Martí: una página desconocida
Carlos Ripoll. El
Nuevo Herald, 25 de enero de 2004.
Es siempre un regalo mayor descubrir escritos
de Martí, pero cuando la página
que no se conocía sirve también
para rescatar del olvido a una familia de patriotas,
el premio crece. Se trata de la hoja de un álbum
de aquéllos en que las mujeres pedían
a sus amistades que les escribieran algo: versos,
pensamientos, juicios, recuerdos. La página
que por primera vez aquí se reproduce es
un breve ejemplo de ideas de Martí. La
escribió en el álbum de Josefina
González Díaz, nacida en Bejucal,
como sus padres José González Curbelo
y Manuela Díaz Conde, y con ellos huyó
de Cuba durante la Guerra Grande. Establecidos
en Filadelfia, donde el matrimonio tuvo tres hijos
más, desde la pobreza en que vivieron al
principio en la tierra extranjera, fundó
el tabaquero González una sociedad de socorros
mutuos, especie de logia masónica que en
memoria de Luz y Caballero, el sabio cubano, nombró,
Caballeros de la Luz.
Fue después secretario del cuerpo de consejo
del Partido Revolucionario Cubano, incorporándose
al Ejército Libertador hasta la terminación
de la guerra, cuando se estableció en Artemisa,
donde murió en 1907. Con dos cartas manuscritas
de Martí, ya recogidas aunque con pequeños
errores en las colecciones de sus Obras completas,
conservaban los descendientes de la familia González
Curbelo esta página que donaron a la Biblioteca
Cubana de la Universidad de Miami. Han hecho lo
justo: entregar la valiosa papelería a
los archivos de una institución de prestigio.
Allí están seguros para la posteridad,
al cuidado de un personal competente, más
ahora que en Cuba prospera la industria del robo
de libros, autógrafos, manuscritos y documentos
que se venden por el mundo en perjuicio del tesoro
cultural de la nación.
Martí pinta en esta página a Josefina
llevando ''en el rostro la tristeza de la caridad,
pálida de las penas de este mundo, y de
sus aparentes injusticias''. Puede sorprender
que Martí califique de ''aparentes'' las
''injusticias'' reales que él tanto combatió,
pero es que en ese pasaje le quita a la palabra
el valor usual de lo que parece ser y no es, y
emplea el menos frecuente de lo que se muestra
a los ojos del observador. La misma expresión
la empleó Martí en carta de 1887
a Juan Arnao, quejoso de su conducta; le advierte:
''A otros menos hechos que yo a descubrir por
entre injusticias aparentes el carácter
real de los hombres, podrían lastimar sus
benévolas reticencias sobre mí'';
en esta ocasión, otra vez se ve que se
refiere a las ''injusticias'' evidentes, las que
no se pueden ignorar, como las que sabe ha conocido
Josefina.
Nada admiró Martí más en
la familia de González Curbelo que el patriotismo,
que en su correcta forma entendía como
el desistimiento de la persona frente a la patria;
dijo en una ocasión: ''El patriotismo es,
de cuantas se conocen hasta hoy, la levadura mejor
de todas las virtudes''. Y así, como ''levadura''
de virtud, admiró Martí el que encontraba
en aquel hogar. Con otras cubanas de Filadelfia
había Josefina fundado el club Hermanas
de Martí, y con el fin de recaudar fondos
para el Partido Revolucionario Cubano organizó
una ''velada lírica patriótica''.
El programa, con solos de violín, de piano,
cantos, recitaciones, diálogos y cuadros
plásticos recoge los nombres de los que
tomaron parte en aquella fiesta, y entre ellos
aparecen los hijos de González Curbelo:
la menor, Ida, estuvo en la alegoría de
las virtudes teologales Fe, Esperanza y Caridad;
su hermanito, Frank, recitó versos del
poema Bernardo del Carpio, el héroe legendario
del siglo IX español; y la misma Josefina
de The Battle of Maldon, del también heroico
personaje de Inglaterra, Byrhtmoth, del siglo
X, ambos valientes guerreros que desafían
al enemigo brutal que conculca sus derechos: ejemplos
de la hombría y la conducta necesarias
para lograr la libertad de Cuba.
Martí concluye la semblanza de Josefina
destacando el patriotismo de la generosa cubana:
afirma que lleva ''en los ojos la plegaria de
su tierra infeliz, y el martirio de su redención;
y en su vida entera, la altivez y ternura que
defienden al corazón de la infelicidad'':
''altivez y ternura'': el orgullo de vivir dedicada
a la redención de su patria, y la piedad
que llena el alma de esos seres.
La fecha al pie del escrito de Martí permite
conocer la ocasión y el escenario en que
nació.
Durante todo el siglo XIX, desde tiempos del
padre Félix Varela, allí publicando
su revista El Habanero, hasta los inicios de la
guerra del 1895, Filadelfia fue el más
prestigioso refugio del patriotismo cubano. ''A
ninguna emigración cede en entusiasmo la
de Filadelfia'', había escrito Martí
en Patria, y ya era mucho ese decir, conociendo
el fervor de los emigrados de Tampa y Cayo Hueso.
El club Ignacio Agramonte No. 3, de Filadelfia,
había invitado a Martí cuando se
iban a fundar dos nuevos clubs. Llegó a
la ciudad el 25 de abril de 1893 y se hospedó
en la casa de Marcos Morales, un exiliado nacido
en Cienfuegos que se había hecho rico en
Filadelfia. En la sala de aquel suntuoso hogar,
por deseos de Josefina González y de otras
nobles mujeres, se constituyó el club Hermanas
de Martí, y debió ser entonces que,
agradecido por el tierno homenaje, escribió
la semblanza. Al día siguiente se fundó
el otro club, la Liga Cubano Americana. Hablaron
varios oradores, entre ellos González Curbelo,
''hombre de canas y de corazón limpio como
pocos'', lo llama Martí en su reseña
del acto que escribió, según confiesa
días después en carta a un amigo,
sobre sus rodillas a las 3 de la madrugada en
la estación de Filadelfia, en espera del
tren que lo llevaría a Atlanta. Allá
fue a continuar su obra, llevando también,
como le descubrió a Josefina, "en
los ojos la plegaria de su tierra infeliz, y el
martirio de su redención''.
Este trabajo resume uno de los capítulos
del libro de próxima publicación
'Nuevas páginas sobre José Martí'.
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