PRENSA INDEPENDIENTE
Enero 29, 2004

RELIGION
Vaso de Barro confiado en la Gracia del Creador

LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Veinte y cinco años en el desempeño de una labor determinada marcan el alcance de un alto grado de experiencia en la misma. Pero cuando esa tarea está referida a una responsabilidad tal, como la que corresponde a la de guiar a un pueblo en su caminar, entonces los años cumplidos al frente de la misma tienen una mayor connotación. Si la dirección de esa misión ha sido además de compleja exitosa, entonces se enmarca en una celebración especial para agradecer a quien ha llevado el peso de ese rol y dar gracias por su dedicación. Esto es precisamente lo que ha acontecido el pasado 17 de enero en la Catedral de La Habana cuando la Iglesia cubana celebró los veinte y cinco años del episcopado del cardenal cubano Jaime Lucas Ortega y Alamino.

El 14 de enero de 1979 Jaime Ortega fue ordenado obispo por Juan Pablo II, quien a su vez había llegado a la sede pontificia apenas tres meses antes. El primer destino del recién nombrado obispo fue Pinar del Río, donde desarrolló un fructífero trabajo pastoral que le habrá de caracterizar en todos estos años. En 1981 asumió la Archidiócesis de La Habana y estando en ella recibió la distinción cardenalicia.

La Santa Misa de acción de gracias por el jubileo del arzobispo habanero contó con una nutrida participación de feligreses e invitados. Entre estos últimos estuvo la representación del cuerpo diplomático, "siempre cercanos a los acontecimientos de nuestra Iglesia" según manifestó en sus palabras de salutación el celebrante. Estuvieron presentes varios de sus compañeros en el episcopado, destacándose Alfredo Petit, Salvador Riverón y el actual obispo de la sede pinareña, Monseñor José Ciro Bacallao. Sacerdotes, religiosos y religiosas de diferentes congregaciones destacadas en el occidente de Cuba, estaban presentes con los hábitos que les distinguen. Entre los laicos asistentes en la acción eucarística se hicieron presentes los miembros de comunidades lejanas, como la de Jaruco, que desafiando las dificultades del transporte llegaron para agradecer a Dios por el don de su obispo. El Coro Ínter diocesano, bajo la dirección de Ada Ravelo, interpretó bellas composiciones con el sabor de cubanidad que les legó la desaparecida Perla Moré. La inclusión de varias piezas de esta afamada compositora de música religiosa hizo recordar al cardenal Ortega que fue precisamente bajo su insistencia, cuando Perla era la organista en su iglesia matancera, que su coterránea se dedicó a la creación dentro de este genero musical. Una sorpresa para el homenajeado fue la interpretación de algunos cantos gregorianos, interpretados por el coro de seminaristas que actualmente estudian en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio.

La homilía de Monseñor Ortega no estuvo en esta ocasión previamente escrita. Las palabras surgieron de manera espontánea y a pesar de que no fue su propósito recorrer la historia vivida en estos años como pastor del pueblo de Dios, sí tocó aspectos que se han destacado en su caminar. Reconoció su misión, dirigida principalmente hacia esas cosas pequeñas, pero necesarias dentro de la realidad que le ha tocado enfrentar. Consolar, animar, escuchar y sembrar esperanzas han sido aspectos que han marcado estos veinte y cinco años de su episcopado. Y verdaderamente es difícil escuchar, cuando muchos no escuchan; animar cuando la desesperanza cunde, y consolar en medio de tanto dolor. Él mismo se reconoció como un moderador en el amor, que ha permanecido en ese amor durante todo este tiempo. Y destacó que la misión de la Iglesia en el amor es superior a la justicia del mundo que suele aplicarse. La justicia, manifestó, es dura porque siempre hay alguien que en su aplicación, o queda herido o a su vez sufre de injusticia. Por ello la Iglesia ha sido muchas veces mal interpretada. También ratificó el concepto de que la Iglesia no es una democracia, explicando que a pesar de que el sistema democrático es el más avanzado para el correcto crecimiento de la sociedad, aún existe uno más perfecto que es la construcción del Reino de Dios, en el cual pone la Iglesia su mirada y empeño. Ciertamente puede ser visto como una utopía, pero que puede ser realizada desde el amor.

