneficiarse de un error de cálculo republicano.
Esta ganancia marginal resulta secundaria si se
piensa en el futuro de la isla. Respecto al tema
cubano, las semejanzas en las estrategias de Bush
y Kerry superan las diferencias: apoyo al embargo,
la transición pacífica, el aumento
del envío de información y el mantenimiento
de la presión internacional.
La Declaración de principios sobre la
política de Estados Unidos hacia Cuba del
aspirante a la candidatura demócrata busca
principalmente sacar partido del descontento ante
las restricciones recientes. Si la política
de Bush se ha caracterizado por los desaciertos,
las propuestas de Kerry --por llamarlas de algún
modo-- carecen de iniciativa. La diferencia fundamental
respecto a Cuba, entre ambos aspirantes a la presidencia,
se concreta en que Kerry favorece la apertura,
mientras Bush se aferra al aislamiento. Pero la
política de apertura de Kerry con los cubanos
no avanza mucho más allá de la promesa
de restaurar los intercambios cara a cara. Una
vuelta a Clinton. Ese es su problema: la incapacidad
para generar un verdadero cambio.
El acuerdo migratorio entre Clinton y Castro
debe ser revisado. Esta administración
no ha llevado a cabo esa labor en cuatro años.
Sería ingenuo esperar que lo hiciera en
el futuro. Una inmigración ordenada, segura
y legal no significa devolver indiscriminadamente
a los balseros en alta mar, retener en la Base
Naval de Guantánamo a un grupo de disidentes
que huyeron de Cuba y garantizar la permanencia
en suelo norteamericano sólo a los que
cuentan con los recursos necesarios para pagar
las sumas exorbitantes que exigen los contrabandistas.
Es garantizar que nadie con derecho a asilo sea
devuelto a Cuba y permitir a todo refugiado apresado
en alta mar la tramitación de su caso en
suelo norteamericano, en un proceso abierto al
público y con la participación de
abogados independientes.
La única forma humanitaria de desanimar
a quienes intentan ingresar a esta nación
por una vía marítima no autorizada
es aumentar la entrada legal de refugiados. Se
debe incrementar la cifra de visas otorgadas a
los cubanos residentes en la isla --otra promesa
olvidada de Bush. Kerry debe expresarse sobre
la política injusta de "pies secos,
pies mojados''.
Aquél que piense que el fin de esta política
abriría las puertas a un éxodo masivo
debe recordar que ''siempre habrá amenazas
de inmigración masiva desde Cuba'', mientras
Castro esté en el poder, como en su momento
supieron expresar los autores de la carta citada.
Desde hace demasiados años, la política
del gobierno norteamericano hacia la isla se limita
a la inmovilidad en sus rasgos fundamentales y
a la retórica de campaña en su superficie.
Bush no ha sido una excepción. Hasta ahora,
nada hace esperar que Kerry rompa el conjuro.
aarmengol@herald.com
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