PRENSA INTERNACIONAL
Julio 5, 2004
 

Las nuevas medidas norteamericanas sobre Cuba

Nicolás Pérez Diez-Argüelles. El Nuevo Herald, 04 de julio de 2004.

Antes de dar tu punto de vista imparcial en Miami sobre este tema hay que pensarlo dos veces. ¿Por qué hacerlo si los dos bandos cuando opines te van a hacer picadillo? Unos van a decir que eres un agente castrista, otros que si un cipayo del gobierno yanqui. Dios bendiga los extremos, ¿no es cierto que sin ellos la vida sería más aburrida?

El caso es que están sucediendo cosas de fábula en el patio. Desenfrenos que me recuerdan cuando siendo un niño iba al Coney Island de la playa de Marianao, de la mano de mi tía Sara, y me montaba en los carros locos. Ellos eran acelerador y timón, pero sin frenos. No sabíamos a dónde íbamos ni de dónde veníamos. En cuanto nos subíamos en los carros locos perdíamos el discernimiento y todo se resolvía en incoherencias emotivas. Esto le ha sucedido a este exilio con las nuevas regulaciones de Washington, no sabemos qué hacer, ni qué decir, ni qué defender, ni a quién atacar, adónde correr, ni qué gritar. Es esa especie de pánico que no nos permite saber cuál es el lugar exacto donde estamos situados en el universo, porque enfrentamos la razón al corazón, la verdad a nuestros intereses, la dignidad a la venalidad del instinto.

He escuchado obnubilaciones sobre el tema que son antológicas. De parte y parte. Pero las más graves son aquéllas que tachan a George Bush, que para ser honesto no es santo de mi devoción, de implementar medidas criminales y de dividir a la familia cubana. La rasgadura de vestiduras de los exiliados porque les han prohibido viajar a la isla es injustificada, la rabia ilegítima, los argumentos faltos de sustentación. De arrancada, y quien lo niegue es un ingenuo o un agente de La Habana, aquí el único que lleva dividiendo a la familia cubana desde hace casi 45 años es Fidel Castro. Este exilio, con una ingenuidad que raya en la falta de respeto a sí mismo, mantiene una actitud sui generis que no tiene antecedente a nivel mundial, porque ni los exiliados rusos a los zares rojos, ni los republicanos españoles a Francisco Franco, ni los sudafricanos partidarios del apartheid a Ian Smith, ni los chilenos demócratas a Augusto Pinochet en su momento, ayudaron económicamente a apuntalar a sus respectivas dictaduras como lo hacemos nosotros. Somos el primer yunque que ayuda a que se fortalezca su martillo, el primer cordero que alimenta con una estúpida e irresponsable alegría a su propio lobo, no tenemos la más mínima idea de cuál debe ser la ética de un exiliado político.

Los que argumentan hoy que tener a padres e hijos separados durante tres años es una salvajada, olvidan que ayer el castrismo se negó a la reunificación familiar de 1959 a 1978, durante diecinueve años, y cuando decidió convertirnos a los gusanos en mariposas, y esto lo saben hasta en Turquía, el gobierno de La Habana dio ese paso por razones puramente económicas.

Aunque maticemos, una cosa es con guitarra y otra con violín.

Desde el punto de vista moral estas regulaciones son impecables, pero políticamente hablando el error ha sido craso. El mismo caso de defender una causa perdida desde que arrancó, la del balserito Elián González, que hizo tierra ante el mundo la credibilidad de este exilio. Quienes aconsejaron a Bush sobre qué hacer para derrocar a Castro, no discuto que con honestidad y buenas intenciones, se equivocaron. Sabrán muchísimo sobre los puntos de vista de un segmento del exilio histórico, pero absolutamente nada sobre lo que piensa el pueblo de Cuba. Las medidas nos dividen. Aíslan más a Castro, lo cual es su propósito; no nos engañemos, él no quiere relaciones con los Estados Unidos, se opone a que le levanten el embargo porque no mira las cosas desde el punto de vista de lo que es positivo para su pueblo, sino lo que más le conviene para mantenerse en el poder indefinidamente. También estas medidas llevan la lucha por la libertad de nuestro pueblo al terreno favorito del dictador y donde se siente fuerte: el de la confrontación, el del brete solariego, el del estiércol político.

Otro agravante: en la Camboya de Pol Pot y su Khmer Rouge el pueblo sólo pensaba con el estómago, no con el espíritu, que es quien derroca dictaduras. Estas medidas de Bush le brinda en bandeja de oro al primer ministro de La Habana su principal carta de triunfo de cara a su plañidera historia, que tiene engañado a medio mundo, de David frente a Goliat: un americano feo, feísimo, en este caso representado por el actual presidente de los Estados Unidos, que maltrata por pura maldad al pueblo de Cuba. Finalmente, estas medidas no sacan del poder a nadie y sólo pueden desencadenar un levantamiento interno cruento, que provoque posteriormente una invasión norteamericana, que es lo último que desearía para mi nación.

Otro asunto que me ha llegado como un aluvión es que Miami está encarando la misa en escena actual no como una tragedia cubana, sino como un asunto electoral norteamericano. Los cubanos de Miami con una furia, que me perdonen, que me repugna, y a visera descubierta, les ha dado por defender con ese extremismo típico de la cubanidad torcida a demócratas o a republicanos, lo mismo da Juana que su hermana, convirtiéndonos en sargentos políticos del Tío Sam.

Para vaciarme de inquietudes debo añadir que resulta sospechoso el momento en que se han implementado estas medidas. ¿El 5 de noviembre de 2004, si gana Bush, seguirá insistiendo en la baraja de su actual anticastrismo visceral que se ha sacado de la manga con el arte de un prestidigitador... o sólo le ha lanzado un hueso electoral al exilio cubano? Tampoco John Kerry es trigo limpio; parece que no juega con nosotros y eso me conforta, pero tampoco se define, lo cual me provoca una seria incertidumbre, porque ignoro por dónde puedan venir mañana los palos a este exilio de parte del candidato demócrata. Es nuestro destino manifiesto, siempre esperar palos desde Washington.

Pero no es para sentirse hoy desconcertados. Es hora de servirse el refresco y las rositas de maíz. El telón apenas acaba de levantarse, las luces del teatro aún están encendidas, éstos son simplemente los avances y está a punto de comenzar la película. En orden de importancia, el recortar las remesas familiares y los viajes a Cuba representan una parte ínfima del pastel. La gran prueba de las intenciones de George Bush se halla en la resurrección de Radio y Televisión Martí y la ayuda a la disidencia interna. Y, o estos propósitos son un bluff, y lo vamos a saber rápido, o de aquí a noviembre el caso cubano se va a poner en candela y Castro va a tener que hilar más fino que Penélope. Debemos estar atentos, si ambas intenciones de George Bush se implementan con continuidad, firmeza, éxito y suerte; si es así, definitivamente habrá que quitarse el sombrero ante el vaquero, porque va a ser el presidente norteamericano que más ha hecho por la libertad de Cuba.

Una última dimensión, y la más dolorosa de las medidas de la Casa Blanca: lesionan nuestra dignidad nacional. Somos leves, una hoja a merced del viento. Coyunturas históricas como ésta nos recuerdan nuestra impotencia. Pertenecemos a un mundo unipolar regido por sólo una gran potencia que domina el entorno hasta un punto tal que, desgraciadamente, cuando Washington estornuda el pueblo de Cuba, incluido Castro, se vuela en fiebre.

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