Recordó el arzobispo de La Habana aquellas frases que marcaron distintas etapas de su carrera eclesiástica, comenzando por el "Vaso de Barro" de su sacerdocio hasta "Te basta mi gracia" que distingue su orden episcopal. Se trata de un camino de maduración que va desde considerarse como vasija en manos del Creador, hasta el reconocimiento de que sólo la Gracia Divina ha de ser suficiente para el acompañamiento de todo este andar.

La personalidad de Juan Pablo II se destacó en las palabras del obispo cubano, quien ha estado marcado por el pontificado de este Papa. Ambos llegan a un cuarto de siglo en sus respectivas misiones y han estado ligados por circunstancias parecidas en su desempeño pastoral. Recordó las palabras tajantes del Obispo de Roma dichas al recién estrenado obispo de Cuba, cuando éste último enumeraba las dificultades de la Iglesia caribeña. "¡O la Iglesia es misión o se muere!", le dijo Woitila a Jaime en esa ocasión.

Finalmente, y retomando las palabras de un sacerdote amigo, Monseñor Ortega dijo refiriéndose a este tiempo transcurrido: ¡Hemos hecho tanto! Y efectivamente se ha hecho mucho, a pesar de todo, en la Iglesia que peregrina en Cuba.

Recordemos el crecimiento de la vida comunitaria en los finales de los ochenta con el acercamiento de tanta gente a la que se pretendió descristianizar, la Pastoral "El Amor Todo lo espera", que significó un cambio en la conciencia de una Iglesia que salía al mundo para iluminar su realidad; el tener nuevamente un Cardenal en nuestra Iglesia, el trabajo de CARITAS en los años difíciles de los noventa, las distintas pastorales que trabajan en distintas realidades de la sociedad, los pronunciamientos hechos por la Iglesia en estos años, la visita de Juan Pablo II a Cuba y el sendero que ha dejado trazado; el crecimiento de vocaciones religiosas y la presencia de nuevos religiosos entre nosotros. En fin, han sido años de cosecha abundante, aunque sea insuficiente aún.

Jaime Ortega ha sido ensalzado por unos y criticados por otros. No siempre ha actuado como hubiéramos preferido. Ha sido acusado por muchos de ser demasiado conciliador o en extremo conservador. Tengo que ser honesto al reconocer que he estado entre los críticos de Su Eminencia cuando no he coincidido con alguno de sus enfoques, fundamentalmente referido a la actuación de la Iglesia ante la realidad política que padecemos. Pero hay que reconocer que es un hombre falible y débil, como los demás. Se equivoca como todos, comete errores como todos. Tiene defectos que conviven con grandes virtudes.

Hace unos años ya, recuerdo que asistía a una actividad por el nuevo año en el obispado de La Habana, donde reside Jaime y en esa época aún compartía la convivencia con su anciana madre. Mi hijo, de apenas tres años entonces, escapó de mi lado para indagar por aquellos pasillos que debían parecerle los de un enorme palacio. Irrumpió en una habitación donde pude atajarle. Cual fue mi sorpresa al comprobar que sin querer, estaba violando la intimidad de Adela Alamino. Ella jugó con el niño intruso y pude apreciar la sencillez en que vivía. Una cama de hierro tipo Fawler, un armario y una mesita con un radio encima. Eran todos los muebles de aquella habitación. También tengo presente la acción emprendida en la persona del Cardenal para evitar que fueran desalojadas varias familias vecinas del obispado, comprometiéndose con la reparación del inmueble. Pero por sobre todas las cosas hay que reconocerle el mérito de haber guiado a la Iglesia cubana en años verdaderamente difíciles y de grandes cambios, y junto con el resto del episcopado y clero cubanos, no dejar manipular hacia un lado o hacia otro el rebaño encomendado a su cuidado.

Cuando todo esto pase y se pueda con más o menos tranquilidad hacer un recuento de este tiempo, seguro estoy que la evaluación de estos veinte y cinco años de misión, y los que aún han de venir, realizados por un pastor llamado Jaime Lucas, serán apreciados con justicia y agradecimiento por las futuras generaciones de cubanos, cristianos o no. cnet/43



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